Herido

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Parte 2.

- Lamento no poder haber ido esta mañana Eli, tuve algunos problemitas pero iré más tarde.
Puedo ayudarte con la limpieza, lo que sea. No importa-. Camila removió con la punta de su convers blanco el barro que se acumulaba alrededor del poste del teléfono público que había tenido que recurrir.
La línea telefónica tardaría en restablecerse después de que hubiera tenido que pagar la deuda.

-¿Pero que pasó?, ¿Tu abuela está bien?, ¿Tú estás bien?-. Pregunto preocupada. Sonrió desanimada a la nada.
Realmente no sabía si se encontraba bien, ya que su estado emocional estaba cayendo cuesta abajo por un acantilado. Las cosas empeoraba, después podía lograr un rayo de esperanza. Pero sin poder evitarlo la salida volvía a cerrarse y llenarla de oscuridad.
En ese momento se sintió atrapada y con ganas de desmonorarse.
Podría mostrarse valiente con el mundo exterior.
Pero su mundo estaba enterrado metros abajo acabando con la fe que tenía puesta en un futuro bueno.
Asintió lentamente y la línea se volvió silenciosa.

-¿Camila, cariño?, ¿Sigues ahí?-. Una lágrima rodó por su mejilla y levantó la vista para ver si alguien la miraba.
Estaba sola, a salvó.

- Uhumm-. Respondió por lo bajo.

- Cuéntame cariño, ¿Necesitas ayuda?-. Insistió la mujer.

- Estamos bien-. Respondió a través del enorme nudo que ahogaba su garganta.
Le costaba hablar y no quería que Eli supiera lo que pasaba.
Siempre había huido y escondido todo su pasado por temor a que las personas supieran lo que era.
Sería juzgada y señalada, como tiempo atrás pero ahora no podría volver a soportarlo.
Prefería vivir debajo de un puente antes de que los que la llegaron a conocer se enterarán de lo que era.
El recuerdo de su abuela volvio a atacar su mente y no pudo reprimir las ganas de gritar y pedir algo de ayuda.
Todo pronto se volvía demasiado para ella y era como si el mundo estuviera dispuesto a acabar con su miserable vida.

- Solamente quiero saber si puedo ir por la noche. Sé que el turno de la media noche está disponible y yo podría trabajar. Rosa, mi vecina cuidará a mi abuela hasta mañana-. Enredo su dedo en el cable y lo dejo libre de nuevo quedando en un espiral que se deshizo lentamente.

-¿Media noche?, Camila cielo, pero qué dices. No piensas doblar turno, ¿o si?-. Lo que significaba que duraría toda la noche y el resto del día trabajado. Era viernes por la noche. La clientela era recurrente lo que significaba dinero, que resolvía deudas.
Tenía que sacrificarse para tener la comida de la semana siguiente.

- Necesito el dinero-. Confesó cerrando los ojos con fuerza. Era como una humillación para ella aceptar que las condiciones en las que vivían ella y su abuela no eran las mejores. 

- Pero, ¿no me habías dicho que ya tenías el dinero?-. No pudo evitar sentirse realmente mal.- Oh por Dios, mi niña dime qué no has gastado el dinero que usarías para la universidad, Camila-. Mordió su labio con fuerza para evitar soltarse en llanto. Gran parte del dinero que había ahorrado para la universidad había desaparecido en pagos por deudas. El sueño de ir a la universidad de música en Nueva York se veía más lejano e inalcanzable que nunca. Esa era una de sus principales metas pero poco a poco el camino cambiaba a una dirección que no era para nada a lo que quería llegar. 
Volvió a ver la calle notando a un chico a lo lejos quién la miraba del otro lado de la calle.
Su respiración se cortó.

- Elena, se terminará mi turno. Estaré más tarde ahí, ¿Vale?-. Respondió asustada.
Y antes de que la mujer pudiera objetar colgó.

Tomó su pequeño bolso por la correa con fuerza dando camino a la zona pública más cercana.
Sus pasos eran rápidos y su corazón golpeaba su pecho con fuerza. Su respiración se agitó y volteo para ver al hombre.
La estaba siguiendo.
Caminar ya no era suficiente así que corrió poco a poco volteando de vez en cuando.
La calle estaba concurrida por coches. Muchos de los peatones se mantenían en la banqueta esperando a que el semáforo cambiará a rojo para poder seguir.
Pero Camila no podía detenerse, el hombre cada vez llegaba a estar más cerca de ella y temía por su vida.
No volvería a ese lugar.

SeñoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora