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Soy una tonta, ya lo sé.

Cuando estás saliendo con un chico, normalmente no te emocionas tanto por escuchar acerca de otro. Y menos en frente sus narices. Y todavía mucho menos cuando sabes que tú chico se siente relegado por la fama de sus amigos... Sí, soy tonta.

La semana transcurrió lenta y sin contratiempos. Nada interesante. Hablé con Tom una o dos veces por mensaje. No parecía seguir molesto, pero los mensajes no fueron tan tiernos. Simplemente me contaba cosas de la banda, como si diera por hecho que eso era lo único que yo quería saber. Me contó que había tenido algunas reuniones con su disquera para planear su próximo albúm mientras que ultimaban detalles para el final de su gira por el sur del paí y el comienzo de la de Europa.

Por mi parte, asistí, de manera obligada, a algunas reuniones con Martha y Rachel, para terminar algunas cuestiones de la fiesta. Quería que llegara el viernes. Había quedado con Tom de verlo en la fiesta, aunque ya ni siquiera estaba segura de si asistiría.

Para mí había sido una semana tranquila, con la calma que conlleva la semana usual después de los exámenes. Había tenido una que otra reunión (a las que asistí obligada) con Rachel y Martha para terminar algunas cuestiones de la fiesta.

*

El viernes por fin llegó, y a las seis en punto, Rachel y Martha ya estaban listas, al pie del edificio para llevarme.

—¿Por qué te ves tan entusiasmada Amanda? —pregunta Rachel cuando me ve entrar a su auto con el vestido negro que había comprado, unos tacones gruesos de color beige, el cabello completamente alisado y peinado de un lado para dejar ver unos aretes colgantes (culpa de Darla) que brillaban un poco. Mi maquillaje es moderado, pero de todos modos, más fuerte que el que llevaba normalmente.

—Voy a una fiesta. ¿No puedo estar contenta? —le contesto con una amplia sonrisa.

Pero claro está, estaba ansiosa por Tom. Tenía todas las esperanzas puestas en volver a verlo.

Martha también sonrie.

—Sí, claro, pero pensé que odiabas a Roger —dice Rachel—. No puedo creer que te emocione ir a su fiesta.

—Está así porque verá a su novio —dice Martha con una sonrisa coqueta.

Lleva el cabello peinado en una coleta apretada, como la que le había visto a Rachel la noche del concierto. ¿Era mi imaginación o Martha quería parecerse a Rachel?

—¡No es mi novio Martha! —suelto nerviosa—. Sólo hemos salido un par de veces.

—Sólo tú dirías algo así. Cualquiera ya estaría haciendo planes para la boda. Rachel, ¿sabías que quiere llevarla a un salto en paracaídas? Eso es muy romántico.

Rachel tensa los músculos de la cara. ¿Por qué le molesta tanto que yo tuviera un novio?

—Bueno ya, silencio. Que nos queda un largo camino —exclama Rachel con la vista puesta en el volante.

—Si Martha viene con nosotros, ¿cómo llegará Roger? —pregunto.

—John lo llevará —contesta Martha—, le dijo que lo acompañara a la casa de campo y que sólo serían ellos dos, para evitarse todo el drama por Halloween que habría en la ciudad. Al parecer Roger no sospecha nada.

Siento nauseas con el simple hecho de escuchar el nombre de John.

Recorremos casi todo el camino sin hablar. Escuchando la música estridente de Rachel. De vez en cuando Martha toma el control del estéreo y pone algo bueno. Como a The Game.

Llegamos después de casi dos horas de camino. ¿Esto era lo que recorría Toma cada que iba a verme? Por un momento me sentí especial.

La fiesta está planeada para empezar a las nueve, así que todavía nos queda una hora para terminar de organizar todo.

El DJ ya había llegado y está acomodando sus menesteres. Martha y yo nos dedicamos a servir la botana en grandes charolas y Rachel se encarga de poner las luces y colocar algunas mesas en la terraza.

Todo luce espectacular. La casa es muy grande y la piscina se antoja perfecta para la noche cálida que Kalhu nos ofrece. Podría quedarme a vivir ahí.

Pronto cambio de idea, cuando los invitados empiezan a llegar y la atmósfera tranquila de la casa se desvanece por completo. El DJ empieza con algo de electrónica ligera para ambientar el lugar y las risas y los gritos no se hacen esperar. En menos de cinco minutos, el orden que Martha y yo habíamos tenido en la cocina se perdió. La sala del recibidor se torna un caos y ya hay al menos diez vasos desperdigados por el suelo. Rachel, como buena anfitriona, sale a recibir a todos y se incorpora pronto a la fiesta.

Como Martha aun no tiene a su novio al lado, está conmigo. Preferimos ir a sentarnos a unas sillas en la zona de la piscina, que es lo único que todavía está un poco tranquilo. A ella tampoco le caen bien todos los amigos de Roger.

Darla y Gus pasan a saludarnos, pero pronto se pierden entre la multitud. Imagino que están en la tarea de conseguir un cuarto en la planta de arriba. Últimamente no podían pasar más de medio segundo sin unir sus labios.

Estoy en medio de la platica con Martha cuando escucho unos pasos por las escaleras que llevan a la terraza. Nadie de los ahí presentes parece notarlo. Sólo yo.

Estoy entrenada para sentir su presencia.

Dejo a Martha con la palabra en la boca para ir a recibir a Tom, que se abría paso entre las mesas.

Como siempre estaba increíble. Con una playera polo azul marino, pantalones descuidados y los brazaletes de cuero que le había visto usar la primera vez que lo vi. Está moviendo su cabeza en todas las direcciones. Cuando por fin me ve, se relaja.

Y al mismo tiempo, me relajo yo. Todo está bien, lo sé gracias a su sonrisa.

CoincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora