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La mañana transcurrió tranquila y a media tarde, cuando las chicas se habían recuperado del todo, Rachel llamó a Oscar para que pasara por ellas.
Cuando el chofer llega, salgo para despedirlas y ver si puedo reconocer el coche en el que supuestamente había sido transportada, pero nada. Ni una pizca de familiaridad pasa por mi mente.

Les aseguro a las dos que iba a estar bien y que ya no me atormentaría más tratando de recordar lo que había pasado la noche anterior.

Me despido de ellas y subo a mi habitación, no sin antes dar un paseo por la oficina del guardia del edificio. Me sorprendo al ver que Ed, el guardia encargado del turno de la tarde y noche, no está. En su lugar hay un hombre bajito y de lentes. Se nota tímido y nervioso, pero sonríe en cuanto me ve entrar a la oficina, nada que ver con Ed, que siempre parecía malhumorado y tenía una apariencia muy ruda.

—Hola, eh, disculpe, ¿no está Ed? —digo esforzándome en poner mi mejor sonrisa. 

—Hola querida, Ed salió de vacaciones, pero estoy yo para resolver tus problemas, mi nombre es Richard.

—Ah, gracias Richard muy amable, yo soy Amanda, vivo en el cuarto piso.

—Muy bien Amanda, ¿en qué puedo ayudarle hoy?.

—Si, esto ...—Vacilo un poco, no sé muy bien qué preguntarle, no es como si le fuera a decir que me había embriagado hasta perder la conciencia y quería saber quién me había llevado hasta mi habitación—. ¿Usted estuvo en la guardia de ayer por la noche?

—Me temo que no. —Hace una mueca de preocupación, como si estuviera fallando terriblemente en su primer día de trabajo—. Ed estuvo al mando toda la noche, yo entré hoy, a las ocho de la mañana.

—Oh ya veo. Entonces creo que tendré que esperar a Ed, ¿sabe cuándo vuelve?

—Tengo entendido que no había tomado vacaciones por mucho tiempo, lo último que supe fue que regresaría hasta finales de enero. —No puede ser, estamos a principios de octubre. Me quedaría con la duda por más de tres meses—. ¿Puedo ayudar en algo? —dice Richard al ver mi cara de desánimo.

—No —digo esbozando una media sonrisa—. Es sólo que pensé que... un paquete me llegaría ayer en la noche, y como no fue así, solo quería saber si Ed lo había recibido o si se había quedado por aquí.

—No, lo siento, no hay ningún paquete en esta oficina, ni por el vestíbulo, me encargué de hacer inventario en cuando recibí las llaves del edificio.

—Está bien, no se preocupe, seguiré esperando el paquete.

Doy media vuelta para salir del pequeño cubículo oficina y no tener que seguir inventando cosas.

—Pero estaré muy al pendiente de tu paquete Amanda, lo prometo.

Me detengo en el marco de la puerta para contestarle, empiezo a creer que ha sido mala idea inventarle lo del paquete, ahora el pobre estará en guardia esperándolo.

—Gracias Richard, tranquilo, quizá hasta lo cancele.

—¡No, no lo canceles! —grita preocupado—. Debe ser algo importante si bajaste para buscarlo.

—En realidad no es tan importante, de verdad.

—Vale, pero si gustas puedo hablar a la oficina central y preguntar por el teléfono de Ed, tal vez él vio algo.

—¡No! No es necesario, está bien. —Lo menos que quiero es molestar a Ed en sus merecidas vacaciones por mis irresponsabilidades.

—Está bien, trataré de investigar el paradero de tu paquete. Cualquier cosa que necesites estoy a la orden.

Vaya, el cambio de guardia sí que ha sido muy drástico, sin duda ahora sería difícil huir de la vista de Richard y sus preguntas acerca del paquete cada mañana que pase por el vestíbulo.

*
El día transcurre sin contratiempos. Me dediqué a estar tranquila, escuchar música y tomar una pequeña siesta para recuperar las fuerzas que había perdido la noche anterior. Salí a comprar la cena para Darla y para mí. Después de todo, era lo menos que podía hacer por mi compañera de cuarto después de habernos atendido tan bien en la mañana.

Cenamos una gran porción de pasta y preparamos palomitas para ver una película. Mientras están listas me siento frente al televisor y vuelvo a pensar en las lagunas mentales que tenía.

—Darla, ayúdame a llenar algunos vacíos.

—¿Sigues preocupada por saber si hiciste algo malo ayer?

—Un poco —digo sin prestarle atención, estoy concentrada en mis preguntas—. Rachel dijo que Oscar tenía instrucciones de llegar por nosotras a las tres de la mañana, ¿sabes a qué hora escuchaste que Martha estaba entrando?

Darla lo medita un momento y luego responde no muy segura.

—Quizá tres y media o cuatro, no sé, pero yo me acosté a media noche y me dio la impresión de que cuando desperté ya llevaba varias horas dormida.

—Bien, entonces por la hora sí concuerda con el hecho de que el chofer de Rachel me haya traído.

—¿Entonces por qué te veo con esa cara de duda aún?

—Es que, si Oscar fue a buscar a tres de nosotras, ¿por qué se conformó tan fácil con sólo recoger a una?

—Quizá le marcó a Rachel y ella le dijo que ya se había ido.

—Posiblemente, pero no nos mencionó nada de esa llamada.

—Bueno, tampoco es como si hubiera estado muy lúcida esta mañana.

—En eso concuerdo contigo Darla, pero ella nunca está lúcida, siempre parece vivir como en otro mundo, uno donde ella es la reina y los demás sus súbditos.

Darla se parte en risas mientras se sienta junto a mí y me pasa el plato de palomitas.

—Sí que es rara esa chica, y por lo que observé, no le cae nada bien a Martha —dice con una mirada curiosa.

—Nada de nada. Martha piensa que Rachel está enamorada de Roger, lo cual no es lo verdaderamente preocupante, si no el hecho de que posiblemente Roger también esté enamorado de ella.

—Uy, que mal. —En realidad Darla está disfrutando de todo este drama.

—Pero a ver, volvamos al tema.

—Ah si, nuestras conjeturas, continúa Amy, lanza otra pregunta.

—¿Cómo es que Roger pudo entrar para dejar a Rachel y Martha? Si no venía conmigo, no tenía mi bolso a la mano y por lo tanto no tenía acceso a mis llaves.

—Buen punto, pero como te dije antes, tú habías llegado primero. Tal vez dejaste la puerta abierta y así pudo entrar.

—¿Y cómo Roger sabía que estaba abierto?

—Tal vez sólo se arriesgó.

—Puede ser.  —Me estaba empezando a conformar solo con hechos que tal vez sucedieron—. Aquí va mi última pregunta, ¿cómo es que el chofer de Rachel conocía mi dirección?

—Esa es buena —reconoce Darla—. Apostaría a que ella misma le dio tus datos, pero no lo puedo asegurar, por el estado en el que venía.

—Exacto, es muy raro que haya calculado todo tan bien desde el momento en el que llegamos a El Parque, pero bueno, tendré que confiar en que así fue.

Por el momento me quedaré con esas respuestas, pero por la forma en la que Rachel me había mirado en la mañana, presiento que sabe mucho más de lo que dice.

Me voy a dormir con varias dudas aún rondando en mi cabeza, pero con el mismo pensamiento con el que me desperté: Tom.

Reviso mi teléfono para observar su mensaje. Por segunda vez en el día estoy tentada a marcarle, pero me contengo. Sólo había sido una plática amena y hasta ahí. Tom no era más que un desconocido. Alguien muy ocupado dirigiendo a una banda al estrellato y que seguramente no tendría tiempo para colarse por una extraña.

Me llega una punzada de tristeza ante ese último pensamiento. Suelto el móvil y a los pocos minutos me quedo dormida.

CoincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora