Capitulo 8

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— Me traeras un regalo, ¿verdad?— Sonrio, al escuchar la voz de Liz

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— Me traeras un regalo, ¿verdad?— Sonrio, al escuchar la voz de Liz

— Si.— Cierro la maleta y la coloco en el suelo — ¿Qué quieres que te traiga?

— Mucho maquillaje.— Sonrie

— Mmh.— Me agacho a su altura — Yo creo que eres un poco pequeña para usar maquillaje.— Frunce el ceño

— No es cierto. Mi piel aguanta.— Toca su rostro sonriendo, rio

— Vamos, ya habrán llegado por nosotros.— Tomo su mano y salimos de la habitacion. Me giro mirándola y mi mirada cae detras del armario, donde deje el arma. Cierro la puerta y me aseguro de dejarla con llave.

— David, ya deja el telefono.— Tomo a Abby de su sillita y arreglo su ropa— ¿Ya estan listos?

— Si.— Responden al unisono. Toman sus mochilas y yo tomo mi maleta. Camino a pasos rapidos hacia la puerta, les hago paso para que salgan

Cierro con llave y las guardo, mientras caminamos hacia el ascensor.

— Recuerden comportarse.— Entramos y oprimo el boton de la planta baja— Nada de gritos, nada de peleas a mano y por favor...— Los miro— nada de tirarse comida.

Comparten una mirada, asienten.

El ascensor se abre y salimos. Uno de los guardias enseguida se acerca a ayudarnos con las maletas, le doy una mirada de agradecimiento, mientras camino hacia la salida.

— Disfrute su viaje, señora.— Giro mi cabeza hacia la recepcionista y su escalofriante sonrisa. Le sonrio forzadamente y salgo del edificio

Es un viaje de trabajo, dudo que lo disfrute.

Veo a lo lejos una camioneta negra, a los segundos la puerta de copiloto se abre, dejando ver al señor Stärke en el asiento de piloto.

Suspiro.

El guardia le abre la puerta de atras a los niños. Escucho como saludan al señor Stärke, mientras me siento en el asiento del copiloto.

— Buenas noches.— Hablo, mientras cierro la puerta. Me giro hacia a el, le sonrie a Abby y luego me mira

— Buenas noches, Octavia.— Entreabro la boca, cuando escucho mi nombre pero carraspeo, mirando hacia adelante

El auto empieza a conducir, bajo un poco la ventana para ver mejor la ciudad.

— Señor, ¿tiene piscina?— Abro mis ojos en par en par, giro rápidamente mi cabeza hacia David. Lo miro mal— ¿Qué?

El señor Stärke rie, dirijo mi mirada hacia el.

— Si, tengo piscina.— Responde tranquilamente, veo de reojo la gran sonrisa de los niños

— ¿Podemos tener habitaciones separadas?

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