La calma y la tempestad. Parte 5

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Odnumel observaba Alisa desde la atalaya de la ciudadela, igual que había hecho desde hacía centenares de años. En ellos había conocido tiempos de paz y de guerra, tiempos de felicidad y alegría y también tiempos de tristeza y dolor. Aquella ciudad lo significaba casi todo para él, ya que todo lo que lo unía al mundo residía en ella y sus alrededores. La sola idea de perderla provocaba en él tal aflicción que en algunos momentos le oprimía el pecho casi hasta cortarle le respiración.

Ocatras aterrizó en la atalaya detrás de su padre y se puso a su lado. Pronto comenzaron a hablar sobre la historia de los Gárgol en Alisa, sobre su música y sus leyendas, sus paisajes…hasta que hablar de Marduk se hizo inevitable.

-         Quizá deberías recapacitar, padre.- dijo Ocatras suavemente para no herir la sensibilidad de Odnumel –Si nos enfrentamos a los Khúnar será el fin de nuestra era.

-         No hay otro camino, Ocatras. Debemos aceptar nuestro destino y afrontarlo con valentía y pundonor. No existe escapatoria alguna que no sea la de enfrentarnos a nuestro enemigo y luchar por nuestras vidas y nuestro hogar.

-         ¡Tiene que haber otra manera!- dijo Ocatras elevando el tono de voz, aunque acto seguido se dio cuenta de que ello no conducía a nada –Lo siento. Es que simplemente me resisto a aceptar ese destino que tú consideras ineludible.

Odnumel se sintió ofendido. Iba a tomar una difícil decisión que posiblemente llevaría a su fin a toda su estirpe, y las palabras de su hijo le hicieron sentirse culpable por ello.

-         ¿Y cómo esperas eludirlo? Moralmente me es impensable el unir a los Gárgol a la causa de Marduk, pero incluso en el caso de que tuviese una mente tan retorcida como para hacerlo, ello seguiría significando nuestro fin. Marduk seguirá adelante con sus conquistas y dudo que aceptase que una baza como la de contar a los Gárgol entre sus aliados se negase a pelear por sus intereses. Si no le somos útiles, nos destruirá aprovechando la luz día.  En cambio, yo también podría tomar la decisión de luchar por él. Batalla tras batalla, y suponiendo que sigamos imponiéndonos ante nuestros oponentes, algunos de nosotros iríamos cayendo poco a poco hasta que Marduk exprimiese la última gota del útil fruto que para él significa nuestra raza. Y qué me dices de los Alisios, en qué lugar de tu plan alternativo entran?

-         ¡Yo jamás alzaría mi espada contra mis amigos!  - interrumpió Ocatras enfurecido – Solo digo que…                           

-         También podríamos barajar la opción de escapar igual que hacen las ratas cuando su hogar arde en llamas.- prosiguió Odnumel pareciendo adivinar el pensamiento de su hijo – Ello significaría volver a vivir como lo hacíamos en los oscuros tiempos pasados, huyendo constantemente de nuestros enemigos y ocultándonos durante las horas de sol en las que somos tan vulnerables. Alisa es algo más que nuestra casa, Ocatras, Alisa significa nuestra libertad, y la amistad con los Alisios ha sido la conquista más importante que hemos realizado los Gárgol.

-         ¡Todo esto me duele tanto como a ti, padre, pero si tomamos la decisión equivocada nos extinguiremos igual que la poderosa llama que deja de ser alimentada con nuevos pedazos de leña seca! ¡En pocos días nuestra historia será barrida por los Khúnar como hace el viento con la hojarasca de los jardines!

-         ¡Prefiero un final repentino y glorioso que una lenta agonía que consuma nuestra raza en las brasas de la injusticia y el deshonor!

-         ¡Así sea entonces! – contestó Ocatras más enfadado aún, y se alejó caminando hacia la puerta que daba acceso a la atalaya del palacio.

Odnumel se giró hacia su hijo gritando:

-         ¡Honor Ocatras, honor hasta en la perdición!

Ocatras abrió el pesado portón de madera y chocó contra Gílam, quien acababa de llegar a Alisa y se encaminaba a la atalaya a conversar con Odnumel.

-         Lo siento, Gílam, no me he percatado de tu presencia.

Gílam asintió y se hizo a un lado para dejar pasar a Ocatras. Por el modo en que se alejó, sospechó que había discutido con su padre. Salió a la atalaya y encontró a Odnumel apoyado en la valla de piedra, pensativo y con la mirada perdida en el infinito.

-         Pasa, Gílam, acércate. – dijo el rey sin volver la mirada atrás – La magnitud de este problema turba mi pensamiento.

No fue muy difícil para Gílam adivinar cuál había sido el origen de la discusión entre el rey y su primogénito, por lo poco que había podido oír mientras subía las escaleras.

-         No debes preocuparte, Odnumel.- dijo tras llegar al lado del rey y apoyar las manos sobre la valla – Su corazón es puro, y solo desea el bien para los Gárgol. Aún es joven y la sangre que corre por su interior es más caliente que la tuya o que la mía. Cuando calme su ira verá las cosas de otro modo.

-         No lo sé, Gílam. – respondió Odnumel negando con la cabeza – Como rey de los Gárgol estoy obligado a tomar la decisión que mayor bien nos acarree, pero no encuentro la manera de abrir un claro en el nublado cielo que cubre estos tiempos.

Debo cumplir lo que el corazón me pide, aunque no estoy seguro de que sea lo mejor para los intereses de los Gárgol. Nunca usaré mi fuerza contra mis amigos Alisios, y tampoco los dejaré solos en estos momentos tan difíciles. Debo tomar una difícil decisión y quizá ello implique la necesidad de dar a cada uno de los Gárgol la oportunidad de tomar la suya propia: o luchar junto a nuestros amigos en la que posiblemente sea nuestra última batalla o huir como hace un cordero cuando ve acercarse a la manada de lobos.  

No puedo conducir a ninguno de nosotros a una muerte segura, pero no seré yo el que deje que el nombre y el orgullo de los Gárgol sean mancillados. – golpeó la valla con el puño haciendo que la piedra se cuartease y apretó los dientes con rabia mientras esperaba oír la opinión de Gílam, a quien consideraba uno de los más sensatos entre los Gárgol, sin olvidar a Gróndel.

-         Los Gárgol cumplirán el deseo de su sabio rey, Odnumel, ya que ello ha supuesto nuestra supervivencia. No podemos correr cada uno hacia nuestro lado, sino que debemos mantenernos unidos bajo la tutela de un líder fuerte como el que poseemos. De lo contrario nos dirigiríamos al más triste de los finales.

Por lo que a mí respecta, combatiré a tu lado ante los muros de esta ciudadela hasta que llegue el fin, y como yo lo hará el resto de nosotros. Si este debe ser el ocaso de nuestra civilización así sea, y que cuando nos unamos de nuevo a nuestros antepasados lo hagamos con una sonrisa en la boca, con la cabeza alta y con la mirada dirigida al frente. Que nos dirijamos a ellos con nuestra dignidad y nuestro honor intactos y no que seamos incapaces de mirarles a los ojos después de haber derramado por los suelos el orgullo de nuestra raza.

Los dos poderosos Gárgol se pusieron el uno frente al otro y Odnumel tendió el brazo hacia Gílam. Este cogió con fuerza el antebrazo de su amigo y en su rostro pudo ver de nuevo la expresión del que se siente tranquilo con su conciencia.

-         Será un honor guiar a los Gárgol a luchar por enviar a esas víboras al infierno.- dijo el rey.

La Canción de tevunantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora