CAPÍTULO XIV

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Me he sentido siempre como Hannah Montana

[LILITH]

Hice rugir el motor, estaba preparada y completamente concentrada en el circuito frente a mí, me lo sabía de memoria, cuando tenía que girar y cuando frenar, me sabía hasta el mínimo truco escondido en la gravilla que formaba el recorrido.

No me di cuenta, pero mi cuerpo reaccionó solo cuando una chica frente a las motos hondeo la bandera.

Ya había empezado con ventaja respecto a mi competidor. Le estaba dejando cada vez más atrás, me desenvolvía perfectamente en la pista, pensaba que iba a estar muy oxidada después de todo el verano sin conducir pero para nada, la adrenalina me estaba ayudando a correr la carrera perfecta.

Tan perfecta que cuando crucé la meta, en primer lugar, obviamente, aún escuchaba el motor de mi rival sonar. Bajé de mi moto eufórica, no pude dar más de dos pasos porque grupos de gente se agolparon contra mí, pero fui más lista y escapé antes de que me ahogaran.

Nada más respirar aire fresco me encontré a Kevin, estaba un poco más lejos apoyado sobre una camioneta, me acerqué a él lentamente.

—¡Lo has visto! La he clavado —daba pequeños saltitos frente a él dejando ver la emoción que emanaba—.

—Lo he visto Lilith, te la has marcado —el chico tiró de mi para abrazarme y yo dejé que lo hiciera—.

Cogí su mano cuando nos soltamos y le llevé a un lugar mucho más apartados. Sabía que así nos ocultábamos de miradas indiscretas, me levanté en el visor del casco y él aprovechó para devolverme mi sobre, el que le había dado anteriormente con dinero, sabía que ahora habría más del doble de lo que le había dado.

—Como vas de pasta, sabes que te puedo ayudar cuando —no le dejé terminar, no quería hablar de eso ahora—.

—Kev, sabes que nunca he aceptado tu dinero —retiré mi mirada de él y entendió rápido que no íbamos a hablar de eso en este momento—.

—Anda ven —volvió a tirar de mi para abrazarme y por segunda vez me dejé, el abrazo de ahora no era como el de antes, ahora no demostraba euforia y felicidad, ahora me dejaba ver que siempre le iba a tener ahí para cualquier cosa—.

Antes de decir nada escuché voces a mis espadas y de un rápido movimiento bajé el visor de mi casco, ocultando así mi rostro tras este.

—Queremos nuestra pasta, no jugamos con tramposos —no reconocí esa voz, pero supe claramente de quien se trataba—.

Al darme la vuelta me encontré frente a frente con tres matones, que para su corta altura intimidaban bastante, me hubiera asustado si no estuviera ya acostumbrada a estas cosas, sus rasgos hispanos estaban bastante marcados y su acento aclaraba sus raíces.

—Lo siento, pero no se aceptan cambios ni devoluciones, como mucho le puedo hacer un vale para nuestra tienda —puse los ojos en blanco mientras hablaba, lo hubieran visto si no llevara el casco—.

—Conmigo juegos no, puta —uno de ellos se acercó peligrosamente a mi mientras hablaba, no le había reconocido antes, sin el casco cambiaba bastante, era el chico con el que había corrido minutos antes—.

—¿Juegos no? Vale, pues te lo voy a decir muy clarito todo, lo siento si ha herido tu ego que una tía te de mil vueltas sobre una moto, pero es lo que hay, cuando aprendas a conducir mejor ven a buscarme, de momento ya os podéis ir pirando tú y tu masculinidad frágil —no añadí nada más, simplemente me di la vuelta y cogí a Kevin de brazo, no quería arriesgarme a que se tiraran sobre él—.

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La música estaba destrozando mis oídos, me levanté de la silla en la que estaba; dentro del casco se había creado ya un microclima horrible, aquí dentro habría ya el triple de grados que fuera, a si que mi cara era un auténtico lago de sudor.

De normal me habría quitado el mono y el casco y hubiera ido sin más hasta que esto terminara y Kev pudiera llevarme a casa, pero algo me decía que hoy no iba a ser buena idea si lo hacía.

Fui a dar una vuelta por el lugar, la gente me miraba, era obvio y muy extraño, no acostumbraba a llamar la ínfimamente la atención que cuando llevaba el traje, me he sentido siempre como Hannah Montana.

Era ridículo andar sin rumbo por el sitio, sin poder pararme a tomar nada en ninguno de los puestos para no quitarme el casco, me replanteo noche tras noche el dejar de ocultar mi identidad, pero luego ocurren cosas como las de hoy y mi cabeza se amuebla de nuevo dejándome claro el porqué.

Frustrada por la situación volví a la zona de camiones, esa era mi zona segura, era donde guardaban todas las motos y donde yo me quedaba esperando a Kevin para volver, estaba muy cabreada, me había dicho que no me iba a llevar muy tarde a casa, pero de eso ya habían pasado unas cuantas horas ¿Dónde se mete ese imbécil? Arranqué el casco con frustración de mi cabeza y me pasé los dedos por la melena rubia peinando esta, estaba tan cabreada con la situación que mandé a la mierda la precaución y de haberlo sabido antes me hubiera tomado un par de segundos para tomar esa decisión.

—¿¡Raven!? —.

Mierda, me giré lentamente hacía la persona que acababa de hablar.

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Muy bien, se que me vais a querer matar, no he actualizado en dos semanas y cuando actualizo vengo con un capítulo tan corto.

No quiero contaros mi vida porque se que no os va a interesar, pero hay dos razones; la primera, he tenido dos semanas muy ajetreadas y me ha sido muy imposible escribir y la segunda, tenía un bloqueo gordísimo con este capítulo, pero es de los más importantes para la trama de la historia, a si que decidí reducir el contenido, saltarme relleno (Que no me gusta) y traeros uno (Tampoco muy bueno, la verdad) voy a compensar con el siguiente, prometidísimo.

|No me sueltes nunca| PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora