Sin salida.

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La respiración de Camila estaba fuera de control y no podía tomar suficiente aire para mantener sus pulmones oxigenados.
Su frente estaba empapada y sus piernas estaban cansadas y más pesadas que de costumbre.
Había sido una buena noche pero la realidad volvía a hacerse presente, lo que la llevaba al punto de partida.
Otra vez.
Camino hasta la puerta de su casa y exhaló lo poco que había logrado retener. Los escalones de madera vieja crujieron bajo sus pies con cada paso que daba.
Su pórtico lucia deteriorado aún más que las veces pasadas con ya algunas aberturas en el techo.
La hierva de su jardín ya había crecido considerablemente además de que la pintura de las paredes de madera se iban despegando poco a poco. Algunas zonas ya se encontraban desnudas mostrando el moho que nacía en ella.
La puerta de reja ya desgastada rechino en cuanto jalo de ella para abrirla.
Seguido abrió la segunda la cual de misma forma rechino por lo alto.
El ambiente dentro de la casa era caliente y muy denso.
Camino por el pasillo hasta llegar a la entrada de la sala buscando a su abuela.

-Abuelita ya llegue-. Anuncio Camila hablando en español.
Con la enfermedad de su abuela lo último que podía era recordar hablar la lengua extranjera así que la única forma en la que se podía comunicar era en su idioma natal.
Al no encontrar a su abuela se presipito a ir a la cocina para buscarla de igual forma.

-¿Abuelita?-. Volvió a preguntar pero no obtuvo respuesta, lo que llego a causarle preocupación.
Muy al filo del pánico. Y más aún cuando se dió cuenta del desastre que abundaba en la reducida cocina.
Una mesa para dos estaba llena de platos sucios, algunos vidrios y canalillos de agua derramada en ella.
En el suelo había pasta esparcida con salsa de tomate. Era como si un huracán hubiera arrasado con todo a su paso en el lugar.
Era una total zona de desastre.
Un sinfín de ideas comenzaron a frecuentar la mente de Camila llevándola al límite.
Estaba presa del pánico sin saber que había pasado y sin dar con el paradero de su abuela.

-Dios, no, no, ¡¡no!!, ¡ABUELITA!-. Su última opción eran las habitaciónes de ella y su abuela. Corrió por el pasillo deteniéndose primero en la puerta de su abuela y abriéndola de golpe. Su cama estaba hecha, los muebles en su lugar y el piso despejado. Todo estaba en orden.
Pero lamentablemente vacío.
Sentía que en cualquier momento podía explotar.
Su respiración entro en conflicto cuando menos respuestas encontraba.
Miró aterrorizada cada rincón del pequeño cuarto y las lágrimas empezaron a aparecer cuando no dió con la anciana.

Salió apresurada con las lágrimas corriendo por sus mejillas y con un fuerte nudo en la garganta.

Apenas y podía alzar la voz sin poder evitar derramar más lágrimas cuando intentaba hablar.
Paso por alto el baño y fue directo a su habitación como su última esperanza, no sabía a donde más ir estaba igual de vacío.

-¿Abuelita Mercedes?-. Su habitación seguía igual como la había dejado la última vez. Con el corazón golpeando fuertemente su pecho paso su mirada por todo el lugar hasta detenerse en el rincón a lado de su ropero descontinuado.
Una pequeña silueta hecha ovillo yacía cubriéndose la cara entre sus piernas y brazos.
La escena fue de lo más doloroso para Camila.
Era una clara prueba del por qué no podía darse ciertos lujos y olvidarse de la persona que más la necesitaba y quién más la necesitaba en ese preciso momento.
No pudo contener su desesperación acumulada dejando salir un suspiro cargado de dolor.
La situación nunca era fácil, se estaba volviendo más complicada y pronto estaría fuera de sus manos.
El ver a su abuela, la única persona que tenía en su vida de esa manera la destruía como nada más en la vida.
No soportaba verla perderse en su propiamente olvidándose de ella y de quién era.
Corrió hasta ella y la cubrió con cortos brazos haciéndola sentir familiarizada con su cercanía.

-¿Karla eres tú?-. La anciana levantó su rostro encontrándose con los ojos de Camila.
Su aspecto era desastroso.
Algunos rasguños adornaban su rostro y unas ojeras marcaban sus ojos oscuros.

SeñoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora