La calma y la tempestad. Parte 1

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Desde lo alto de la colina, Erin divisaba de nuevo Alisa tras varios días de ausencia.

El ejército que dirigía formó para que cada hombre observase la ciudad y sintiese la calidez y belleza que rezumaba.

Los campos de cultivo y los prados que la rodeaban eran ocupados únicamente por animales que pastaban tranquilamente, ajenos a las preocupaciones de sus amos, ya que la cosecha había sido completada. Sin embargo, los caminos y calzadas que surcaban el campo se encontraban atestados de carros que traían víveres, madera y piedra para la ciudad.

A medida que el ejército se acercaba a la ciudad, miles de ciudadanos comenzaron a ocupar la parte alta de la muralla externa. Gritaban el nombre de Alisa al unísono haciendo que la moral de los fatigados soldados se elevase y acelerasen su marcha.

Una comitiva salió a recibirlos a caballo. Dos jinetes se acercaron a Erin para informarle del estado de la ciudad.

-         Saludos, Erin, sed bienvenidos. Alisa os felicita por vuestra victoria, a ti y a todos aquellos que te acompañaron. Los Gárgol nos relataron todo lo acontecido, hasta el último detalle.

-         Gracias, caballeros de Alisa. Contadme, ¿cuál es la situación?

-         Cientos de campesinos llegan a diario a la ciudad, entre ellos también multitud de albañiles y herreros. Los ciudadanos los alojan en sus casas y por ahora todos ellos tienen comida y un lugar donde dormir. Como habrás podido ver, el grano ha sido cosechado y la paja retirada. Ahora mismo se trabaja ininterrumpidamente en la fabricación de armas y en la recolección de víveres.

-         Estupendo, ¿y qué información tenemos de Iriana y Arcas?

-         Lémik, Rédner y Kan volaron hacia Iriana hace dos noches. Las llamas la habían consumido tras la invasión de Marduk y quedaban poco más que cenizas y muros derruidos. A lo lejos divisaron una segunda columna de humo perteneciente a Arcas. El ejército de Marduk descansaba en la Llanura de las Águilas, listo para partir al día siguiente.

-         ¿Y las máquinas de guerra?

-         Las portan en piezas. Parece ser que las desmontan para su transporte, haciéndolas menos vulnerables a los ataques que la columna del ejército sufra durante el viaje.

Siguieron avanzando hacia la ciudad cuando Góntar se adelantó a la posición de Erin.

-         ¡De nuevo en casa!- dijo alegremente – ¡Uhm, huelo desde aquí el estofado de cordero que prepara mi mujer para esta noche!

Erin sonrió mientras se acariciaba la barbilla con la mano.

-         No te preocupes Erin.- siguió Góntar –El destino está ya escrito a estas alturas, disfruta de estos pocos días de calma que nos regalan los dioses ya que probablemente serán los últimos.

-         Estás en lo cierto, viejo amigo, todos y cada uno de nosotros debemos disfrutar antes de que llegue la tempestad. Disuelve el ejército, Góntar, que cada hombre disfrute de la compañía de sus allegados durante dos días. Convócalos de nuevo ante los muros de la ciudad a la llegada del segundo amanecer.

-         ¿Estás loco? ¡Muchos de ellos huirán, no podremos hacer frente a Marduk de ese modo!

-         Confía en ellos, Góntar, aman esta tierra tanto como tú o como yo. Dime, ¿cuál sería la diferencia entre Marduk y yo si los obligase a quedarse? Yo me quedo por voluntad propia, y así lo hará todo aquel que decida quedarse a luchar por su hogar.

-         Eres imprudente, Erin, pero he de reconocer que he conocido a pocos hombres tan justos como tú.

La Canción de tevunantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora