Sólomon Vándor despachó con amabilidad a la delegación de Metalfounds, una empresa extranjera dedicada a la obtención de metales, y que con la llegada al poder de Vándor había invertido una ingente cantidad de capital con el fin de monopolizar la extracción de oro, plata, titanio y mercurio.
Pidió al guarda que los acompañase a su hotel, un lujoso centro de ocio y descanso situado en el centro de un campo de golf a tan solo diez kilómetros de Daír, no sin antes disculparse por no poder acompañarles personalmente. Debía atender “unas importantes cuestiones gubernamentales”.
Después se dirigió a su oficina y extrajo del cajón de la mesa el sobre con el telegrama que había recibido apenas unas tres horas antes. Los acontecimientos se precipitaban. Dajín Názar, a quien había mandado llamar por el interfono, acudió enseguida a su oficina. Aún cojeaba por el disparo que había recibido en el muslo de su pierna izquierda.
- ¿Qué tal va tu herida, Názar?
- Bien, señor Vándor, gracias. La bala salió a escasos centímetros del orificio de entrada. Afortunadamente fui alcanzado en el lateral de la pierna, curará en cuestión de semanas.
- Me alegro. – dijo Vándor mientras extraía el telegrama de dentro del sobre y se lo extendía a Názar. – Toma asiento.
- ¿Qué es? – preguntó Názar mientras le daba la vuelta para leerlo.
Vándor no respondió. Názar lo miró boquiabierto cuando comenzó a leer el texto.
- Más de la mitad de los miembros de la Asamblea de Ancianos llega esta noche al aeropuerto de Daír, incluyendo al Portavoz. – dijo Vándor con un gesto de evidente preocupación – Los rumores sobre la existencia de un extenso yacimiento más antiguo que las primeras construcciones de los Khúnar han volado más lejos y más rápido de lo que esperábamos, Názar, y los Ancianos quieren volver a ver Jamna I al igual que visitar el recientemente excavado Jamna II.
- Pero…¡Si van a Jamna II descubrirán lo que se oculta bajo el montículo de tierra, no es posible esconder la torre que el equipo de la doctora Öster sacó a la luz, se notaría una clara diferencia en la textura de la tierra y esos viejos zorros se darían cuenta!
- Ya lo he pensado, Názar. No podemos evitar que entren al palacio enterrado si así lo desean, por tanto debemos ocultar su contenido.
- Muchos de esos hombres han dirigido personalmente las labores de excavación en varios de los yacimientos. – dijo Názar negando con la cabeza – Algunos son verdaderos eruditos en la materia. ¡No podemos provocar un derrumbe en la entrada a la sala de los Túgmot porque sospecharían que tratamos de ocultar algo, y aunque saquemos la momia del rey Marduk encontrarán a los demonios!
- Debes retenerlos en el aeropuerto, necesito al menos un día más para cambiarlos de sitio.
- Es muy arriesgado tratar de mover esas estatuas, señor. – advirtió Názar – ¡Cada una de ellas debe pesar más de una tonelada y el riesgo de que alguna o varias de ellas se rompan es muy elevado!
- Prefiero arriesgarme a perder a unos pocos que a todos ellos. – siguió Vándor mientras miraba a su mano abierta, sobre cuya palma yacía el colmillo de piedra con el que se había hecho en Jamna II. – Ya lo he dispuesto todo. Elevaremos las estatuas utilizando gatos mecánicos, pondremos una plancha con varios cilindros dotados de rodamientos bajo ellas y las trasladaremos a otro lugar. Yo mismo dirigiré la maniobra. Ahora vete, te acompañaré al vestíbulo.
Názar se levantó y siguió a Vándor por el pasillo hacia la puerta del ascensor.
- Recuérdalo bien Názar. – siguió Vándor – Debes retener a los Ancianos al menos un día, el resto correrá de mi cuenta.
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La Canción de tevunant
FantasyEn Jamnagar, un país gobernado por un régimen feudal, un grupo de arqueólogos realiza un asombroso hallazgo, una fortaleza enterrada que guarda las estatuas de varias decenas de gárgolas. Uno de estos formidables seres alados despierta tras un sueño...