XXVII

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Lo primero que sintió al despertar fue un asqueroso dolor en el ojo celeste, un ardor inhumano que lo hacía delirar. Pero debieron pasar algunos segundos hasta que pudo retomar una consciencia estable, alguna que lo ayude a subir su mano al rostro para entender que estaba ocurriendo. Aún con los párpados cerrados palpó ambas mejillas y sintió un cálido líquido recorrerlas, luego captó diferentes cosas. Voces extrañas a su alrededor, algún ritmo tenor que no conocía a ciencia cierta. Intentó hacer algo más, necesitaba algún indicio para sacar conclusión de su paradero.

Notó luego de varios segundos que se encontraba sobre una superficie acolchada.

Intentó moverse, el calor se hacía cada vez más arduo. Sentía llamas ardientes cerca de su cuerpo pero no podía recordar absolutamente nada. Sólo su debilidad al borde de generar la peor de las catarsis.

Cuando sus dedos temblantes llegaron a su párpado, notó que estaba cubierto con algo parecido a una venda.

—Está despertando... —Una voz desconocida y calmada sonó a su izquierda, algo que lo asustó por leves segundos. Las gotas de sudor bajaron con más intensidad, en seguida la otra voz se detuvo. Y pasos atolondrados caminaron hacia él, escuchó una respiración forzada y músculos que tronaban con ímpetu. Entonces una mano que conocía muy bien se posó sobre su mejilla con sumo cuidado, tratándolo como un fino objeto de cristal a punto de romperse.

Taehyung abrió su ojo marrón encontrándose con Jungkook.

—Por fin despertaste... —Le regaló una media sonrisa cansada, totalmente agotada. Su rostro tenía rasguños y marcas de lo que parecía ser pintura dorada, pero ambos sabían bien que no lo era. Intentó parpadear pero el terrible dolor en su ojo celeste lo hizo delirar, tanto que chilló de manera leve encerrando la mano de Jungkook entre su puño. La venda estaba sostenida con fuerza insana especialmente para que no haga aquello. Vio al pelinegro negar lentamente, no tenía remera puesta debido al calor, y le sonrió con cariño antes de dejar un beso tierno sobre su mejilla. —No muevas ese párpado, estás lastimado.

Taehyung en seguida observó sus dedos manchados con dorado y supo que la sangre de la alucinación no era falsa, en lo absoluto.

—¿Don... Dónde estamos? —Susurró por primera vez con los labios resecos, tratando de encontrar un número para las veces que había despertado de la inconsciencia con Jungkook a su lado. Sin duda eran muchísimas más de las recomendadas. Fue allí cuando pudo detallar su costado con el ojo marrón, se encontraba acostado sobre un sofá café oscuro muy cómodo. Pero no era el departamento de Jungkook, era una casa. Se encontraban en el living, la chimenea amplia de piedra gris encendida. Las paredes estaban recubiertas con madera brillante y parecía todo muy ordenado y limpio, bello a decir verdad. Tragó saliva cuando se topó con un pelinegro sentado al lado del fuego, mirándolo.

Tenía tres pares de alas...

—¿¡Qué carajo!? —Exclamó Taehyung sentándose de golpe sobre el posa brazos del sillón, y siendo testigo de como el joven de tez tostada y de cabello peinado perfectamente hacia delante mostraba una enorme sonrisa que mostraba diversión y ternura, como un combo de emociones dentro de algo que no estaba permitido. Jungkook le tomó la mano con cuidado para tratar de tranquilizarlo.

—¿Pensabas que Jungkook era el único o qué? —Cuestionó aún con esa sonrisa extraña y a penas se colocó de pie Taehyung clavó su visión en las alas que pretendían cubrir sus pies. Nunca antes las había visto en Jungkook, sin embargo notó que tenía pocas plumas, como si en cualquier momento caerían en los abismos. Tragó saliva totalmente escandalizado cuando el Serafín le tendió la mano, en un gesto sumamente encantador. —Me llaman Namjoon.

Heterochromia • ADAPTACIÓN • JJK + KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora