¡¡AYÚDAME!!

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Dar prioridad al bienestar de otro antes que al nuestro, es algo que pocos hacen. Podemos tener un buen corazón, inocente y lleno de confianza, sin embargo, esto nos hace vulnerables a las malas intenciones de los demás.

Expuso su vida por salvar la de otro, aun en una situación donde debes velar solo por ti, ella decidió proteger la vida de alguien más.

        — ¡¡Akemi...reacciona!! — Dije espantado — Resiste, iremos a casa.

        — Señorita... ¿Por qué hizo esto por mí? — Señaló el rey ogro.

Ella retomó la conciencia unos segundos, su sangre aun brotaba de sus fosas nasales, aun así, dio la respuesta más lógica que nadie podía comprender.

         — Yo sé que ninguna criatura mágica es malvada y ustedes deben entender que no todos los humanos somos malos.

El rey ogro sentía responsable, no iba a dejar que ella muriera de esa forma. Me ponía de pie e intentaba cargarla sobre mi espalda, cuando de pronto unas grandes manos me elevaron junto a ella.

Los arboles del bosque tenían una altura aproximada de 10 a 15 metros de altura y el Rey ogro media unos 7 metros... Realmente éramos como hormigas ante él, estoy seguro que no bastaba más que un bocado para devorarnos.

        — ¿Qué haces? — Cuestioné — ¿Nos vas a comer después de lo que hicimos por ti?

        — Ahora estoy en deuda con la sacerdotisa... Dime el lugar a donde se dirigen.

        — A la cima de la montaña, pero llegar a la ciudad de Orihime nos tomará un día y medio más como...

         — Perfecto — Interrumpió — Llegaremos justo al amanecer, sujétate fuerte que esto se pondrá algo peligroso.

         — ¡¡¿Qué?!! Apenas son las 2 am, ¿dices que llegaremos en 4 horas?

         — Usaremos mi magia para impulsarnos con estos árboles... Magia de Ogro: Goma de impulso.

Se impulsó del primer árbol generando una gran onda y destrozando los árboles de su alrededor... Estábamos subiendo la montaña a una velocidad que sentía que la piel se me iba a desprender del rostro.

El rey ogro aparentemente estaba recuperado y nos llevaba a casa sobre sus manos. Por otro lado, Akemi empezó a empeorar, sus síntomas iban en aumento, la fiebre subía muy rápido y luego de casi 3 horas de camino las venas en su piel se hacían más notorias.

El efecto del virus de perdida mágica empezaba a consumir su vitalidad, apenas podía hablar, pero mencionó lo que estuvimos por hacer antes de ser encontrados por el rey ogro.

        — Akemi, por favor... — Besé su mano —Sigue luchando, no te rindas.

       — No estés triste, necesito que cumplas tu sueño y que conozcas a esa persona que tanto admiras — Sonrió mirándome a los ojos — Sé que admiras al guerrero de las trasmisiones, observabas las pantallas como si desearás estar allí... El brillo en tus ojos delataba tu deseo.

       — Yo... yo no quiero perderte ahora — Mis lágrimas caían sobre su rostro.

       — ¿Puedes cumplir mi último deseo? — Su estado cada vez era más crítico — Puedes despedirme con un beso.

        — No se despida, señorita valiente, ya puedo ver la cima desde aquí, resista un poco más — Señaló el rey Ogro.

Llegamos antes de lo previsto, pero el rey ogro nos dejó a unos metros de la entrada principal a la ciudad.

        — Hasta aquí llega mi ayuda, si nos ven juntos nunca les abrirán la puerta.

        — Saluda a las criaturas mágicas por mí — Respondió una Akemi agonizante.

De pronto, se puso de rodillas e inclinó la cabeza, el rey ogro ofreció su vida por su salvadora. Existen pacto entre humanos y criaturas mágicas, era un hechizo creado en los tiempos de guerra, pero que ya no se practicaban.

        —Yo, rey de los ogros, a partir de ahora y para siempre juro que toda mi gente y yo estaremos bajo su servicio... Usted no morirá ahora joven sacerdotisa y es por eso que si en algún momento nos necesita solo pronuncie mi nombre y estaré para usted.

       — ¿Cuál es tu nombre? — Pregunté.

      — Soy Raftel y de ahora en adelante soy su guardián. Ofrezco mi vida para protegerla.

Después de esta despedida, cargué a Akemi hasta la ciudad, justo al ingresar me encontré con alguien que sería realmente nuestra salvación. Su nombre era Simón y era el médico de la ciudad.

        — Doctor, por favor... ¡¡Ayúdame!!Grité desesperado.

ORIHIME: La ciudad de los inmunes © (Completa) Sin editarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora