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Al empujar un poco más la puerta esta soltó un chirrido típico de las películas de terror, causándome escalofríos por toda la espalda. Con pasos cautelosos entré en su casa, mientras mi boca se secaba.

Notaba como los pelos se me pegaban al cuello y parte de mi barbilla debida al sudor. Tuve que estirar mis brazos para evitar chocarme con algo hasta que mis ojos se acostumbraran a la falta de luz.

Una vez mis ojos se ajustaron, di cuenta de que mis brazos temblaban al igual que mis piernas. Mis rodillas parecían haberse convertido en acero imposible de doblar, mientras que mis pies no querían moverse del sitio.

La ansiedad cobró vida en todo mi cuerpo y me obligué a mi misma a respirar hondo, me llevé ambas manos a mi frente apartando los mechones de pelo, mientras tragaba dificultosamente saliva. Abrí los ojos y decidí de que ya era hora de empezar a caminar, no podía empezar a suponer que podía estar pasando o que no. Tenía que verlo.

Caminé por todo el salón, notando como un vacío se estableció en mi pecho. No había nada. Ni aquel sillón en medio de la sala, ni sus estanterías llenas de libros o las lámparas que adornaban la estancia. Tragué saliva y continué, mientras mi respirar aumentaba con los pasos que daba.

Subí temerosa las escaleras, sabía que algo no estaba bien, tenía el presentimiento de que todo iba mal, muy mal. Llegué al principio del pasillo, que ahora adornaba una forma tétrica. Según iba caminando por él, me daba la sensación de que se hacía más y más largo, como si algo no quería que llegase al final.

Pero llegué, aquella puerta blanca cerrada que daba paso a su habitación. Dudé, no sabía si llamar antes a la puerta, o si darme la vuelta e irme de aquí. Pero no podía ser siempre una cobarde.

Abrí la puerta y todo el aire de mis pulmones abandonó mi cuerpo, el cual empezó a temblar como si me estuvieran sacudiendo fuertemente. 

Estaba vacía. No había nada, ni su escritorio, ni su cama, nada.

Me tambaleé hasta el centro de esta, dónde encontré un papel doblado. Sin aguantar más caí sobre mis rodillas, mientras con mis manos temblorosas cogían el trozo de papel. Por fuera ponía mi nombre, con la letra de Jaehyun.

Las lágrimas no tardaron en caer, mientras mis dedos temblorosos intentaban abrir aquel trozo de papel, no quería leerlo, no quería afrontar nada. Ver su letra plasmada ahí, ondulándose e hipnotizándome, me estaba mareando. No quería leerla, pero sabía que debía hacerlo.

"Hyeon Lee, la chica especial,

Sinceramente no sé como empezar esto, ni por qué lo estoy haciendo. Sé que estás confundida, atormentada, y que no sabes que hacer. Para ello, te lo contaré todo, desde el principio.

Recuerdo que era una mañana soleada, los pájaros cantaban alegres y los niños salían a jugar a la calle. Mientras tanto yo intentaba salvar mi vida, habían pasado dos días en los que no había pagado al casero y estaba recibiendo una de las palizas más fuertes de mi vida por su parte. Acabé con un ojo morado, el labio reventado y todo mi costado derecho masacrado; pero lo que más me dolió fue ver a mi madre llorar por mí, necesitaba dinero, urgentemente. Me mudé a Seúl intentando empezar una vida, empecé a coger ofertas de trabajo y a hacer muchos oficios, logrando hacer cuatro al día. Ahí fue cuando conocí a Taeyong, nos hicimos tan amigos que sentí la obligación de contarle todo, sabía que él podía comprenderme. Tiempo después conocí a todos los demás, pero cierta persona causó que todo mi mundo se parara. Fuiste tú, Hyeon. Desde un principio me cautivaste por completo, cada cosa de ti me atraía, fuera la que fuera; y sentí miedo, porque sabía que me amarraría a ti toda una vida, porque sabía que mientras te tuviera a ti, nada más importaría.

Empı́reo↬☾N. Yuta☽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora