Sexy

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El paisaje fue cambiando lentamente al alejamos de la urbe y sus ruidos para adentrarnos en el verde escocés, fuimos rodeados por montañas y lagos, la nieve, la paz, la quietud... Desde muy pequeña me había sentido sumamente atraída por aquella tierra repleta de príncipes y dragones, de magia y misterio, del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda, de torneos y justas entre caballeros y de princesas con largas y hermosas cabelleras. A lo lejos tímidamente se dejaba ver el Palacio de Scone, que asomaba entre una copiosa nevada, parecía un castillo de juguete espolvoreado con azúcar impalpable, celosamente resguardado por unos muros de piedra, altos y sólidos, que advertían que allí comenzaba propiedad privada y, para flanquear la entrada, unas puertas de hierro coronadas por un bello arco con las iniciales "B L" en él. Un guardia alojado en una casilla de roca que parecía muy acogedora nos hizo entrar abriendo la puertas eléctricas.

-Al fin en casa-suspiró Asagi complacida mientras Kentin y yo admirábamos el sitio.

El Palacio de Scone estaba cubierto por enredaderas que en ese momento se encontraban desprovistas de hojas pero sí atiborradas de nieve, lo rodeaba un hermoso bosque, un camino de grava indicaba la ruta hasta la entrada donde en una rotonda se encontraba una bellísima fuente con dos caballos y un tritón con un tridente que lanzaban chorros a raudales desde las tres puntas del arma y de la boca de los caballos, al parecer habían querido incluir un poco del fastuoso lujo versallesco al estilo victoriano. La servidumbre en pleno nos estaba esperando, criados a un lado y mucamas al otro, un mayordomo vestido con un flamante uniforme y una mujer con un ajustadísimo rodete que miraba a los recién llegados con gesto de desaprobación en los labios, y liderando la recepción de bienvenida estaba mi tío, Sir Pierre Bonfainte-Leroy, un hombre clásico y distinguido, llevaba la cara completamente afeitada y su rubio cabello peinado hacia atrás, los ojos eran azules, a diferencia de Asagi que tenía los ojos de su difunta madre, vestido de traje Emporio Armani color gris oscuro y una hermosa corbata azul que hacía juego con sus ojos. Ante tremenda comitiva me sentía como Lady Mary Crawley llegando a Downtown Abbey.

Al bajarnos de los autos Asagi se encaminó a su padre, se saludaron con un beso en cada mejilla y luego nos recibió a nosotros.

-Hola, tío-lo saludé como había hecho su hija.

-Annie, que hermosa estás-apreció al verme.

-Quiero presentarte a mis amigos-dijo Asagi mientras señalaba a nuestros acompañantes-Ellos son Kentin O'Connor, Castiel Rhodes, Lysandro Aisnworth, Alexy y Armin Konstantine y Nathaniel Andrews.

-¿Nathaniel? ¿El mismo Nathaniel que vino a verme hace unos años?-preguntó mi tío.

-El mismo, señor-aseguró el rubio e intentó estrecharle la mano pero mi tío lo recibió con un cariñoso abrazo.

-Ahora mismo Simmons y Wilkins les mostrarán sus habitaciones, la cena estará lista en un momento-anunció mi prima y sin más se retiró con su padre hablando en veloz y cerrado francés.

Los criados ya habían bajado nuestros bolsos y los estaban entrando, el mayordomo, Wilkins, hizo una reverencia y observó a aquellos jóvenes extranjeros que habían llegado a tierras británicas con cierta curiosidad, seguramente preguntándose a sí mismo que hacía la hija de Sir Pierre juntándose con gente como nosotros, chicos comunes y corrientes y no con jugadores de polo o hijas de terratenientes adinerados.

-Si gustan seguirme, hemos preparado sus aposentos-pidió Wilkins con un marcadísimo acento snob; liderando el grupo el mayordomo entró al palacio mientras los criados nos abrieron las puertas, todos mirando todo con la boca abierta, algo que provocó que Simmons, el ama de llaves, chasqueara la lengua en señal de desaprobación ante tamaña falta de educación de los amigos de la hija de su amo, pero es que era imposible no entrar completamente asombrados ante tanto lujo junto: Candelabros, estatuas, armaduras, piso de madera de caoba con alfombras persas... y como joya del recibidor una enorme y hermosa escalera imperial que llevaba al piso superior, subimos por allí.

-Los aposentos del Señor Alexy-anunció Wilkins mientras Simmons abría la puerta y nos permitía ver desde afuera el interior del dormitorio, el cual era enorme y tenía una gigantesca cama con dosel de dos plazas. Alexy entró y se tiró a la cama mientras gritaba de felicidad, provocando un suspiro de asombro en el ama de llaves. Conforme avanzábamos los chicos se iban quedando en sus respectivos dormitorios, hasta que sólo quedaba yo, convenientemente ubicada cerca del dormitorio de mi prima.

Mi habitación era sencillamente hermosa, había un hermoso tocador con un espejo de tres hojas, igual que si fuese una reina, para poder admirarme y arreglarme desde tres ángulos distintos, un bello placard donde cómodamente cabría mi ropa, un espejo de cuerpo completo, un cordel que suponía era para llamar al servicio, una chimenea encendida y una hermosa cama con dosel en la que cabrían dos personas. Estaba esperando que en cualquier momento entren Ding-Dong y Lumière a cantarme "nuestro huésped sea usted".

-No dude en llamar si necesita algo, señorita-dijo Wilkins y se retiró, yo me acerqué a la ventana para observar mejor, a lo lejos estaba el bosque, había una cancha de bádminton, un hermoso invernadero con rosales y toda clase de flores, arbustos, árboles, una piscina cubierta, un estanque artificial a medio congelar y unos establos dónde parte del personal trabajaban arduamente.

Unos brazos me abrazaron por atrás, las manos estaban cubiertas por unas mangas con vuelos, al darme vuelta vi a Lysandro.

-Hola-me susurró con una sonrisa.

Corazón de Melón (libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora