Gílam, seguido por Lémik, Atian, Belos y Solmos surcaba el cielo tan rápido como sus alas le permitían. Poco antes de vencer la brecha que dividía a las dos Torres, Atian y Belos se vieron obligados a descender. Sus miembros comenzaron a tornarse rígidos y no tuvieron más remedio que tomar tierra. Después fue Solmos quien tuvo que descender al pie de una de las Torres.
Gílam y Lémik surcaron la brecha y divisaron la brillante superficie del lago Odei. Entonces Lémik comenzó a perder altura, trató de tomar una corriente ascendente pero su peso era ya demasiado grande como para que la superficie de sus alas lo soportase.
Gílam vio descender a su amigo, apretó los dientes tratando de obviar la casi total rigidez de sus manos y antebrazos y consiguió tomar la corriente ascendente. Ya sobre la superficie del lago, plegó sus alas y recogió las rodillas contra el pecho. Un sueño ininterrumpido de más de dos milenios le separaba del anochecer en que volvería a ver la luna.
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La Canción de tevunant
FantasyEn Jamnagar, un país gobernado por un régimen feudal, un grupo de arqueólogos realiza un asombroso hallazgo, una fortaleza enterrada que guarda las estatuas de varias decenas de gárgolas. Uno de estos formidables seres alados despierta tras un sueño...