Mole con pito

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Hablando Prosciutto

6:45 de la mañana, ahí sigue aplastadote este chamaco calenturiento, destapado usando únicamente sus viejas trusas como pijama. Si ya están en edad de tener sexo entonces también están en edad trabajar duro.

—Melone, despierta.— moví su hombro, esta vez cubriendo mi rostro con el antebrazo por si este también se le ocurría golpearme. Afortunadamente solo abrió sus ojos y pesadamente se levantó de la cama.

—¿Qué pasa?— respondió mientras tallaba sus ojos con su mano.

—¿Hoy irás a trabajar? Digo, es domingo y sabes que algunos no laboran ese día.

—Por supuesto que no.— sonrió. —Hoy dedicaré mi día a descansar este cuerpecito perreador.

¡Molto bene! Entonces te me vas vistiendo porque harás las labores de la casa.

—Aunque viéndolo bien, no estaría mal ir a darme una vuelta a ver qu...— no lo dejé terminar.

—A donde vas.— lo jalé del elástico de la trusa. —Te me vienes a la cocina, tus hermanos todavía no se despiertan, tenemos tiempo para hacer el desayuno.

—¿Pero por qué? Que ellos se cocinen solos.— hizo un pequeño berrinche.

—¿Acaso tú te cocinas solo? Es tu castigo por andar de cochino en la casa, no creas que todo el escarmiento va para Ghiaccio.— arqueé mi ceja.

—Bueno, ya qué.— bufó resignado.

—¡Pero primero te me vistes! Y... ponte otro calzón.— por error terminé desgarrandoselo dejando a la vista sus nalgas.

—Ya voy. —volvió a quejarse, tal parece que será una tarea difícil.

Narrador Omnisciente

Una vez listo, el de cabellos lavanda se dirigió a la cocina detrás del rubio despeinado, ambos tomaron un delantal y comenzaron a sacar cosas del refrigerador. La pequeña cocina contaba con lo indispensable; cuchillos, sartenes, ollas, cucharas, cucharones, vajilla completa, todo lo que logró rescatar de su antigua casa en la zona de condominios, muy bien guardados en su alacena y en la pared pintada de verde menta.

—Bien, Melone. Me imagino que sabes preparar huevos estrellados.— Prosciutto tomó una sartén de teflón y la colocó en la flama media de su estufa de segunda mano.

—Huevos estrellados, huevos... estrellados.— y el menor comenzó a divagar entre sus más sucios recuerdos, de esas ocasiones donde se enredaba con el chico de rizos azules, furtivos, sigilosos en cualquier lado de la casa. —Sus huevos estrellándose en mi...

—¡Melone! Te estoy hablando.— el rubio le metió tremendo zape para así volverlo a la realidad. —A juzgar por tu expresión parece que ni un jodido huevo sabes freír, así que presta atención y aprende que no te lo voy a repetir y no quiero que me desperdicies lo de la despensa.

—Si, si, yo aprendo.— meneó su cabeza afirmando, observó como Prosciutto quebraba el huevo y con cuidado de no llevarse restos de cascarón vació el contenido dentro de la sartén caliente. Con maestría meneaba su mano que sostenía el mango del utensilio para al final dejarlo caer en un plato plano que tenía una porción de arroz recalentado del día anterior.

—Inténtalo.— el rubio colocó un huevo en la mano del de hebras lavanda, se movió detrás de él para darle espacio.

—No estoy muy seguro.

—¡Que lo hagas, carajo!

—B...bueno.— y estrelló el huevo de golpe, reventando la yema y vaciandose todo en la estufa que se encontraba cubierta de papel aluminio.

La Squadra TercermundistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora