Tiziano y Squalo - Parte 8

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Squalo al enterarse que Tiziano había abandonado la casa donde incondicionalmente se le acogió, entró en una severa depresión; no podía creer que su amado novio se marchase sin explicación alguna, no lograba asimilarlo. La habitación que ocupaba Palmieri se encontraba totalmente vacía, sin muebles ni nada; los señores Fischer no se atrevían a contarle a su hijo la verdad, no querían verlo mucho peor ni mucho menos que mal interpretara la situación porque el siempre creía ciegamente en Tiziano. Con mayor razón detestaron al moreno de cabellos platinados, por herir los sentimientos del pelirrojo risueño, lo había destrozado. 

Pasado un mes después llegaron los resultados del examen de admisión, para sorpresa de todos los del pueblo, el hijo de Paolo Buccellati había sido aceptado en la universidad con uno de los mejores promedios, el orgullo del humilde pescador como promesa del área de psicología; era hora de mudarse a la capital con su madre, tenía que llegar ese momento tarde o temprano. Squalo también había sido aceptado, al menos algo bueno le pudo haber ocurrido, nuevamente volvió a sonreír.

Me alegro mucho por tu aprobatoria. —Bruno estrechó su mano con la del otro muchacho.

Lo mismo digo, incluso entraste en los cinco más altos de puntuación.

—No creí llegar tan lejos, todo por hacer sentir orgulloso a mi padre que se ha sacrificado por mi durante todo este tiempo. 

Entonces, ¿nos vamos ya? —Squalo abrió la puerta de la camioneta de su padre y subió la maleta donde llevaba sus pertenencias. 

Vámonos. —Bruno siguió al pelirrojo y también metió su equipaje al vehículo. —A una nueva vida.

El par de adolescentes se marcharon de ahí, rumbo a la tan ansiada vida de universitarios que les esperaba.

×××

—Increible, eras de los mejores aspirantes. — Melone llevó sus manos a la boca por la sorpresa. —Y sin embargo andas desempleado.

—Cállate chamaco imprudente. —Prosciutto le metió un pellizco. —Disculpa la interrupción.

—No te preocupes, Pros. —el azabache sonrió. —Prosigo.

×××

Una vez estando en la capital se dirigieron a la casa de la madre de Buccellati, Bruno estaba ansioso por ver de nuevo a su madre pero todo ese entusiasmo se fue a la basura al enterarse que se había casado de nuevo y su actual esposo se negó rotundamente a tenerlo en su casa. La mujer por tener contento a su marido decidió pagar por su cuenta un pequeño departamento en el mismo edificio donde se quedaría Squalo, era lo poco que podría hacer para mantener un equilibrio entre su hijo y su nueva familia. Bruno se sentía desolado.

No era lo que esperaba. —Suspiró diciéndose a sí mismo, se encontraba sentado en una maceta de un arbusto del parque, había decido salir por su cuenta para poder despejar su mente. Squalo se encontraba en las mismas, durmiendo encerrado en su habitación, de nada servía un par de depresivos reunidos, cada quien necesitaba un espacio para asimilar sus emociones.

Disculpe joven, pero no está permitido tomar asiento sobre las macetas. —la voz gruesa del oficial hizo salir del trance al moreno de corte melena.

Discúlpeme por favor, no tenía idea. —Bruno se levantó completamente rojo mientras se sacudía la tierra del trasero. Levantó la mirada y sus ojos chocaron contra unos preciosos orbes ámbar con violeta. —No...no se volverá a repetir.

El joven oficial quedó embelesado ante la tierna reacción del estudiante aprehendido.

Di...disculpe si lo asusté. —el albino rascó su nuca, siempre había sido un problema la modulación de su voz, más que una petición amable sonó como una amenaza. —¿Acaso es foráneo?

Si, oficial. —asintió. —Desconozco totalmente las reglas de esta ciudad, vengo de un pueblo pesquero y es normal sentarse debajo de un árbol o cualquier arbusto que provea de sombra.

Si me permite le puedo mostrar algunas cosas que puede y no puede hacer aquí. —el joven uniformado se dirigió a una banca e indicó al moreno que tomara asiento, este obedeció y comenzó a leerle algunas reglas que tenía anotadas en su libreta. —Para serle honesto, soy nuevo en esto y he visto lo crueles que llegan a ser mis colegas con las personas que se pasan las leyes por la cola, tal vez su caso no lo sea pero no tendrán la delicadeza de preguntar.

Jajajaja, le agradezco mucho su comprensión. —el azabache sonrió divertido. —Bruno Buccellati, es un gusto.

Leone Abbacchio. —el oficial extendió su mano y la estrechó con la contraria.

Mientras tanto Squalo

Su cabeza era un completo desastre, creía que al estar en la universidad de sus sueños cursando lo que más le apasionaba iba a estar bien, por supuesto que no. No dejaba de pensar en Tiziano, no había dejado ni rastro ni huella, sus padres ni siquiera sabían a donde se había ido; su corazón dolía, la garganta la sentía un nudo y el respirar era demasiado pesado.

—¿Pero que hice mal? —se repetía una y otra vez. —¿Por qué te tenías que haber ido?

Estaba tan dentro de sus lamentos que ignoró completamente que tocaban la puerta de su departamento.

Squalo, ¿estás aquí? —era Jotaro.

Oh, en un momento abro, aguarda. —Inmediatamente se secó las lágrimas y lavó su rostro con agua fría para después secarse y abrir a la brevedad. —Disculpa hermano, estaba durmiendo.

Oh disculpa, solo pasaba a saludar y a ver si querías salir a comer y conocer un poco más el campus. —el moreno acomodó su gorra.

Me encantaría, mucha gracias por la invitación. —Squalo aceptó salir, al menos eso ayudaría a mitigar un poco el dolor que sentía.

—¿Entonces nos vamos?

Vayamos a explorar. —sonrió el naranjo.

×××

—A caray, no sabía que Squalo era amigo de un Joestar. —Risotto estaba sorprendido.

—Jotaro fue un gran apoyo emocional para Squalo, el amor al mar los unió. —Bruno soltó mientras acomodaba el broche de su lacio cabello.

—¿Y por qué no se quedó el vecino con el ricachón? —Formaggio estaba con demasiada curiosidad.

—Cierto, a como lo cuentas estoy casi seguro que tuvieron sus queveres. —Ghiaccio le hacía segunda al de cabeza rapada.

—No sean irrespetuosos. —Prosciutto los regañó a ambos.

—Estoy casi seguro que al menos una vez culearon. —el pelilila soltó sin más.

—Ahi vas tú también, dejen de estar hablando cosas que ni saben. Dejen hablar a Bruno.

—¿Y que fue de Tiziano? —Risotto cambió el tema que se tornaba cada vez más incómodo. —¿Cómo fue que se enteró Squalo de su paradero?

—Eso fue tres años después de ingresar a la universidad, por esa razón Squalo no terminó la carrera. Fue tras él y por darle prioridad a Tiziano terminó su amistad con Jotaro.

—¿PERO CÓMO?

































































No crean que voy a dejar abandonada esta historia jajajajajaja.

Agradezco a quienes siguen leyendo La Squadra Tercermundista, aún queda más por contar.

De antemano pido una disculpa por la tardanza pero más vale tarde que nunca, ire actualizando de poco en poco y con capitulos un tanto cortos.

Sin más que decir, me despido. Los quiero mucho ♥ y gracias por su preferencia.



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