Uber Eats

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Hablando Melone

El viejo me compró una motocicleta como regalo atrasado de cumpleaños, la había pedido desde años pero Prosciutto siempre lo lograba convencer para negarmela. ¡Di molto, ya tengo con que irme los viernes a los perreos!

—Es como la que quería— le daba vuelta una y otra vez, era bellísima.

—¿Por qué se la compraste, Risotto? Digo, si no cuida de sus calcetines, menos de una moto así de cara— Ghiaccio soltaba mientras acariciaba un gato de Formaggio.

—Cierto ¿De dónde sacaste dinero para comprarle eso al loco de las patas?— ahora hablaba Illuso.

—La saqué a crédito del Elektra— respondió Ris mientras tomaba asiento y abría una lata de cerveza.

—¿Que hiciste qué?— en eso entró Prosciutto, tirando de forma dramática la bolsa del pan, seguido el gato que sostenía Ghiaccio se lanzó hacia la bolsa de papel y huyó.

—Le debíamos su regalo al niño.

—¿Niño? El pendejo tiene 18 ya. ¿De dónde fregados vas a sacar para pagarla? Suficiente tenemos de deudas como para echarnos encima a los de Elektra.— Pros como siempre comenzó a alterarse, llevando sus manos hacia la cintura y Risotto sin inmutarse.

—De todos los chicos, Melone es el único que trae calificaciones buenas, necesita un incentivo para motivarlos y sea alguien.— adoro cuando el viejo se pone de mi lado.

—Bueno, que se quede la motocicleta. ¡Pero quiero que la use para trabajar! Aún están en vacaciones y estos malditos perezosos no hacen nada por la casa.— Prosciutto se resignó, ¡perfecto!

—Melone tortillero— comenzó a reírse la copia barata de Bad Bunny.

—Jajajajajajaja, después de cogerse al de la tortillería ahora él será el tortillero— Illuso agregó, todos se me quedaron viendo, sobre todo Ghiaccio quien estaba boquiabierto.

—Si si sí si, y ahora se lo va a coger el chaneque histérico.— Formaggio soltó, inmediatamente el hielitos le metió un puntapié en la ingle.

—No hables de chaneques si también eres uno, estúpido Bad Bunny de cuarta— y se fué corriendo, podría jurar que lo ví llorando.

—¿Y por qué no te vas de Uber Eats— Pesci habló, ¡bendito seas cabeza de piña!

—Bien pensado, Pesci.— Pros comenzó a abrazarlo.

—Pero lo que gane Melone será repartido para él y para la gasolina, lo que quiera aportar a la casa será a su criterio.— volvió a irrumpir Ris.

—Pero que sea una cantidad considerable, todos tienen que hacer algo al respecto, ya no alcanza para nada...— y así estuvo toda la tarde el viejo.

En fin, me volví un Uber Eats. Tuve que sacar la licencia de conducir y emplacar la moto, varios papeleos y listo. El Prosciutto se emocionó tanto que hasta me dió "la bendición", los demás chicos se burlaron pero algo me decía que hoy iba a ser mi día.

Narrador Omnisciente

El joven de cabellos morados comenzó a trabajar con pequeños envíos de restaurantes de ahí mismo en la colonia, era una gran demanda aquel servicio de comida y obviamente Melone disfrutaba pasearse en la motocicleta a cambio de dinero. La velocidad hacia que algunos de sus cabellos que salían del casco bailotearan, sus guantes de cuero apretaban el volante y su indescriptible sonrisa lo hacían un excelente servidor.

En uno de sus pedidos, tenía que ir a la vecindad, era sushi para Tiziano y Squalo.

—Buenas Tiz, aquí está tu encargo— Melone entregaba el paquete dedicándole una sonrisa radiante.

—Muchas gracias cariño.— el moreno sujetó la comida mientras sacudía su brillante cabellera rubia. —¿Desde cuando eres Uber Eats?

—Desde hace una semana, Prosciutto quiere que aportemos más a la familia y pues, mírame aquí.

—Ayyyyy pero que exagerado ese rubio amargado, tu trabaja para tí papasito, Prosciutto debe de ocuparse de ustedes ¿Sino para qué los adopta?— Tiziano llevó una de sus manos a la cadera.

—Tiziano ¿Con quién tanto hablas?— desde adentro se escuchaba la voz de Squalo, sonaba algo impaciente.

—Ya voy corazón— respondió acaramelado. —Bueno, gracias Meloncito, nos vemos el próximo viernes en el bar— el moreno le guiñó el ojo y cerró la puerta.

—Di molto, solo falta un pedido más y me voy a descansar— el pelilila tomó su celular y se fue inmediatamente a su vehículo.

Ahora era otro pedido en la misma vecindad, pero tenía que ir casi a los límites de la ciudad a recoger la comida; pizza margherita.

—Seguramente es para Buccellati— el cielo ya estaba tornándose de naranja, Melone pese a adorar salir en moto, su cuerpo me exigía descanso.

Llegó a ese restaurant rústico y pidió la pizza tamaño familiar, esperó 20 minutos que se le hicieron eternos, mientras revisaba sus redes sociales.

—Ohhhhh este hielitos no me ha hablado desde que me dieron la moto, le voy a mandar un mensaje— comenzó a teclear en el chat de Ghiaccio pero notó que el contacto no tenía foto de perfil ni tampoco aparecía la última vez de conexión.

—Chale, me bloqueó— suspiró, pero en eso le llamaron que su orden estaba lista.

Tomó la pizza y se montó en la moto, salió disparado hacia la colonia para entregar la comida, en su mente maquinaba varias teorías de por qué Ghiaccio lo había bloqueado, distraído se pasó varios altos, casi arrollaba a una anciana y recibió varios insultos de algunos peatones.

Tanto pensar le dió mucha hambre, posiblemente por la ansiedad.

—No creo que se den cuenta si les robó una rebanada.— Melone abrió la caja y hurtó un pedazo, lo saboreó y quedó fascinado.

—Di molto, es la cosa más rica que he probado ¿Por qué Prosciutto nunca nos compró de esto— sus verdes ojos lagrimeaban de tanto placer a su paladar.

—Si les tomo otra tampoco se darán cuenta, total estamos en confianza.— volvió a meter la mano y sacó otra.

—Ahhhhhhh no puedo con estooooo.— Melone aparcó su motocicleta en la acera y con más calma se dispuso a deleitarse con la rebanada. Una tras otra, tras otra... dejó la pizza con solo 4 rebanadas.

—Será mejor que les lleve la pizza, espero que no se den cuenta que faltan unas rebanadas.— arrancó la motocicleta y llegó en un dos por tres a la casa de Buccellati. Nervioso tocó el timbre y lo recibió el moreno del gorro.

—Hola Mista, aquí está su pedido...y...y... adiós, ya me voy, no hace falta que me den las gracias— inmediatamente el de cabello largo entregó la caja liviana y salió corriendo a su casa.

—¿Ok?— el de ojos negros sin darle importancia cerró la puerta, seguido de un fuerte grito al ver la cantidad de rebanadas que contenía la caja.

—¡Maldita sea! Nos estafaron— un segundo grito por parte de Narancia se escuchó por toda la vecindad.

—Creo que fue suficiente trabajo para mí.— Melone se secó el sudor de la frente, producto de su ansiedad.

—¿Ahora que hiciste?— el rubio lo sorprendió por detrás, sosteniendo una chancla en la mano.

En ese momento, Melone sintió el verdadero terror.

La Squadra TercermundistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora