Señorita

819 61 6
                                    

Camila Cabello era una chica que la mayor parte del tiempo se la pasaba trabajando arduamente en una pequeña cafetería a las afueras de Miami. Su infancia había sido dura por lo que ahora solo quería dejar su pasado atrás y vivir viendo siempre hacia el frente.
Sin distracciones y mucho menos problemas.
-Camila, cielo ¿Qué tal tu mañana?-. Elena la cocinera robusta y cariñosa saludo a la latina.

-Hola, Eli. Muy buenos días fue de maravilla. Estoy por terminar de pagar las deudas de este mes y ya quiero que empiece el día-. Aliso su vestido que era parte de su uniforme rosa con sus manos, para después con su liga hacerse un moño en la cabeza.
Camino hasta Elena y le dio un tierno beso en la mejilla.

-¿Y tu abuela?, Sigue mejor-. Al escuchar la pregunta Camila no pudo evitar recaer en la tristeza al recordar la situación de su abuela, quien padecía últimamente tenía graves problemas con su memoria.
El Azhaimer estaba iniciando lo que tenía a Camila todo el tiempo al borde de la preocupación.

-Ella esta bien, aunque cada vez más olvida las cosas-. Se recargo con los brazos cruzados en una de las encimeras de la cocina a lado de Elena quien picaba zanahoria de una manera que impresionaba a cualquiera.

- Ay cariño, no sabes cuanto lo siento. ¿Puedo ayudarte en algo?-. Pregunto la cocinera con expresión preocupada lo que hizo que Camila se sintiera grata por tener a alguien en quien apoyarse.

-No, estoy bien por ahora. Solamente quiero un poco de distracción y que todo esto termine-. Suspiro pero nunca sin pensar de manera negativa. Sabía que mostrar una sonrisa para todos los clientes sería clave para que sus deudas dejaran de existir.

-Bueno mi niña, empecemos este día ahora. Toma esos platos y llévalos a la pareja de la última mesa-. Camila asintió con una sonrisa y salió del acalorado lugar. Tres platos perfectamente ubicados en su brazo izquierdo mientras ella tarareaba una canción que hace poco había escuchado. Para Camila la música era un lugar en el que podía refugiarse de todo aquello que alguna vez la lastimo. Era un lugar el cual se volvía tan personal que no podía resistirse a escribir todos aquellos sentimientos que llevaba reservados en su corazón.

Llego hasta la mesa y le sonrió a la pareja.

-Muy buenos días, ¿los panqueques y los huevos son de ustedes?-. Pregunto, a lo que el chico asintió así que tomo uno de los platos que posaban en su brazo y los puso delante de ellos.

En algún momento se sintió extraña, como si algo o alguien la estuviera mirando. Y no podía dejar se sentirse tensa, así que con su mirada busco eso que la incomodaba.

Por su parte Shawn se encontraba distraído en sus pensamientos cuando sintió un golpe en el pecho. Calum mejor amigo le había lanzado un paquete amarillo lo que hizo sonreír al castaño. Lo tomo entre sus manos y lo abrió.
Su felicidad fue más evidente cuando un fajo de dólares brillo entre sus ojos.

-Vladimir esta feliz por tu trabajo. Lo estas haciendo ganar mucha plata, lo que significa que tu también lo haces. Sigue así Mendes y tendrás a todos esos perros a tus pies-. Shawn rodó los al escuchar las palabras que el rubio de ojos azules le dijo.
El que la mafia lo estuviera manteniendo económicamente bastante bien no significaba que sintiera ese lugar como el lugar al que quisiera pertenecer.
Solo era su mina de oro y haría lo que fuera contra quien fuera para explotarla tanto pudiera.

- ¿Y tú crees que eso me importa?-. Pregunto el castaño mirando aún de manera ambiciosa como los billetes bailaban en sus manos. Tan tentadores y odiosos que de alguna manera hacían odiar como se sentía cuando lo tenía en sus manos.
Pero Shawn estaba ahí por algo más que un fajo de dinero.
El anhelaba que ese dinero se volviera sangre y que fuera del mismo jefe a quien tenía muy feliz.
Solo esperaba el momento adecuado para acabar con toda la mierda que lo estaba acorralando.

SeñoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora