La caza. Parte 2

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En el hall del edificio, Názar acompañaba a Dick Krámer a los ascensores que los harían llegar a la oficina de Sólomon Vándor. Los dos hombres montaron juntos sin que entre ellos mediara palabra alguna. Dick Krámer consideraba que Dajín Názar era el típico lameculos dispuesto a rebajarse hasta cualquier límite con tal de agradar a sus superiores.

La antipatía que sentían el uno por el otro era más que evidente, ya que la imagen que tenía Názar de Krámer no era mucho mejor.

“Aquí tenemos al famoso Dick Krámer, - pensaba Názar mientras el ascensor seguía subiendo - el mismo que se hace llamar “ El cazador” y el mismo que ni siquiera fue capaz de capturar a una mujer indefensa acompañada por hombres desarmados”.

Efectivamente, Krámer era el encargado de capturar o eliminar a los elementos que le resultaban molestos a S. Vándor. Llevaba más de ocho años trabajando para él y jamás le había fallado hasta ahora. Sus enemigos y detractores le temían por su falta de escrúpulos y su eficacia en el trabajo, y se sentía orgulloso por ello. El hecho de que fuese tuerto era motivo de burlas no muy agradables sobre él pero había que reconocer que aquello no mermaba un ápice sus facultades. Como decía él mismo en los momentos en que se encontraba de buen humor, generalmente tras ingerir varias copas de whisky, así no le hacía falta cerrar el ojo para apuntar con un arma.

Una profunda cicatriz recorría su cara desde la ceja hasta el mentón, pasando por encima de un ojo blanquecino y atrofiado. Era el recuerdo de una incursión a un poblado Thiodáin que hizo junto a su equipo cinco años atrás. En aquella ocasión, entró a una casa donde un hombre había ocultado a su mujer y a sus hijos en un armario con falso fondo. Krámer descubrió lo que sucedía y sacó a la mujer del armario sin darse cuenta de que escondía un cuchillo de cocina bajo la falda. La mujer le produjo una herida que a la larga le hizo perder la visión completa de un ojo pero Krámer se tomó la revancha matándola junto a sus dos vástagos.

Para los veinticuatro años, ya había ejercido de mercenario en varios grupos paramilitares de América Latina y tras ello había trabajado entrenando tropas regulares para diversos mandos en Centro África. Con treinta años decidió limar sus dientes para darles forma puntiaguda al igual que había visto hacer a los Afar en Etiopía, aunque su intencionalidad distaba de la de estos últimos por la razón de que los Afar lo hacían por sentido estético, mientras que la intención de Krámer fue la de dotar de mayor agresividad a su ya enigmática sonrisa. Cinco años después fue contratado por Vándor.

El ascensor llegó al último piso y se dirigieron al despacho donde esperaba Vándor. Este no se hizo de rogar y fue directamente al grano. Conectó el video y enseñó a Krámer cuál era su nuevo objetivo.

-         Lo quiero vivo, Krámer, y procura que esta vez no se te escape la presa a no ser que quieras mantener una conversación a solas con Názar en una habitación sin ventanas a tres metros bajo tierra.

-         Sería un enorme placer para mí mantener un encuentro a solas con él, se lo aseguro, pero no será esta la ocasión. Capturaré a ese grandullón de alguna manera. Por su tamaño y estructura debe pesar más de 150 kilos pero encontraré la manera de aturdirlo, en África he visto caer dormidos como niños a rinocerontes del tamaño de un coche utilizando la dosis suficiente de sedante.

-         Más vale que así sea.- contestó Vándor en tono amenazador – Y por cierto, si alguna de las siguientes noches decides visitar alguno de los múltiples burdeles que frecuentas y tomas más copas de lo debido, procura mantener callada tu lengua viperina o seré yo mismo quien te la arranque con una tenaza candente.

Krámer sonrió irónicamente a un Názar que lo miraba con desprecio al pasar por su lado. Cerró la puerta tras salir y comenzó a darle vueltas a la cabeza, ya que el animal que debería cazar en esta ocasión podría tener uso de razón, y por tanto sentimientos que podrían jugarle una mala pasada.

La Canción de tevunantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora