Ya pasan de las nueve de la mañana cuando regreso al edificio, después de haber corrido por el campus casi ocho kilómetros. Normalmente corría de cinco a seis, pero esa mañana me sentí llena de vida, con mucho entusiasmo. Seguramente en la noche mis piernas me cobrarán esos kilómetros de más, pero en ese momento quise aprovechar la energía que tenía.Richard está sentado en el vestíbulo, tomando de un gran vaso de lo que parecía un jugo verde. En cuanto me ve llegar, se levanta rápidamente, pero deja su vaso en el suelo con cuidado de no derramar nada.
—¡Amanda! —exclama alegremente—. Estaba esperándote, fui a buscarte a tu habitación, pero tu compañera malhumorada me dijo que habías salido a correr.
Suelto una risita, Darla podía llegar a ser muy amable, pero si alguien osaba despertarla antes de las diez de la mañana un domingo, su carácter se podía tornar muy hostil, pobre Richard.
—¿Qué pasa Richard, algún problema? —digo todavía jadeando y limpiado el sudor de mi cara con las mangas de mi sudadera.
—No, al contrario, sólo quería entregarte algo, vamos a mi oficina por él.
La entrada a la oficina de seguridad está solo a unos pasos del vestíbulo, así que lo sigo tranquilamente, más que nada llevada por la curiosidad. Cuando llegamos al pequeño cuartito que hacía de oficina, se dirige a su escritorio para sacar un sobre amarillo, un poco arrugado, pero bien cerrado.
—Aquí está. —Me entrega el sobre sonriendo triunfal. Es un sobre ligero y no parece contener gran cosa.
—¿Qué es? —pregunto ya con una mano lista para abrir el sobre.
—Es el disco que contiene la grabación de la cámara de seguridad de la noche del viernes.
Mi pulso se detiene por un instante, dejo de mover la mano que ya estaba quitando el sello del sobre. Siento que la pena me invade, ¿vería Richard el video? Sin duda habría comprobado que le mentí con la historia del paquete que estaba esperando. Y, peor aún, me habría visto entrar, en no sé qué tan mal estado, en brazos de un extraño.
—¿Lo ha visto ya? —Me arriesgo a preguntar.
—No, en cuanto conseguí esta copia me dispuse a entregárselo. —Se queda dudando por un segundo y deja de tutearme—. ¿Hice mal? Pensé que se pondría contenta al poder revisar si el paquete llegó y se perdió por ahí. Pero, al contrario, se ve muy... pálida. —Richard empieza a cuidar sus palabras cortésmente.
—Ah, no, es sólo que me sorprendí —digo mientras vuelvo a recuperar la respiración. Bien, Richard no ha visto nada, así que no tengo de qué preocuparme—. Pero muchas gracias Richard, es usted una persona muy eficiente.
—Claro, lo que guste —dice volviendo a mostrar su sonrisa triunfal—. Ahora que lo tiene, puedo reproducirlo en mi computadora.
—¡No! —Rectifico mi tono de voz al ver que mi grito lo había desorientado—. Digo, no es necesario, lo puedo ver yo sola, no quiero quitarle más su tiempo. ¿Me lo puedo quedar verdad? Me gustaría analizarlo con detenimiento. Lo que busco era un paquete muy pequeño y puede que se haya extraviado fácilmente.
—No es ninguna molestia Amanda, con mayor razón, si es algo pequeño que solo arrojaron por el vestíbulo puedo ayudarle, cuatro ojos buscan mejor que dos.
—Sin lugar a duda Richard, pero ya ha sido de gran ayuda. Hasta luego.
Me despido lo más rápido que puedo para evitar otra réplica de Richard y, también porque ya no sé qué otra mentira inventar.
En cuanto salgo de la oficina apresuro el paso, me introduzco en el elevador y una vez que llego a mi piso, corro hasta mi cuarto. Empiezo a sentir la sangre caliente por la urgencia de ver el video.
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Coincidencia
Teen FictionAmanda es una universitaria dedicada a la edición y venta de libros. Tom es un músico opacado por la fama de sus amigos. Dos jóvenes que se enamoran. ¿Qué podría salir mal? Cuando todo parece indicar que la vida de Amanda se llena de éxitos... y mu...