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Siento la boca seca y una punzada en el cuello.

Lentamente abro los ojos, pero los vuelvo a cerrar. Hay más claridad de la que me esperaba. 

Estoy en mi cama. Las cortinas de la ventana de mi habitación estan entreabiertas y por eso se cuela toda la luz solar. Me vuelvo a acurrucar en mi almohada y me cubro con la cobija que está mitad sobre mí, mitad fuera de la cama. 

Intento volver a conciliar el sueño, pero no puedo. Por varios minutos sólo hay un pensamiento en mi cabeza. Uno muy diferente a los tantos con los que había despertado los últimos días. No pienso en los pendientes de la nueva librería, ni en los proyectos escolares para el fin de curso. Definitivamente tampoco pienso en el corazón roto que tengo a causa de Andrew.

Es Tom. Lo único que circula por mi cabeza es la sonrisa de Tom Smith, su voz clara y serena, el apretón de manos que nos dimos y sobretodo, la electricidad que me provocó cuando me dijo hola.

De pronto siento algo que se clava en mi espalda. Rebusco entre las sábanas y veo la chamarra blanca que está hecha un ovillo.

Me incorporo de un salto. Estoy vestida con la ropa que traía la noche pasada, los zapatos puntiagudos estan tendidos en el suelo, junto a mi bolso. 

Como un flashazo, recuerdo cómo dejé a Rachel y a Martha afuera de El Parque para ir a recuperar el móvil y después me había topado con John, luego de eso todo es borroso en mi mente. 

¿Cómo llegué a mi habitación?

Me levanto rápidamente para tomar mi teléfono y ver si ahí puedo obtener algunas respuestas. 

No hay nada. 

Sólo las magníficas fotos que me había sacado con Will y James. Sonrío embelesada mientras las paso una a una. Mi corazón da un salto cuando veo el mensaje de Tom. No lo había registrado, así que sólo aparece como número desconocido. 

Un impulso me hace guardarlo en mis contactos y estoy a punto de marcarle. No sé por qué, ni para qué. No tengo nada que decirle, pero mi dedo índice ya está a escasos centímetros del botón de llamada. 

Una punzada en el abdomen me saca del trance. Tengo el estómago vacío y de pronto siento una necesidad urgente de ingerir algo. Me doy cuenta de que también tengo mucha sed y la cabeza me vibra con cada movimiento que doy. 

¿Tengo resaca? Pero si no tomé más que una cerveza con Will. Sonrío de nuevo al recordar esa escena. Fue una noche mágica. Muero por contarle a Martha lo que había pasado.

Claro, que tonta, si a alguien tengo que marcarle es a Martha. Tengo que comprobar que está bien y, quizá, aunque lo dudo mucho, ella sepa explicarme lo que pasó después de mi encuentro con John. 

Otra punzada llega junto con unos ruiditos intestinales. Bien, primero como y luego me ocupo de llamar a Martha.

Salgo de mi habitación para encontrarme con una sorpresa. 

Martha y Rachel estan tumbadas en los sillones de la sala, tienen los ojos cerrados, pero están despiertas, hablando entre ellas muy despacio.  

—¿Qué ha pasado aquí? —exclamo mientras me acerco a ellas. Martha solo abre un ojo para verme y lo cierra inmediatamente mientras se lleva la mano a la cien para masajearse. Rachel ni se molesta en mostrar reacción alguna.

—Pasa que se han ido de juerga y yo tengo que cargar con los platos rotos —dice Darla, que sale de la cocina con dos tazas de té—. No sabía que ya te habías despertado Amy, espera aquí que ya te sirvo una taza a ti también.

CoincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora