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Sigo acostada, preguntándome si en realidad es buena idea salir de mi guarida. Mi cama está muy acogedora y la idea de cambiar los pantalones flojos de dormir por algunos vaqueros apretados y tacones, parece muy mala.

Pero sé lo testaruda que puede ser Martha. Y también sé que, The Game es la mejor banda del mundo.

Martha y yo nos enamoramos de The Game hace un año. En ese entonces no era la banda más conocida, pero para nosotras siempre fue la mejor. Y el mismo hecho de que no fueran tan famosos, hizo que le tuviéramos un sentimiento de pertenencia. Era como fuera sólo para nosotras. 

Además, era imposible dejar pasar la oportunidad de observar de cerca al increíble vocalista, James Farrow. Desde la primera vez que lo ví cantar en la televisión, supe que era el hombre más guapo que mis ojos habían visto. Era demasiado perfecto para ser verdad, su sonrisa opacaba cualquier reflector. Inundaba toda la pantalla con su estatura, sus músculos y sus ojos verdes. 

The Game, además, estaba conformada por dos guitarristas y un baterista, Will Jen, que tocaba los tambores como si estuviera poseído por todos los músicos talentosos de la historia. Juntos componían letra y música de las mejores canciones de rock alternativo que mis oídos habían escuchado.

Cuando lanzaron su sencillo "Never with me", una canción melancólica, pero de cierto modo esperanzadora y con mucho ritmo, la banda empezó a abrirse camino en todos los lugares públicos de Yers y poco a poco se fue extendiendo por las redes sociales, tanto que después de algunos meses, la mayoría del país ya los conocía.

Algunos rumores contaban que James se había visto envuelto en una nube densa de misterios y secretos por un evento de su pasado, otros más, decían que esa nube, seguía en su presente. Sin embargo, la mayoría de sus fans sólo nos dejábamos llevar por el maravilloso trabajo que hacían con la música.

Ojalá hubiera puesto más atención a esos rumores...

The Game había nacido como una banda de universitarios, en la gran ciudad de Kalhu, al norte del país. La ciudad estaba llena de lagos y contaba con un clima caluroso. Era una de las ciudades más cercanas a Yers, el lugar donde estaba mi universidad, donde el contraste con el clima helado, hacía que Kalhu pareciera demasiado lejos.

La banda representaba todo lo que yo quería. Siempre que alguna de sus canciones se reproducía, mi corazón se desbocaba y mi sangre se sentía caliente. Quería bailar, cantar, brincar, salir al mundo y gritar a los cuatro vientos que era feliz. The Game era mi escape, pero a la vez, era lo que me conectaba con la realidad, lo que me daba esperanza de que algún día podría hacer grandes cosas, ser exitosa, viajar y conocer todo lo bueno que el mundo ofrecía.

A los veintiún años, mi vida aún no tenía rumbo, quería perderme, pero ansiaba encontrarme. No sabía muy bien cómo vivir, pero algo tenía muy claro, quería llevar una vida que me permitiese morir de amor.

Así que estaba dispuesta a tomar cualquier oportunidad que me acercase a lograrlo, que me llevase a sentir y a disfrutar. La sensación de vibrar con las baquetas de Will Jen, sintiendo que cada golpe se ajustaba al ritmo de mis latidos, mientras escuchaba la dulce melodía de James, hace que por fin salte de mi cama.

Además, tengo una corazonada. Algo me dice que esta noche mi vida puede cambiar por completo.

La verdad, últimamente mi vida ha estado hecha un desastre. Estoy metida en varios proyectos, escolares y personales, que acaparan toda mi atención, de modo que ordenar mi guardarropa no ha sido mi prioridad número uno. La mayoría de mi ropa de vestir está sucia, la casual es demasiado aburrida para conocer en persona (aunque fueran a metros de distancia) a mi amor platónico James Farrow, y la de fiesta, bueno en realidad no tengo ropa de fiesta, hace mucho que no salgo por las noches a hacer algo más que estudiar o redactar un reporte. 

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