Cambio de planes

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Raquel se quitó las botas para sacar la tierra que se había metido dentro durante la excursión nocturna. Estaba en la tienda, junto a sus tres compañeros.  De alguna manera los vigilantes se habían percatado de su ausencia y los habían localizado en el montículo.  Los encerraron en la tienda y establecieron turnos de vigilancia a su alrededor.

Estaba muy nerviosa, las manos le temblaban y no era capaz de volver a atarse las cintas de las botas. Calvin se agachó ante ella y le ayudó a atarlas.

-         Tranquila, no nos van a apartar de la investigación, lo solucionaremos de algún modo, no te preocupes.

Raquel le miró con los ojos llorosos.

-         Es posible, pero no nos permitirán entrar de nuevo en esa construcción enterrada, tendremos que conformarnos con trabajar fuera, y solo ellos entrarán ahí. ¡Cerdos carroñeros! Se han llevado las mochilas, Calvin… las mochilas, la cámara…. Encontrarán el cilindro con el papiro escrito y la figura… no los volveremos a ver. - dijo entre sollozos- Cómo vamos a explicar esto a Álbert, al gusano de Dubois, a…

 Charlie, a quien ni siquiera está situación le quitaba el hambre, comía galletas sentado en la mesa al lado de Richard, quien trataba de dibujar en un papel algunos de los símbolos que había visto escritos en el misterioso papiro.  Charlie cogió media docena de galletas y se acercó a Raquel con una amplia sonrisa.  Se agachó al lado de Calvin y le guiñó el ojo.  Miró a Raquel, cogió tres galletas en cada mano, hizo dos abanicos y alargó los brazos hacia ella. 

-         ¿Qué ves?

-         No hagas tonterías, Charlie, no estoy para bromas- dijo Raquel cabizbaja sin siquiera mirarle.

-         Vamos, mira, ¿qué ves?- repitió Charlie.

-         Galletas, malditas galletas, no tengo hambre Charlie.

Charlie hacía parecer que a veces había dos galletas en cada mano, a veces tres y a veces solo una.  Raquel le miró y sonrió secándose las lágrimas con el dorso de las manos.

-         Vaya, no se te ha olvidado sonreír. - prosiguió Charlie- Y ahora viene lo mejor… redoble de tambores…prrr… vamos, Calvin, ¡que suenen los tambores!

-         Tú no eres normal -  le contestó Calvin,  pero comenzó a imitar un redoble de tambores pegándose con las manos en las rodillas.

-         Ahora, señoras y señores, ¿qué ven en mi mano derecha?

-         Tres galletas. - dijo Richard desde la mesa- No dejas que me concentre con tanto alboroto.

-         ¡Vaya, vaya, el espontáneo agrio del público! Está bien, tiene razón, ¿pero y en la izquierda?

En su mano izquierda había solo una galleta, y un pequeño objeto negro comenzó a deslizarse hacia la parte superior.

-         ¿Un carrete? ¿Mi carrete?- Raquel arrebató de la mano el carrete a Charlie, se puso de pie y tuvo que contener un grito de alegría.

-         Qué demonios… parece que hemos fichado a un ladronzuelo- dijo Calvin dando un manotazo en el hombro a Charlie.

-         Eres una caja de sorpresas, muchacho- Richard se había acercado a ellos, cogió la galleta que había cubierto el carrete de la mano de Charlie y se la llevó a la boca.

-         Lo extraje cuando vi que los buitres subían hacia nosotros.  Estaba oscuro, no se dieron cuenta, lo rebobiné y lo guardé.

-         Pero nos cachearon, hurgaron en todos los bolsillos, en la entrepierna, ¿dónde lo tuviste guardado?  - preguntó Raquel, que no era capaz de estar quieta y andaba de lado a lado de la tienda dando pequeños saltos, sonriendo mientras miraba el carrete.

La Canción de tevunantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora