Resistencia. Parte 2

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Amaneció en el humeante campamento de los Khúnar, donde los hombres trataban de recuperar la calma después de que los Gárgol se hubiesen retirado. Miles de hombres trataban de reconstruir la empalizada e intentaban levantar de nuevo las tiendas tiradas por los Alisios durante la noche, aunque muchas de ellas eran poco más que jirones de tela unidos a palos y cuerdas maltrechas. Nubes de polvo recorrían de lado a lado el campamento empujadas por el fuerte viento que azotaba la llanura, haciendo que el panorama en algunas partes fuese más desolador si cabe.

Rávnar salió de su tienda con el amanecer. Consiguió descansar durante unas horas, siguiendo el consejo de Thoron. Caminó hacia el centro del campamento junto a varios de sus hombres. Allí los Khúnar habían instalado su pira funeraria, y por su tamaño parecía que los caídos durante la noche no habían sido pocos.

Pasó cerca del otrora majestuoso carro de combate de Marduk. El día anterior el rey de los Khúnar se sentaba en un lujoso trono instalado sobre el mismo y observaba con orgullo el grueso de sus tropas. Ahora el carro era un amasijo de madera y metal cubierto de cadáveres de soldados Khúnar, y en el trono yacía el cuerpo del hombre que había sido enviado a hablar con los Gárgol la noche anterior. Había sido decapitado y su cabeza colgaba de un extremo del trono atada mediante una de las elegantes telas de seda que confeccionaban su traje.

Bajo el trono, y escrito con sangre, se podía distinguir perfectamente la palabra “COBARDE”. Marduk no tardó en enviar a unos hombres a quemar aquel objeto de desafío y vergüenza en el que se había convertido su carro de combate.

Rávnar siguió caminando hacia una parte del campamento que no había sido afectada por el ataque. Allí entró en una gran carpa donde Marduk había congregado a todos los mandos que conformaban su ejército. Se respiraba un ambiente tenso. El silencio reinaba en el interior de la tienda y Marduk esperaba pacientemente a que llegasen todos aquellos a quienes había mandado llamar.

Rávnar miró al rey con disimulado desdén. “He ahí al rey de los Khúnar” - pensó – “ El orgulloso caudillo que se oculta durante la noche de su enemigo abandonando a su suerte a sus hombres. ¿Permitirá ahora que construyamos una empalizada completa y más fuerte, o pensará lo mismo que ayer cuando espetó que 300.000 hombres eran suficiente empalizada para contener a una manada solitaria de lobos como la de los Alisios? Estúpido, no creyó a los Alisios capaces de atacar, pensó que el ingente número de enemigos que tenían delante les disuadiría de tal idea, y que solo los Gárgol tomarían la iniciativa. No existe peor dirigente que aquel que no conoce a su enemigo. Las victorias han alimentado su ego hasta tal punto que este reventará de gordo”.

En la tienda el silencio era roto ya por el murmullo de algunos de los altos mandos. A su lado, Rávnar oía por lo bajo la discusión entre dos hombres:

-         ¡Deberíamos retrasar nuestra posición y esperar a Vedira! ¡Esto se convertirá en un infierno si las cosas siguen igual!

-         ¡No digas tonterías! – respondía el hombre que se sentaba a su lado – Solo ha pasado un día, los Alisios también han perdido a muchos hombres. ¡Hoy caeremos sobre la muralla como lo haría un águila sobre un indefenso conejo!

Segundos después, Thoron entraba en la tienda acompañado por un hombre con un brazo en un cabestrillo. Se sentó al lado de Rávnar tras dirigirle un escueto saludo y permaneció en silencio. A su lado, el tono de voz se elevaba entre algunos de los demás comandantes.

-         ¡Silencio! – gritó el hombre que se sentaba al lado de Marduk. – Se trataba de uno de los Hurones, los siniestros gemelos que escoltaban a Marduk día y noche, y miraba hacia los allí reunidos con gesto amenazante – El rey está consternado, ha perdido a uno de sus sobrinos en la batalla. Concretamente el hijo de su hermano mayor, Demek, ha sido asesinado por los Túgmot. Las tropas de los laterales del campamento no acudieron cuando era debido y los Alisios consiguieron penetrar hasta la tienda donde descansaban varios familiares a los que el rey tiene en gran estima. ¡Si algo así volviese a suceder alguien pagará el precio con su sangre!

La Canción de tevunantDonde viven las historias. Descúbrelo ahora