Te odio.

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- Escucha pequeña, irás con tus abuelos ¿okay?, Yo te buscaré después y te juro que iremos juntas a la playa ¿Está bien, nena?-. Camila miró a su mamá de mala gana, su madre esa mañana le habría prometido que la llevaría a nadar un rato en las playas cubanas, pero por alguna razón que desconocía parecía que tardarían tiempo para ir.
Camila disgustada frunció el ceño, hizo un puchero y cruzo sus pequeños brazos sobre su pecho.

- Pero mami, tú prometiste que sería ahora, yo quiero ir ahora-. Se quejó con sus coletas bailando cuando golpeó con sus sandalias el suelo.

- Nena, lo siento pero no se puede. Tienes que ir con tus abuelos ahora Camila. Por favor-. Suplico su mamá con la mirada aterrada.

-¿El abuelo José me puede llevar y tú después no alcanzas?-. Pregunto animada. Su mamá levantó la vista hasta sus abuelos quienes se miraron entre sí. Aunque para ser verdad ninguno de los dos parecía querer hacerlo.
Camila ese día no iría a la playa.

- Si, talvez. Escúchame okay. Eres una niña hermosa mi amor, y estoy muy orgullosa de ser tu mamá y quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado Camila. Eres mi ángel y siempre lo serás. Te amo y te amaré toda mi vida-. La mamá de Camila la tomó de la cintura y la acercó a su rostro. Camila sonrió con las lindas palabras que su mamá le había dicho, le sonrío ampliamente dejando al descubierto los dos dientes delanteros que le faltaban.

- También te amo mami-. Sé sintió confundida cuando su mamá dejo salir algunas lágrimas. Camila no soportaba ver a su mamá llorar por lo que la abrazo por el cuello con sus pequeños brazos.

- Te amo mi amor. Te amaré siempre bebé-. Susurro mientras acariciaba su cabeza y sentía el pequeño corazón de la niña golpear su pecho.

- Y yo te amaré hasta el infinito-. Grito animada la pequeña Camila lo que hizo que su mamá riera aún cuando las lágrimas bajaban por sus mejillas.
La soltó y su mamá beso toda su cara. Después la tomó de la mano y la llevo a un lado de sus abuelos.

- Los alcanzaré pronto -. Dijo su mamá.

Camila ya quería llegar a la playa y nadar con sus flotis. Había pasado las últimas semanas practicando con ellos en una pequeña alberca que sus abuelos le habían comprado de regalo. Esta sería su oportunidad para poner en práctica lo aprendido.
Era una lastima que no se pudiera efectuar lo planeado.

- Karla, ten cuidado cariño. Aún sigo en contra de que vayas a hablar con él -. Dijo su abuela preocupada.

Camila se mantuvo mirando un gato que estaba encima de la barda de sus vecinos los Ortega. El mínino le devolvió la mirada serio. Camila le sonrío esperando a que el gato hiciera lo mismo pero la respuesta fue la misma.

- Ven pequeño platanito. Nos vamos-. Su abuelo la tomó en los brazos y la llevo hasta su auto. La sentó en el asiento especial para ella y la aseguro con el cinturón.

- ¿Lista?-. Pregunto si abuelo.

- ¡Si!-. Levantó los brazos divertida.

Su abuelo rió, le dió un pequeño beso en la frente y cerró la puerta.
Por la ventana Camila miró a su mamá quién abrazaba a sus papás pero lo que no entendía aún era la razón por la cual lloraba si la vería más tarde.
Después recordó que su mamá había pasado las últimas semanas muy triste y quizás aún seguía estandolo.
Pero la playa ayudaría a cambiar su estado de ánimo pensó Camila.

Sus abuelos caminaron hasta a el auto y entraron.

Su mamá la miró desde afuera mientras se limpiaba las lágrimas.
Camila le volvió a sonreír y le mando pequeños besos con sus manos.

SeñoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora