El fin de una era. Parte 6

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Gílam, seguido por Lémik, Atian, Belos y Solmos surcaba el cielo tan rápido como sus alas le permitían. Poco antes de vencer la brecha que dividía a las dos Torres, Atian y Belos se vieron obligados a descender. Sus miembros comenzaron a tornarse rígidos y no tuvieron más remedio que tomar tierra. Después fue Solmos quien tuvo que descender al pie de una de las Torres.

Gílam y Lémik surcaron la brecha y divisaron la brillante superficie del lago Odei. Entonces Lémik comenzó a perder altura, trató de tomar una corriente ascendente pero su peso era ya demasiado grande como para que la superficie de sus alas lo soportase.

Gílam vio descender a su amigo, apretó los dientes tratando de obviar la casi total rigidez de sus manos y antebrazos y consiguió tomar la corriente ascendente. Ya sobre la superficie del lago, plegó sus alas y recogió las rodillas contra el pecho. Un sueño ininterrumpido de más de dos milenios le separaba del anochecer en que volvería a ver la luna.

La Canción de tevunantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora