El colmillo. Parte 2

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Sólomon Vándor había conseguido convencer a los miembros de la Asamblea de Ancianos de que lo acompañaran a una lujosa cena, después de visitar los lugares más pintorescos de la ciudad de Daír. Visitarían Jamna I y Jamna II al día siguiente.

A esas horas, disfrutaba de un placentero baño en su apartamento privado, situado en uno de los pisos más altos de la sede gubernamental en Daír. Había llenado de agua muy caliente la lujosa bañera que ocupaba más de la mitad del baño, y mezcló sal de frutas con jabón para llenar la superficie de espuma.

Encendió varias velas que inundaron la habitación con su tenue y cálida luz. Luego abrió una botella de Möet Chandon y llenó una copa que dejó sobre la repisa de la bañera. El Canon de Pachelbel sonaba cuando se quitó el albornoz de terciopelo y entró en el agua.

Permaneció tumbado con la cabeza fuera durante más de dos horas. Se encontraba más que relajado y solo el suave sonido del aire rompía el tonificante silencio que reinaba en el apartamento.

Sonrió al pensar en los beneficios que le reportaría el tener bajo su mando a dos poderosos Túgmot. Pronto sería Portavoz de la Asamblea de Ancianos, y con el tiempo conseguiría hacer de Daír tanto la capital más hermosa de Jamnagar como su centro financiero más importante. Bajo su tutela, la ciudad gozaría de un inmenso esplendor y todo Jamnagar lo aclamaría como uno de los más grandes dirigentes de su historia, incluso por encima del legendario rey Marduk.

“El pueblo elevará monumentos en tu nombre, y se lanzará a las calles a adorarte cuando visites las ciudades más importantes”, se decía a sí mismo en sus pensamientos, volviendo a repasar una y otra vez las imágenes que casi creía ver, enalteciéndolas cada vez más.

Salió de la bañera, se secó y peinó el pelo concienzudamente y después se rasuró la barba. Por último se perfumó y se dirigió a vestirse a la habitación. El ventanal que daba al balcón estaba abierto pero el aire que entraba era cálido y agradable. Vándor suspiró con satisfacción. No le dio importancia al hecho de que las nubes se hubieran alejado de la luna mientras había estado en el baño.

Pero sí hubo algo que llamó su atención, algo que colgaba del estante sobre el que había dejado el colmillo de piedra, algo que se asemejaba mucho a una gota de sangre seca. Se acercó apresuradamente a los estantes y el vello de su nuca se erizó cuando comprobó que la sangre provenía de la base del colmillo. Lo cogió en la mano. Ya no era de un color marrón terroso, sino que brillaba con el intenso color del marfil.

Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando la silueta de un gigantesco ser alado cubrió la luz que entraba por el ventanal, proyectando sobre Vándor su sombra mortal.

El colmillo rodó sobre la palma de su mano y cayó sobre la alfombra.

La Canción de tevunantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora