Karissa, aunque parezca ser la persona más normal, no lo es. Es parte de mundos fantásticos por una unión que causo su nacimiento, pero son peligrosos. Es una de las pocas personas con esta clase de accesibilidades, pero corren más peligro por las a...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ღ
PARTE DOS ღ CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
"LA SEGUNDA GENERACIÓN"
ღ
Actualidad
Astoria, Queens
Karissa
Al abrir la puerta la primera vez siempre era un encanto, cuando tocaba abrirla una segunda ya no tanto. No es que odiara aquellos toques cada cierto tiempo, pues cada uno de nosotros pasaba por eso.
Mi familia tenía una tradición de dejar a todos nuestros hijos en una casa cada semana. Ese habito era para tener tiempo para nosotros solos, con la pareja, amigos, pero siempre tenía la finalidad de tener tal intimidad de no tener que estar detrás de los niños.
Esa semana me tocaba a mi, eso quería decir que tenía todo el tiempo del mundo con mis sobrinos e hijos, bonito hasta llegar al punto estresante. Todos tenían algo, ya sea la magia accidental, la dislexia y el THDA. Y no eran seis niños si contaba a mis hijos, eran quince. ¿Por que no tenían consideración de mi?
Aunque a veces me tocaba hacer el trabajo sola, había oportunidades —las cuales eran escasas— en donde nos ayudabamos, y John tuvo la considerada razón de hacerlo esta vez.
—¿Que hago, Capitana? —me pregunto John. Su mirada de diversión solo me hizo negar mientras trataba de terminar de cocinar.
—Ver a los niños.
—Pero están tranquilos.
El tenía razón, el encanto que tenía con ellos era envidiable para todos mis hermanos, yo solo reí.
—Ayudame a acomodar la mesa —le dije mientras terminaba con los Hot Cakes y los repartía entre los respectivos platos.
—Te vez mal —dijo derrepente John. Deje los platos en la mesa para luego verlo interrogante—. Bueno, no mal, mal, sino mal de mal.
Reí. —Johnny, es mejor que tomes más agua, tu cuerpo necesita agua, y tu mal vocabulario lo indica.
El solo voltea los ojos. —Estas distraída, Kass.
—No he dormido bien, eso es todo.
—¿Eso se debe a algo? —me pregunto antes de ir a la sala.
—Solo son los típicos sueños de semidioses —el asintió, entendiendo de lo que hablaba.
El timbre tocó antes de que volviéramos a hablar, el y yo nos miramos al instante.
—¿Esperas a alguien? —dijimos entre nosotros al mismo tiempo.