Vacaciones en la playa Parte V

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Narrador Omnisciente

Ambos jóvenes se unieron desesperadamente en un beso húmedo que se fue tornando cada vez más salvaje, entre mordidas y jalones el de rizos terminó acorralando al de hebras lisas en la camioneta, el cual no dudó en aprisionar las caderas del más bajo con sus piernas para poder sentir gradualmente como se endurecía.

—Nhg...ahhhh, entremos a la camioneta, rápido. Hace demasiado frío aquí y no quiero hacerlo en la arena y que se me meta en las nalgas. —Melone se separó de Ghiaccio, el pelilila aún seguía en truzas y su piel estaba erizada por la brisa de fría noche.

—Ahhg puta madre, Risotto la dejó con llave, si intento romper el cristal sonará como loca.— el de cabellos celestes estaba impaciente por entrar y por más que intentaba ninguna puerta lograba abrirse.

—Conozco un truco.— con habilidad el de orbes verdes se quitó del cabello un pasador y lo pasó por la cerradura de la puerta. —¿Ves? La alarma de la camioneta dejó de funcionar desde hace años, entremos ya.

—No te voy a preguntar cómo es que sabes hacer esto, entremos de una maldita vez.— ambos ingresaron al vehículo y cerraron con seguro, la espaciosa camioneta sería su lecho de amor, donde se consumarían de una buena vez; encendieron la suave luz para poder contemplarse ambos sonrojado y con las pupilas dilatadas, nuevamente unieron sus labios y deseosos por dar el siguiente paso comenzaron a explorar sus cuerpos.
Para el peliazul era fácil al tener a Melone casi desnudo, podía palpar cada surco, cada hendidura de su esbelto cuerpo, pero el otro tuvo que despojar de cada prenda a Ghiaccio, sin dificultad deslizó la tela de su torso, bajó los pantalones entallados, dejándolo únicamente en boxers; el lacio estaba encima del chico temperamental tomando el papel de dominante, meneaba sus caderas rozando su miembro contra el de Ghiaccio, las ligeras telas de sus ropas interiores comenzaban a apretar y a humedecerse, las calientes puntas goteaban haciendo oscurecer las prendas, ninguno tenía el valor para dar el primer paso y liberar esas bestias que clamaban por salir, continuaban con esos roces y miradas lascivas, se estaban desesperando.

—¿Qué estás esperando? Sácate el pito.— Melone continuaba moviéndose, desviando la mirada. —A este paso me voy a venir.

—Tú eres el que anda moviéndose encima de mí, sácatela ya. — el peliazul rodó los ojos, gruñía con cada roce, sus boxers negros estaban ya empapados y le dolía cada vez más.

—Los dos juntos, ¿vale? Es que a mí me da pena— el pelilila sonrió perversamente.

—No seas ridículo, yo lo haré, siempre yo.— Ghiaccio fastidiado tiró de los calzoncillos de Melone sin delicadeza, haciendo que su pene rebotara en el proceso, era de un buen tamaño, delgado y estaba adornado con una fina capa de vello lavanda perfectamente rebajado. —¿Te los recortaste? ¿Por qué?

—Yo siempre me los rebajo, no iba a andar por toda la playa con los pelos fuera del calzón, ¿A ver los tuyos?— con un poco más de confianza el pelilila bajó la única prenda del menor, con suavidad, dejando a la vista su falo que a diferencia del suyo, era un poco más grueso, casi del mismo tamaño, con una que otra vena remarcada y con un espeso arbusto de vellos rizados, el glande brillante por el pre seminal que había liberado por tanto roce, divino.

—¡Di molto!

El peliazul tomó ambas erecciones y comenzó a masturbarlas, con las dos manos abarcó sus pieles e inició con el trabajo, Melone solo veía y soltaba uno que otro gemido al sentir la caliente punta de Ghiaccio y las palpitantes venas que bombeaban sangre por toda la longitud.

—No te quedes así, también muévete o has algo.— el de rizos sin dejar su labor regañó al mayor.

—No sé qué hacer.

La Squadra TercermundistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora