Lo que quedaba de la semana se había ido en un parpadeo, ya estábamos en viernes y a pesar que tenía un sábado espectacular por delante me encontraba deprimida por la partida de mi amigo; el hecho que Ken se fuera me afectó de manera que jamás había creído posible, si bien en un principio sentía molesta y hasta impertinente la presencia de mi amigo ahora lo extrañaba demasiado, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y para colmo no había encontrado su número en mi taquilla pues alguien había forzado la cerradura, y además de faltar su número de contacto no estaban mis libros, una foto de mis padres, maquillaje y dinero que siempre tenía guardado de emergencia.
Andaba por los pasillos con mis cuadernos pegados al pecho, había sufrido una agresión directa a mis pertenencias, no tenía ni idea de quién había podido ser el autor de ese delito, mis amigas no habían visto nada y a pesar que me aconsejaron que vaya y hable con la directora preferí no hacer nada o iba a sufrir más represalias. Antes que termine el segundo recreo Nathaniel se me acercó, estaba rojo como un tomate y bastante incómodo.
-Annie, ¿cómo estas?-preguntó mientras arrugaba sus vaqueros.
-Un poco "depre" pero bien-le respondí sin muchos miramientos-Ken se fue a la escuela militar y eso me deprime un poco.
-¿Ken?-preguntó Nathaniel sorprendido-¿Kentin O'Connor?
-Sí, es mi mejor amigo-respondí, sin dejar de caminar con rumbo a lo que quedaba de mi casillero-Pero lo que más me deprime es no poder mandarle un mensaje de aliento, se que debe estar asustado y solo.
-¿No tienes su número?-preguntó Nathaniel.
-Lo tenía, él lo escribió en un papel y lo metió dentro de mi taquilla-respondí mientras le mostraba el penoso estado de mi casillero, se podía apreciar que la habían golpeado con algo contundente como para romper el candado y no contento con eso habían escrito "puta" con marcador indeleble en el interior-Pero alguien violentó la cerradura y no solo desapareció su número, sino también cosas mías y dinero.
Nathaniel observó con atención la escena del crimen y arrugó su frente mientras sus ojos color miel centellaban de furia.
-Esto no va a quedarse así-dijo-Hablaré con la directora y revisaremos las cámaras de seguridad para dar con el responsable.
-¿No crees que será peor?-pregunté, no quería más problemas.
-No voy a dejar que alguien le haga esto a una estudiante, mucho menos a una amiga mía-respondió el rubio, su compromiso me hizo sonreír.
-Gracias, Nathaniel-dije, sonó el timbre del segundo periodo y comenzó la clase de francés; estábamos en medio de una traducción bastante difícil cuando sonó el aviso de la directora.
-Se solicita con suma urgencia la presencia de las señoritas Sucrette, Andrews, Chang y Lacourte en el despacho de la directora-dijo la voz de la secretaria.
Ámber, Li, Charlotte y yo (y todo el curso) nos miramos, dejamos nuestras cosas los pupitres y nos dirigimos hacia el despacho de la directora, llamamos a la puerta y entramos; al pasar vimos al Sr. Farres, Nathaniel y la señora Directora con cara de pocos amigos.
-Adelante y cierren la puerta, por favor-susurró el Sr. Farres; el ambiente estaba tenso, la directora parecía la versión femenina de Vitto Corleone, tenía las yemas de sus dedos unidas y pegadas a sus labios y nos miraba a todos atentamente casi sin pestañear por sobre sus anteojos, el Sr. Farres lucía como si hubiese recibido una reprimenda y Nathaniel estaba serio y callado; el grupo de Ámber y yo tomamos asiento.
-¿Sucede algo, profesor?-ronroneó Ámber con su mejor voz de nena inocente, antes de que el Sr. Farres pudiera hablar el que habló fue Nathaniel.
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Corazón de Melón (libro #1)
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