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Noventa minutos.

Solo pude dormir noventa minutos antes de que el teléfono empezara a sonar.

—¿Por qué estás durmiendo a esta hora? —El tono de reproche en la voz de Martha me sobresalta.

—Porque la gente normal lo hace Martha. ¿Qué pasa? —Contesto sin mucho entusiasmo, todavía media dormida.

—No, no lo hace la gente normal, solo lo hacen las personas aburridas y sin gracia como tú.

Casi me la puedo imaginar haciendo su típica cara de aburrimiento.

—Escucha, si has llamado para ofenderme, podrías haber esperado hasta mañana —digo entre un bostezo.

—Amanda, no llamé para eso. Lo siento, pero a veces me desespera tu poca disposición para la aventura.

—No es eso. Sabes que ahora mis energías están puestas en...

—Sí, sí, lo sé, en la librería.

—Así es. Y bueno, ya que lo sabes, supongo también estarás consciente de que he trabajado mucho y estoy agotada —digo soltando otro bostezo.

—Sí. Pero, son las nueve de la noche, en viernes. El que ya hayas ido a la cama quiere decir que tienes graves problemas niña. Además, The Game toca hoy —me dice, enfatizando el nombre de nuestro grupo favorito.

—¡Oh por Dios!, ¿era hoy?

—¡No puedo creer que lo hayas olvidado! Es nuestra banda Amanda. Debemos ir.

—Lo sé, pero no creo que sea muy conveniente salir. Estoy segura de que una gripa colosal se está formando dentro de mí. Y si salgo con este frío, se convertirá en neumonía y luego en no sé qué más —contesto mientras me toco la nuca, sintiendo unas gotitas de sudor que se han formado gracias a las dos cobijas en las que estoy enredada.

Tan solo de pensar en el frío que me espera fuera de mi habitación, me acurruco aún más.

—¿Te estás escuchando? Amanda tienes veintiún años y ya suenas como toda una anciana. Sal de la cama ahora mismo. Arréglate. Llego a tu dormitorio en veinte minutos —exclama con tono autoritario.

—No pero...

Martha cuelga sin dejarme decir otra palabra.

CoincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora