Suerte mañana lidiando con la resaca y con Raven, lo primero seguro que es un paseo comparado con lo segundo.
[DAVID]
—¡Joder, Jared! —el gemido de Raven se coló por mi habitación, haciendo que lo escuchase aunque llevase los cascos puestos con el volumen a tope—.
Me arranqué los cascos de golpe y los lancé hacia un lado de la cama en la que estaba tumbado. Hacía un buen rato que había entendido lo que pasaba en la habitación, pero a todo pronostico de hacerme daño, me había quedado a martirizarme más, como si el daño fuera a hacer que perdiera esos sentimientos por Raven.
Podría haberme bajado desde un principio a estar con los chicos en el salón, pero sabía que no era el único en esta casa que había pillado lo que estaba haciendo la parejita y lo último que me apetecía es que me mirasen con pena como si fuera un cachorro lastimero.
Agarré las llaves de mi pick-up y cerré la puerta de mi habitación de un portazo, realmente no era lo que pretendía, no quería que nadie notase mi presencia pero tenía los sentimientos a flor de piel.
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Abrí la puerta de casa a duras penas, la poca luz que había en el porche de la cabaña era proporcionada por una bombilla cálida en el umbral y el frío provocado en estas alturas de la montaña hacía que mi mano temblase más de lo que ya hacía a causa del alcohol.
Al segundo vaso de whisky perdí la cuenta de lo que bebía y de que bebidas pedía, todo el interior de la cabaña estaba a oscuras, lo que era de esperar a las cinco de la mañana.
Entré en todo el silencio que pude, quitándome las zapatillas, dejándolas en la entrada, ni si quiera di la luz, me encaminé a la cocina donde la única luz que me dejó apreciar la figura difuminada de los objetos era la de la nevera que acababa de abrir.
—Estaba preocupada por ti —me giré al escuchar una voz femenina proveniente de mi espalda—.
Vacilé un poco y me encontré de frente a Raven, llevaba mi sudadera de lacrosse. Llevaba toda la noche viendo a Raven a mi alrededor, así que sabía que esta vez tampoco era ella.
—¿No me vas a contestar? —encendió la luz a su espalda y pude ver la parte trasera de aquella sudadera, que le llegaba un poco más abajo del culo, la cual tenía el número 27 en la espalda y el apellido Adams—.
Esa no era mi sudadera y esta no era una de las Ravens que mi cabeza había creado a lo largo de la noche, esta era la verdadera Raven.
—¿Qué quieres que te diga? —había sonado más arisco de lo que pretendía, pero el alcohol no me permitía ser consciente del tono que usaba—.
—Podrías haber contestado a los mensajes que te mandaba —se apoyó en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho—.
—¿Eres ahora mi madre Cooper? —me reí descaradamente negando con la cabeza mientras sacaba agua del frigo—.
—No David, soy tu amiga, y yo que se, al menos avisar de que te ibas —pasó a mi lado para coger un vaso de una estantería, mientras seguía hablando calmada—.
—Claro, voy a entrar en tu puto cuarto cuando estas en mitad de un polvo a decir que no soporto escucharos y que me voy a emborracharme hasta el culo —apreté la mandíbula y le miré de reojo—.
Parecía como si mi comentario hubiese sido totalmente inofensivo, porque ella seguía a lo suyo, acercándose al final con un vaso y una pastilla en la otra mano.
—Apestas a alcohol, anda tómate eso y sube a darte una ducha, mañana me lo agradeces —me miró directamente a los ojos, como si nada, como si no estuviese siendo una mierda con él—.