Otro día comenzaba, el Sol lentamente se filtraba por mis cortinas color lavanda y afuera un pajarillo me cantaba con alegría de estar vivo otro día. Ojalá yo tuviese el humor mañanero de aquella ave pues parecía el Grinch cuando me despertaba por las mañanas, eran muy pocos los días en donde amanecía como personaje de comercial de colchones, la gran mayoría de las veces parecía un vampiro que no había dormido bien. El único consuelo que tenía era que ya faltaban dos días para el fin de semana y tenía planificado un día de playa con las chicas antes que llegue irremediablemente el otoño y tengamos que guardar los trajes de baño para fin de año.
Apenas me quité las sábanas de encima el delicioso aroma del desayuno me llegó a la nariz, olía a café recién hecho y pan tostado, si había algo que amaba era el perfume del café. Sin cambiarme todavía, me calcé mis pantuflas de pata de oso y bajé a desayunar; mi madre me esperaba en la cocina con tostadas francesas y aquella deliciosa y caliente bebida orgullo de Colombia; una vez que sacié mi apetito subí las escaleras para vestirme y prepararme, ese día elegí unas lindas sandalias coral con un jean capri y una musculosa negra, me maquillé, tome mi mochila de corazones y bajé deprisa por las escaleras, le dí un fugaz beso a mi madre, cacé mis llaves al vuelo y salí a la calle para ir al colegio.
Ese día no tenía ganas de ponerme los auriculares, quería escuchar el sonido del pueblo por las mañanas, el aire estaba fresco y en pocos minutos ya estaba completamente despierta, aunque, irremediablemente, ya se empezaba a sentir los primeros fríos, pronto me arrepentí de no haber traído un saco liviano para taparme, los pocos vellos de mis brazos se erizaron y se me puso la piel chinita. Entré al colegio temblando un poquito de frío, dentro me encontré con las chicas y con Castiel y Lysandro, el pelirrojo estaba sosteniendo una partitura mientras discutía airosamente con Lysandro sobre algo, preferí no molestarlos pero saludé con la mano al albino al pasar y éste me regaló una hermosa sonrisa.
-Buenos días, Annie-me saludó Nathaniel subido a lo alto de una escalera mientras colgaba otro cartel, esta vez, del recordatorio de los exámenes semestrales, no era suficiente el constante acoso de los profesores al estilo Alastor Moody con su "¡alerta permanente!" que ahora también teníamos al Prefecto de Gryffindor por excelencia colocando recordatorios innecesarios.
-¡Hola, Nathaniel!-le dije mientras lo saludaba con una mano-Ten cuidado.
-No te preocupes, esta escalera es...¡Demonios!-La escalera se tambaleó y los chicos que la sostenían la estabilizaron de inmediato mientras se disculpaban.
-¡Discúlpenos, Nathaniel!-dijo una chica, parecía de primer año.
-No hay problema, pero sosténganla más firme-suplicó el rubio, mientras se prendía de la escalera como un gato.
-Luego te veo, Nath-le dije, y me fui a dejar mis cosas a mi taquilla.
Coloqué la combinación y y dejé adentro los libros del segundo período, quedándome sólo con los del primero y mis útiles; cuando cerré la puerta me encontré con la cara de Ken, sombría, como una película de terror. Fue tal el susto que me llevé que pegué mi espalda contra los casilleros, haciendo que sonaran con fuerza.
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Corazón de Melón (libro #1)
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