Me sentía confundida.
Los minutos iban pasando sin siquiera pensar en parar por mí. Yo mordía mi labio inferior y mis manos comenzaban a tornarse heladas, mientras mi cabeza recorría todas mis ideas, dudas e inseguridades. Y, por un momento, quise poder dejar de pensar y estar tranquila por una vez.
Su existencia y su manera de quererme me dejaba confundida, porque su manera de quererme era muy diferente a la mía y yo simplemente no entendía cómo funcionaba todo. Y no entendía si realmente eso era querer, si yo no lo hacía bien, o si simplemente había algo de fondo o mucho más allá de lo que podía ver y que necesitaba vivir para poder entenderlo.
A veces podía sentir cómo mi piel lloraba en mí y lo extrañaba, a pesar de estar conmigo.
A pesar de hablar con él.
A pesar de saber que las cosas estaban bien, yo... simplemente lo extrañaba. Y no sé si era por mis inseguridades o por todo a lo que yo había estado acostumbrada en mis relaciones pasadas, pero a la mínima oportunidad en que no lo sentía «él», todos mis fantasmas se apoderaban de mi mente y me intentaban convencer de que él no me quería. Que yo no era suficiente. Que, en algún rincón del mundo, estaba quien realmente lo haría feliz y no era yo.Él me decía, constantemente, lo bien que se sentía conmigo.
El hogar que era para él.
La tranquilidad de su corazón cuando le hablaba o estábamos juntos.
Pero, aún así, mis dudas se apoderaban a cada segundo de mi ser y realmente llegué a un punto de no saber qué hacer. Y ni siquiera ahora sé si he podido pasar más allá de ese bache.
También hubo veces en que me dijo que no estaba seguro. Y cada palabra que pronunciaba su boca hacía que mi corazón se rompiera en pedazos y, como niña pequeña, yo no sabía cómo pegarlas de vuelta. Supe, entonces, que una de mis piezas se había ido con él y ahora le pertenecía. Sin que él se de cuenta y ni siquiera yo, sino hasta ahora. Y tenía miedo porque así de incompleta como estaba ahora, no estaba tan segura de hasta dónde podía llegar, así lo deseara con todas mis fuerzas.Y sé que lo quiero.
Y sé que, tanto mis inseguridades como las suyas, pueden tomar fuerza y deteriorar lo que tenemos... lo que nos queda.
Y sé, y estoy consciente, que aunque quizá no sea la única en la que él vaya a pasar durante el resto de los días que nos quedan, mi hogar ahora se encontraba en sus brazos y no quería imaginarme el día en el que no pueda llegar a casa y no acurrucarme en ellos.
Y es que él, de un momento a otro, se había convertido en la parte más emocionante de mi canción favorita. De la que suelo repetir una y otra vez para bailarla descuidadamente sobre un piso que rechina con mis pies descalzos. Y no quería perderlo.
ESTÁS LEYENDO
Diario mágico
PoésieUn poco de mí. De mis días, de lo que siento, de lo que vivo. Un poco de lo que soy. Para ti.