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JiMin tomó una larga bocanada, antes de animarse a recorrer el perfil del hombre con el que había unido su vida.

Min YoonGi lucía como todo lo que era; un hombre que no se andaba con rodeos, fuerte e imponente, del tipo que podría reducirte al polvo si estorbabas en su camino.

Para su mala suerte, estaba justo en medio. Sabía que resultaba un estorbo para su esposo, pero también que se necesitaban a partes iguales.

Por una parte, JiMin necesitaba de esa unión para mantener a sus padres y por otra.. YoonGi lo necesitaba para ascender de una buena vez y convertirse en el heredero absoluto de las empresas Min.

Pero eso no quitaba el hecho de que toda su historia fuese un cliché barato, de esos que resultaban malditamente tediosos para románticos como él.

Aún se avergonzada por la posición que se le obligó a tener.. tan asustado como para negarse a las exigencias de unos padres que nunca supieron nada de él, pero que lo habían amarrado cuando el tiempo y las circunstancias fueron justas.

Bajó la mirada cuando le vio deshacerse del nudo en su corbata y su atención se ubicó en la argolla dorada en su dedo anular. Relucia como ninguna, pero su significado era nulo.

No había promesas, ni amor, ni un lugar al cual llegar.

—Muévete.

Jadeó ante el repentino susurro molesto y entonces supo que ambos habían llegado al departamento que desde ese día, compartiría con YoonGi.

La puerta fue abierta y le ofrecieron la mano, deslizándose por el asiento y aceptandola para salir y no hacer que YoonGi terminara por encajar sus grandes manos en su cuello.

Resultaba chocante, pero era parte de su realidad. Constantemente tenía que repetirse que su actitud no resultaba mal justificada.

Min YoonGi ya era mayor de edad, un hombre en toda la extensión de la palabra y, por supuesto, ¿que hombre no se cabrearia por verse casado con un adolescente que sabía nada de la vida?

YoonGi ni siquiera podría consultarle sobre algún asunto de la empresa, porque JiMin aún se encontraba cursando el instituto y resultaba torpe para ese tipo de temas.

Se encogió cuando le vio pasar a su lado, decidido a empezar su vida como los recién casados que eran.

—¿Señor?

Evadió la mirada de lastima de su guardia personal y medió sonrió para aligerar el ambiente.

—Estoy bien, es que.. ah, creo que YoonGi es torpe en temas de tratar a los demás.

JungKook murmuró y le empujó discretamente hacia la entrada, donde más guardias los esperaban.

—Sinceramente, él luce y actúa como un idiota. —JungKook murmuró, casi cubriendolo con su gran cuerpo. —Puede que incluso sea un narcotraficante con el montón de seguridad aquí.

Rodando los ojos, JiMin se despidió en cuanto sus pies tocaron el pulcro piso de su nuevo y apagado departamento.

Sus ojos detallaron las paredes sin color, las cortinas elegantes pero sombrías y el contraste de los muebles que le ponían triste. Todo necesitaba un poco de color y quizá, de risas.

Escuchó a YoonGi gritar y se removió inquieto, decidiendo que prefería subir a la habitación que le fue dada desde el inicio y no tener que lidiar con el mal humor del hombre.

Más tarde, cuando el coraje se le pasara.. tal vez ambos podrían tener una conversación que no involucrara maldiciones o chasquidos molestos.

Excepto que eso no ocurrió y una semana más tarde, todo lo que JiMin pudo hacer, fue inclinarse sobre la mesa y juguetear con la copa vacía en su pequeña mano. Juró que no quería estar en medio del enfado de su ahora esposo.

Más que esto © YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora