U N O

425 17 0
                                    

Nuestra nueva casa es de tamaño normal, ni muy grande, ni muy pequeña, es el espacio perfecto para cinco personas. La casa es de madera con patio delantero y trasero, la pintura esta algo caída tanto por dentro como por fuera, pero es bonita. Hay un columpio en la parte de atrás y es evidente que hace falta cortar el césped.

-Beth ¿podrías ayudarme con estas cajas? -pide mi hermana.

Ruedo los ojos.

Yo también tengo cosas que hacer y que cargar, pero como siempre tengo que ayudar. 

Recojo la caja que Tory me pide que cargue y la sigo al interior de nuestro nuevo hogar.

Las escaleras están pegadas a la pared y arriba me encuentro con las tres habitaciones, sin contar la habitación del baño. Sigo a Tory hasta la habitación del fondo, es la mas grande de la casa, suficientemente grande para ella y para Mia. La habitación mediana es para mi y para Samantha, mi hermana de nueve años, y la pequeña es para papa.

Dejo caer la caja en el suelo y miro por la ventana, a los jardines sin cuidar de la parte trasera. La vista de mi habitación es a el patio delantero, al igual que la de papa.

-¿Y Mia? -le pregunto a Tory al no notar a la revoltosa por la habitación.

-Le dije que podía explorar la casa por dentro -indiferente con mi presencia, Tory continua desocupando sus cajas.

Salgo sin decir nada mas y regreso al la entrada para ingresar mas cosas a la casa. Nuestro nuevo hogar se encuentra mas o menos a las afueras del pueblo y las casas vecinas se encuentran algo lejos, también hay un bosque que logro divisar a la distancia.

Estoy a punto de dar un paso hacia el frente cuando una bicicleta (con un chico sobre ella evidentemente) pasa frente a mi de forma rápida, dejando una brisa con olor a loción de hombre que me levanta los cabellos.

Mi corazón pega un brinco en mi pecho por el repentino susto, pero el chico no se detiene ni se disculpa y sigue su camino. Para cuando me dispongo a gritarle algo, ya esta muy lejos.

Suelto un suspiro y vuelvo a caminar hasta el camión, de donde saco una de mis maletas llena de ropa. Es una maleta desgastada y algo rota, con las ruedas rotas y la manija desbaratada. Levanto la maleta y hago una mueca al notar el terrible peso de esta, pero intento caminar de la forma mas rápida que puedo antes de que se me partan los brazos.

Cruzo la calle y paso por el patio delantero, llego al porche y dejo caer la maleta al suelo sin soportarlo mas. Suelto un suspiro y estiro mis brazos, ya que los siento algo adoloridos.

-¿Estas bien? -escucho una vosesita algo aguda, pero no tan irritante. Volteo a mirar y me encuentro con el hermoso dueño de la voz, es un niño de unos nueve años con un hermoso y ondulado cabello rojizo y de ojos azules. Esta sobre una bicicleta, inclinado para mantener el equilibrio.

Tardo un momento en notar que tengo la boca ligeramente abierta, así que de golpe la cierro. Dudo que este chico sea consciente de lo guapo que es, o mejor dicho, no creo que le importe. 

Su tez es clara, como la mayoría de personas del pueblo, o las tres pocas que he visto. Pero tiene una nariz perfilada y unos labios algo delgados, pero un poco rojizos.

-Si.

A el chico parece divertirle mi desconcierto, así que sonríe y su sonrisa es tan perfecta como su rostro.

-¿Quien eres? -le pregunto extrañada- ¿Qué haces solo por aquí?

Mi comentario parece ofenderle.

-¡Tengo once! Tengo suficiente edad -alardea.

Así que el chiquillo tiene once. Una idea pasa por mi cabeza, tal vez sea algo cruel, pero no voy a ser realmente mala.

SwirldaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora