El intento. Parte 2

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Mitán Duono, quien trabajaba como guarda en la sede gubernamental de Daír, salió temprano de casa, como lo hacía cada mañana. Caminó tranquilamente por las calles de la ciudad hasta llegar al centro y se dirigió al edificio gubernamental. Enseñó su tarjeta de identificación al guarda que había en la puerta, quien seguía el protocolo de seguridad a rajatabla a pesar de que veía a Mitán casi todos los días de la semana.

Tras atravesar la entrada Mitán se dirigió a la recepción, donde le esperaba su compañero.

-         Hola Mitán, hace un día soleado, ¿eh?

-         Buenos días Romi, ¿qué tal va la cosa?

-         Decentemente. Por cierto, - dijo Romi tras mirar hacia la puerta y asegurarse de que nadie les escuchaba – el ogro de Vándor no estará en el edificio en todo el día, ha tenido que viajar, y Vistum me ha preguntado si nos importaría subir a hacer la guardia una hora antes. Es el cumpleaños de su sobrino y le gustaría acudir a la fiesta.

-         Por mí no hay problema, ¿pero quién vigilará los monitores mientras tanto?

-         No te preocupes por ello, el compañero de Vistum permanecerá ante ellos durante todo ese rato.

-         Bien entonces. Hoy por ti, mañana por mí.

Así pues, los dos hombres tomaron el ascensor para dirigirse a las plantas superiores.

-         Apaga el cigarrillo, Romi, ya sabes que arriba cualquier cosa hace saltar las alarmas.

Romi asintió mientras aspiraba el humo de la última calada. Después echó el cigarrillo al suelo, lo pisó y lo empujó con el pie hacia la rendija que daba al hueco del ascensor. Mitán rió e hizo un gesto de negación con la cabeza.

El ascensor se detuvo en la penúltima planta, donde se encontraba la habitación más vigilada del edificio. Su puerta se podía abrir marcando en el panel de mandos un código numérico que solo Vándor conocía, y dos guardas vigilaban constantemente la entrada.

Los dos hombres salieron del ascensor y caminaron por los pasillos hacia donde se encontraban sus compañeros. Justo antes de doblar la esquina que daba al pasillo donde se ubicaba la puerta de entrada a la misteriosa estancia, Mitán se agachó y se detuvo para recoger una colilla que había pegada al rodapié.

Romi siguió adelante y dobló la esquina, donde se detuvo mirando con perplejidad hacia el fondo del pasillo. Vio a los dos guardas tumbados en el suelo, y a dos individuos vestidos con ajustadas prendas negras y una capucha del mismo color que trataban de forzar la cerradura de la puerta con un taladro de mano. Uno de los encapuchados lo vio, y antes de que Romi pudiera reaccionar extrajo una pistola con silenciador y lo abatió mediante tres certeros disparos.

Mitán vio caer a su compañero y escapó corriendo hacia los escalones que había al lado del ascensor. Hizo sonar la alarma pulsando un botón que había a media altura del pasillo y se abalanzó por las escaleras esquivando por poco los disparos que uno de los ladrones había dirigido hacia él desde el fondo del pasillo.

Abajo, en la entrada del edificio, dos sirenas comenzaron a sonar justo cuando Dick Krámer atravesaba la puerta. Llamó al guarda que se encontraba en la recepción y le ordenó que avisara al personal que vigilaba el exterior del edificio.

-         ¡Que nadie salga de aquí! ¡Avisa a los guardas del exterior y también a los de la azotea!

-         ¡Sí, señor! ¡No se preocupe, Názar también se encuentra en el edificio, no podrán escapar!

La Canción de tevunantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora