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Cuando bajamos las escaleras de la entrada del edificio, después de más tiempo del que quisiera admitir gracias mi grandiosa habilidad con los tacones, me encuentro con una sorpresa más.

El gran Roger está recargado en su auto, un deportivo de lujo, color amarillo chillante. Está fumando y revisando su móvil. Cuando nos divisa, guarda el móvil y arroja su cigarrillo a la banqueta.

—¿Sabes que eso va a contribuir a que el sistema de desagüe se tape de basura? —le digo con cara de desaprobación.

—¿No voy a recibir ni un «buenas noches» de tu amiguita hostil hoy? —dice Roger mostrando sus perfectos dientes blancos en una sonrisa macabra mientras toma a Martha por la cintura y le planta un beso en la mejilla.

—Tranquilo amor, el hecho de que siquiera te dirigió la palabra ya es mucha ganancia ¿no lo crees? —contesta mientras le guiña un ojo. 

De verdad espero que sea la gran noche para The Game, porque el enojo que está recorriendo mi cuerpo va en aumento.

Roger le abre la puerta gentilmente a Martha, mientras me deja a mi suerte para que baje el asiento del conductor y me suba en la parte trasera. ¿Por qué los estúpidos autos caros no tienen puertas traseras? 

Es una maniobra complicada, porque el muy inteligente, decidió aparcar justo a un lado de un charco que obviamente no quiero pisar. Me está costando mucho trabajo mantener el equilibrio con estos tacones, mientras intento quitar el seguro del asiento para bajarlo.  

Es inevitable, mi pie derecho cae de lleno en el charco, haciendo que mi zapato resbale y mi talón se doble. 

Estoy a punto de darme un sentón, pero como puedo, me sostengo de un poste de luz que está cerca, y aunque termino en cuclillas, evito caer de espaldas. Observo de refilón cómo Roger mira atentamente comprimiendo una mueca divertida. No hace ningún intento por ayudarme.   Martha, que observa desde su asiento, suelta un gritito de preocupación.

—Oh por Dios Amanda, ¿estás bien?, ¿te has lastimado? —dice con una vocecilla aguda, haciendo un esfuerzo por controlar su risa. 

—Me temo que tu amiga es un venadito recién nacido en esos zancos que se puso —dice Roger mientras suelta una carcajada. Martha también hace amago de reír, pero se contiene, soltando un leve suspiro para disimular.

—Ayúdale un poco amor, por favor, es su primera vez subiendo a tu auto —dice Martha al fin. 

—Está bien, mi culpa por querer darle a las mujeres la igualdad que tanto piden —dice el patán levantando las manos para excusarse.

Hace a un lado la mano que tengo en el asiento, y en menos de un segundo lo baja. Me dedica un gesto con su brazo para que me meta. Aún haciendo malabares con mis tacones, me acomodo en el asiento trasero. No termino de sentarme, cuando ya está subiendo el asiento de nuevo, casi aplastando mi pie.  Se sienta en su posición de conductor y arranca el auto presumiendo el gran sonido del motor. Martha toma su mano y la besa. Él sólo hace como si le soplara un beso. 

Me dan náuseas ver cómo se puede comportar tan mal conmigo y actuar como si fuera el gran caballero con ella.

Cuando ya estamos  camino al concierto, a toda velocidad por cierto y con una música electrónica sonando tan fuerte que me deja zumbidos en los oídos, Martha voltea un poco hacia mí y me dice algo.

Trato de leerle los labios ya que, con esa música, el intentar platicar es imposible.

—¿Qué dices? —pregunto moviendo exageradamente los labios para darme a entender. Ella comprende que no la oigo y procede a hacer lo mismo con los labios.

—¡Lo siento! —dice mientras arruga la frente.

—No me habías dicho que él también vendría —contesto cruzándome enérgicamente de brazos.

—¿Hubiera cambiado algo el hecho de que te lo dijera?, es James Farrow nena, no te lo hubieras perdido por nada.

Solo asiento. Tiene un buen punto. Odio tener que deberle algún favor a Roger por haberme dado la entrada VIP.

—¿Y por qué va?, si ni siquiera conoce a The Game, escucha el tipo de música que le gusta. —Señalo con mi brazo el estéreo.

—¿Todo bien señoritas? —grita Roger mientras le dedica una mirada rápida a su novia.

—Todo bien cariño —dice Martha mientras se zafa un poco de su cinturón de seguridad para darle un beso en la mejilla—, continúa con la mirada fija en el volante —dice dándole un segundo beso, al que Roger responde con una sonrisa de par en par.

El vestido de Martha, junto a sus grandes aretes colgantes, emiten rayos de luces cada vez que un coche pasa junto a nosotros, o cuando estamos frente a un semáforo. No sé cómo alguien se puede concentrar al manejar con tanto brillo cerca. 

Después de darle el beso, Martha regresa su mirada hacia la mía y continua hablando con grandes gestos para articular palabras.

—Lo sé, mi Roger no es el gran fan que digamos, aunque, si yo soy feliz, él también lo es —dice poniendo cara de enamorada—. Yo siempre voy a sus partidos así que ahora le tocaba a él venir a algo que me gusta.

Levanto las cejas íncredula.

—¿Así que tú lo invitaste? —digo mirándola con reproche—. ¿A nuestra noche especial, con nuestra banda especial?

—Por favor Amy, no te pongas así. Con la actitud que te cargas pensé que no vendrías, necesitaba compañía. Además, John le consiguió los boletos, no podía hacerlo sentir usado solo para los pases VIP.

—¿John?, ¿el de su equipo de baloncesto? —pregunto mientras casi se me cae la mandíbula al oir tal noticia. 

—Sí, sí. Su papá es el dueño del lugar donde tocarán, así que tiene acceso a todo. Consiguió veinte pases, para el equipo y sus novias, tienes suerte de que te haya conseguido uno. —Otro guiño. Me entran ganas de golpearla si vuelve a guiñar así. 

—¿Así que todo el equipo va a ir?

—Exacto —dice esbozando una sonrisa de par en par.

Yo no sonrío, ni poquito. Eso explica el porqué Roger viene al concierto. Todos sus amigos estarán ahí. Esto en vez de ser en un evento especial y privado para nosotras, con la nostalgia de haber descubierto a The Game, se va a convertir en otra de esas fiestas de fraternidad en la que solo se embriagarán y no dejarán escuchar.

—Ah, cariño —dice Roger mientras baja un poco el volumen a su música para poder decirle algo a Martha. Ella enseguida voltea para ponerse a su servicio. Es desesperante observar esta relación.

—Dime —dice mirándolo embelesada.

—¿Puedes llamar a Rachel? Dile que la vemos en la entrada de su edificio —dice él, con la mirada fija en el frente. 

—¿Cómo?, ¿Rachel irá? —pregunta Martha sorprendida. 

—Sí.

Martha empieza a ponerse tensa y baja la mirada buscando el móvil.

—Pensé que estaba fuera de la ciudad —susurra. Casi puedo notar cómo se le quiebra la voz. 

—¡NO! ¿Puedes creerlo?, regresó ayer, justo a tiempo para unirse al plan. —Se produce un silencio incómodo durante unos segundos, hasta que Roger vuelve a hablar—. Oye, cariño, tranquila, recuerda, yo consigo los boletos, puedo invitar a quien quiera, ¿no es así?, me lo dijiste cuando recién te conté lo de los pases VIP y estabas tan agradecida y emocionada.

—Sí, lo sé, es sólo que no esperaba esto. —Silencio otra vez—. ¿Qué le digo entonces?

—Que en cinco minutos llegaremos a la entrada de su edificio, para que esté lista.

—Claro, le enviaré un mensaje. 

CoincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora