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Rachel, es una amiga de la infancia de Roger. No tan guapa como Martha, pero bonita de todas maneras. Siempre ha estado implicada en esa relación. Según Roger, es su confidente y no puede dejar de contarle todas las cosas que le pasan. 

Martha estaba bien con eso ya que gozaba de una autoestima fascinante como para estar celosa, hasta que un día se enteró de que Rachel sabía los detalles de la primera vez que ella y Roger habían tenido sexo y eso sí que la molestó. Y con mucha razón, no era de caballeros contar su intimidad, más cuando Rachel lo usó para avergonzar a Martha frente a varios compañeros. 

Sin embargo, como siempre, Roger logró obtener el perdón de Martha y siguieron siendo los novios felices y tóxicos que siempre habían sido.

Con esfuerzo para moverme en la parte trasera y con la ajustada chamarra de piel que limitaba mis movimientos, me acerco a tocarle el hombro a Martha tratando de reconfortarla. Ella sólo esboza una media sonrisa mientras sigue escribiendo el mensaje con sus dedos temblorosos. Una vez que lo envía, no pasan más de diez segundos cuando el móvil de Roger vibra con la respuesta de Rachel. Martha sólo suspira resignada y se dispone a leerlo con una vocecita aguda tratando de imitar la voz de Rachel.

«Claro cielo, ya te estoy esperando con ansías».

Miro disimuladamente a Roger, su expresión me revuelve el estómago. Está sonriendo de par en par, se muerde el labio inferior y sus mejillas se sonrojan. Para mí, está más que claro que este hombre ve a Rachel como algo más que una amiga. 

Cambio mi mirada hacia la pobre Martha que solamente se limita a guardar el móvil en el bolsillo del pantalón de Roger, sin tener el valor para mirarlo como yo lo hice. Guardo silencio a pesar de todas las palabras que le quiero gritar, solo por respeto a Martha, pero si en algún punto de la noche logro estar sola con él, no perderé la oportunidad de reclamarle.

Me recargo de nuevo en el asiento trasero y me acomodo lo más que puedo cerca de la ventana, hecha un ovillo, para que cuando Rachel llegue y tengamos que compartir asiento, yo esté lo más excluída posible de ella. Claro, eso si el descarado de Roger no le daba el lugar de Martha.

Extrañamente, disfruto demasiado los cinco minutos que le siguieron a ese momento. Logro bloquear el sonido estridente de la bocina del coche y me concentro en las letras de las canciones que pronto estaría escuchando de los labios de James. «You look happy all by your own, but you'd never know. You are everywhere, but never with me. Baby why it's so hard, to say hello. You do things, but never with me. Baby tell me please, what should I do, to be with you». Imaginarme a James cantando al ritmo que Will le marcaba con la batería, me eriza la piel. El corazón se me ensancha y hasta las luces del tráfico habitual me parecen encantadoras.

Casi no hay estrellas, pero el resplandor de la luna, combinada con las luces de los edificios y las lámparas de la calle, desvaneciéndose y mezclándose entre sí mientras el coche acelera, hacen una combinación pura de color y calidez dentro de mí. Es arte. La vida es arte y, disfrutar de estos momentos era como apreciar el mejor museo.

Casi como si el sonido de mi despertador me sacara de un sueño profundo, Roger toca el claxon y detiene repentinamente el auto. No me percaté de que había girado en una pequeña calle cerrada para colocarse justo en la puerta de un lujoso edificio de cristal, donde estaba su querida Rachel, con una falda negra ajustada, un abrigo rojo, grandes plataformas y un cabello rubio recogido en una coleta. 

—¡Oh por Dios cuanto te he extrañado! —Su voz chillona y frívola llega e inunda el interior del auto mientras Roger abre su puerta y baja casi corriendo. Claramente no soy yo la única a la que esa voz le había molestado. Martha tiene la espalda completamente erguida y tensa, mientras mira al horizonte mordiéndose el labio superior.

—¿Por qué no me avisaste con tiempo?, hubiera ido por ti al aeropuerto —dice Roger en el momento en que se funde con Rachel en un fuerte abrazo, lo sufieciente para levantarla del suelo.

—Ya sabes, esto y aquello. Mis pendientes parecían no terminar nunca, fue una sorpresa realmente el que pudiera tomar el vuelo de la tarde —contesta Rachel. 

Rachel realmente lograba apoderarse de tu atención. No en el mismo sentido en el que Martha lo hacía. Martha lograba que todas las miradas se dirigieran hacia ella y su glamuroso caminar. Rachel te intrigaba, de alguna manera los gestos que hacía con las manos captaban tu curiosidad. Parecía que se dedicaba a cosas realmente importantes. Por un momento hasta quise platicar con ella y saber sus aventuras salvando al mundo. 

Completamente diferente a como se comportó conmigo, Roger baja su asiento y ayuda cortésmente a Rachel a subir. Yo sigo apretada en mi pequeño espacio cerca de la ventana y no pienso moverme ni un centímetro para establecer contacto corporal con ella.

—¡Hola chicas!, ¡qué felicidad verlas! —Sonríe de par en par mientras pasea su mirada entre la nuca de Martha (que no se ha volteado ni poquito) y mi cara, que debe estar sin emociones.

—Hola Rachel —digo con una media sonrisa sacudiendo mi mano. 

Es todo lo que recibirá de mí. La verdad es que Rachel nunca me ha hecho nada. Por mucho, habíamos cruzado dos o tres palabras cuando me la topaba en la biblioteca o en la cafetería y creo que solo habíamos llevado dos clases juntas, en primer semestre. Sin embargo, mi lealtad está con Martha.

Rachel responde con un gesto similar, agitando la mano y vuelve a sonreír mostrando su dentadura perfecta. Un segundo después ya está tocando el hombro de Martha.

—¡No te imaginas lo feliz que estoy Martha, es súper emocionante el que seamos amigas de nuevo! Y más que compartamos este momento tan especial. Roger me contó lo aficionada que eres a esa bandita.

La manera despectiva en la que se refirió a The Game, bandita, me elimina cualquier esperanza de poder tolerar a esta chica. Creo que Martha pensó igual, pero se limita a asentir, voltea su cara para mirarla frente a frente y le da unas palmaditas a la mano que Rachel aún tiene en su hombro.

—¡Yo igual Rachel, que bueno que alcanzaste a llegar! —exclama sarcásticamente, pero lo suficientemente seria para que Rachel no lo note—.  No me sorprende que Roger te haya contado lo fanáticas que somos Amanda y yo a The Game, es una gran banda. 

Bien, al menos está intentando ponerla en su lugar. Roger solo carraspea mientras pone el coche en marcha de nuevo y maniobraba para salir de la calle cerrada

—Espero que disfrutemos esta noche —dice Rachel asintiendo. 

—No se diga más. En menos de diez minutos estaremos en El Parque —dice Roger acelerando. 

CoincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora