XXVI

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—¿Cuanto tiempo sin verlo?

Jimin picó sus costillas con los dedos para tratar de persuadir a Taehyung y que le dirigiera la palabra de una vez por todas. Con su rostro acobijado por ambos brazos sobre el banco, creando un refugio que sólo él podía quebrar, contestó.

—Una semana.

—Bastante... —esbozó su compañero tratando de acercar más su banco al del menor. Las patas de la silla rechinaron, pero el bullicio del aula era un escape perfecto. Hora libre, su preciado descanso luego de hacer un examen que les fundió los sesos.

Un examen para el que Taehyung no estudió.

—¿Y no te llamó? —El menor asintió aún dentro de su pequeño nido deshecho, sintiendo una lágrima traicionera bajando por su mejilla para luego caer sobre la mesa de madera. Podría jurar que había brillado con tristeza, pero a penas tenía una visión del mundo real allí dentro. Suspiró fuerte tratando de controlar esas inmundas ganas de estallar en colores negros. —¿Cuántas veces?

—Compruébalo tu mismo. —Se levantó por unos segundos para quitar el celular de su bolsillo y se lo tendió, logrando que quede con el mentón apoyado sobre sus muñecas. En seguida el aura rosada de Jimin brilló con intensidad, sus ojos negros cual carbón parecían tener ciertos puntos blanquecinos y el cabello peinado tan bien como el de los mismos dioses. Cada día su aura era más y más bella.

Jimin abrió la boca sorprendido, bajando su dedo por incontables segundos dentro de la casilla de llamadas.

Eran, al menos, unas ciento veinte.

—¡Te llamó un montón! ¡Y te está llamando ahora! —Exclamó viendo como en la pantalla aparecía el nombre de Jungkook y diversos iconos moviéndose de manera estrepitosa, estaba en vibrador. Esperó unos segundos hasta que desistió, dejando a Taehyung dentro de una brumosa mucho más pesada y oscura, porque el pelinegro quería contactarse, quería tantas cosas que no entendía.

Y Taehyung las quería.

Pero también quería a Jungkook vivo.

—No quiero hablar con él... —Jimin asintió no muy convencido, viendo como al bicolor se le llenaban nuevamente sus cuencas de lágrimas. Como todo el día, como los últimos siete días en lo que todo era un suplicio eterno. Porque recordaba en carne propia esos roces plasmados en cariño, esos labios rosados que lo hicieron volar sobre los cielos más elevados y los pómulos carmesí que llenaba de dicha su mirada.

Pero también recordaba el horripilante dolor de Jungkook.

La herida en su pecho por el carbón quemando...

Su madre lo regaño por haberse escapado de la casa, y juró no hacerlo nunca más, obviamente. Sin embargo tenía su forma sentir cierta dicha a escondidas porque su hijo comenzaba a socializar, quizá a tener alguna novia que no quería presentar por timidez. Llegó a su casa a las cuatro de la mañana, e intentó trepar por los ladrillos pero le fue imposible.

Jungkook no lo acompañó.

Pero fue porque Taehyung no lo dejó.

Terminó tocando el timbre, ocultando su brazo sano debajo de un suéter que no era suyo.

—Sigo creyendo que pueden solucionar sus problemas, se nota que te importa. Y que le importas. —Susurró lo último viendo como el celular volvía a vibrar sobre su mano, mientras que el nombre de Jungkook giraba en la pantalla, anunciando. El bicolor sólo se dedicó a negar nuevamente, su compañero no tenía idea alguna de los detalles desastrosos, tampoco pensó en decirlos. De seguro se alejaría de él por parecer un lunático. —Me harté. Me vas a agradecer.

Heterochromia • ADAPTACIÓN • JJK + KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora