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En la ciudad de Yers, El Parque, es lo más parecido a un teatro. 

Es un lugar grande, con dos salas, así que puede albergar hasta dos eventos por noche, sin embargo, los aficionados a The Game demandamos tantos boletos, que tuvieron que adaptar la pared que separaba a los dos salones para hacer uno solo.

Sin duda será un gran evento, por lo que había visto y escuchado en los promocionales, habían echado la casa por la ventana para la escenografía de este concierto. En cierto sentido me siento orgullosa por lo que los chicos de la banda han logrado. Darse a conocer tan rápido y ganarse el cariño de la gente no es una tarea fácil, pero ellos lo estan haciendo muy bien.

Roger opta por estacionarse a varias cuadras de El Parque, dice que habrá demasiados coches y que será casi imposible conseguir un buen sitio a estas horas. El lugar donde aparca es un callejón un poco espeluznante, pero él dice que es seguro y que los otros chicos del equipo también quedarán ahí. 

Por un momento me preocupa el trayecto de regreso, una vez finalizado el concierto, pues pasará de media noche y sin las luces encendidas de las casas aledañas, este lugar podría ser peligroso. Luego me tranquiliza la idea de que seguramente me regresaré en un taxi y llevaré a Martha conmigo. Es probable que Roger y sus amigos beban a morir y, subirme a su auto, con él manejando, sería totalmente imprudente. Ya se las arreglarán él y sus amigos para caminar por estos callejones. Quizá me lleve a Rachel conmigo también, dependiendo de su comportamiento esta noche con nosotras, porque de cualquier manera, ninguna chica se merece dar un paseo con un ebrio al volante.

Después de lo que parece una eternidad, (cualquier distancia se multiplica por cincuenta caminando con mis tacones incómodos), por fin llegamos a la entrada del auditorio. Rachel no se ha cansado de parlotear todo el camino sobre lo mucho que disfrutó estar lejos de Yers y de su frío octubre. 

Su plática mantiene a Roger mirándola fijamente, alentándola a continuar, mientras que, en el otro costado, tien a Martha tomándolo de la mano con demasiada fuerza. De vez en cuando trata de reír de algún chiste de Rachel, pero la mayor parte del tiempo se mantiene callada, mirándome de repente buscando el sentimiento mutuo de desaprobación hacia la chica.

En cuanto llegamos a El Parque, Rachel cierra la boca por unos segundos mientras se detiene a admirar el lugar. 

—Esto sí que lo extrañé —dice esbozando una amplia sonrisa—. ¡Este lugar es mágico! Tantos recuerdos, ¿o no Roger?

—Definitivamente —exclama Roger, también inspeccionando.

No es para menos, el lugar está divino. 

Antes de entrar a las salas especiales para conciertos, hay una explanada con luces colgando en forma de velas. En algunas partes, hay pasto recién cortado y en otras, un adoquín pintado con figuritas que parecen notas musicales. Más adentro, donde el pasillo se empieza a hacer oscuro, hay estampas en el suelo, en las paredes y en el techo, en colores neón, lo que hace que el lugar se asemeje a una galaxia llena de estrellas. También hay algunas pinturas colocadas en cabestrillos. Sobre todo, obras de pop art, art nouveau y una que otra surrealista. Supongo que debe ser parte de la colección de James Farrow. Según los rumores, es un adicto a la colección de este tipo de arte.

Hay también algunos puestos de comida y varias mesas de picnic acomodadas. Más en la esquina, está una barra típica de bar, con un barman haciendo circo y maroma mientras atiende un alud de pedidos. 

El Parque ha sido el lugar de reunión durante varios años para muchos universitarios, es un lugar ideal para tomar cerveza, platicar al aire libre y de vez en cuando, para apreciar buenas bandas, como hoy.

Son las diez con quince de la noche y el concierto está programado para las diez y media, así que ya no hay mucho tiempo para acomodarnos dentro del auditorio, no me quiero perder ni un segundo de la música, sin embargo, Roger no opina lo mismo.

—Martha, tenemos que buscar a John —dice él.

—¿Para qué? Traemos nuestros propios boletos. —Es claro que Martha piensa igual que yo, quiere entrar ya. 

Roger le lanza una mirada de desaprobación.

—¿Cómo que por qué? —dice poniéndo los ojos en blanco—. Para la diversión nena. No sería lo mismo sin sus chistes.

—¿Por qué no vas a buscarlo tú? —exclamo mientras las miradas de los tres se vuelven sorprendidas hacía mi. Se habían olvidado de que estaba ahí. Nada nuevo—. Nosotras podemos ir a acomodarnos, así conseguimos un buen lugar. Estaremos por el lado izquierdo, no tardarás mucho en encontrarnos, sólo busca el vestido de Martha brillando.

—Está bien, no es mala idea —dice Roger mediatando lo que dije, y suelta la mano de Martha—. No tiene caso tener a tanta gente buscando.

—¡Yo voy contigo! —dice Rachel, tomando a Roger del brazo y alejándolo de nosotras. 

CoincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora