EL GUARDIA ZOMBI

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Ángel era el mellizo de Angie, ambos portadores de magia temporal limitada, sus habilidades consistían en crear bolsillos en el espacio donde desplazaban algunos objetos con facilidad.

Él era un joven callado y perezoso, no socializaba mucho porque siempre se la pasaba durmiendo y cuando empezó el viaje decidió unir su bolsillo al de su hermana y así transportarse dentro.

       — ¿Dónde estamos? — Preguntó mirando la celda.

       — Shhhh — Chitó Anderson — Ayúdanos a salir de aquí.

Él no entendía muy bien la situación, pero hizo lo que le pedían y nos liberó uno a uno. Cuando paso esto Beckan no dudo en golpearlo; lo culpó de no ayudar y la muerte de nuestros camaradas.

      — Detente — Dijo su padre — No podemos estar seguros de que algo hubiera cambiado, por ahora es mejor dar las gracias a que él no fue atrapado y pudo ayudarnos.

Beckan se detuvo y Angie corrió con su hermano.

      — ¿Qué haremos ahora? — Preguntó Akemi.

      — Tenemos que rescatar a Elizabeth — Respondí de inmediato.

      — Pero no podemos luchar contra todos — Comentó el doctor — Debemos pensar en algo, usamos mucha magia aquí, si no nos apresuramos podríamos convertirnos en los salvajes antes de que cumplan los seis meses.

Akemi pensó una solución. ¿Recuerdan a Raftel? El ogro que encontramos en el bosque cuando volvíamos a casa, él y ella hicieron un trato. Su solución era invocarlo, aun siendo consiente que un hechizo de este calibre la dejaría sin GEM de golpe.

Me tomó de la mano y entendí lo que haría.

       — No te atrevas — La tomé por los hombros — No puedes hacerlo en tu condición actual.

       — Pero si no lo hago moriremos todos — Bajo su mirada.

       — ¿De qué hablan? — Preguntó el líder.

       — Ella quiere invocar a su guardián — Respondí.

       — ¿Guardián? — Beckan se abrió entre carcajadas — Tras la guerra todos los seres mágicos rompieron su trato con los magos cazadores.

       — Y suponiendo que es cierto ¿Cómo podrías aguantarlo? — Agregó el doctor mientras abría la cerradura.

De pronto Marlín se acercó, se quitó el collar del cuello y se lo entregó a Akemi.

       — Si dices la verdad entonces demuéstralo, este collar te otorgará la magia suficiente para poder traerlo aquí.

Alguien se acercaba por el pasillo e inmediatamente el grupo tomó sus armas y salieron de la celda.

        — Es mejor que sea verdad lo que dice o moriremos — Marlín era muy seria.

Me quedé para protegerla mientras lo invocaba, pero no lo lograba; le preguntamos a nuestros superiores si había alguna forma de hacerlo y contestaron que cada guardián imponía el método con su amo.

Los soldados mutantes de la organización estaban frente a nuestras narices, Anderson y Simón tomaron la delantera protegiendo a los jóvenes que ya no tenían autorizado usar magia a menos que quisieran morir.

De pronto, un gritó hizo un eco entre las paredes, era Elizabeth en algún lugar de la instalación. Los adultos furiosos se lanzaron contra los soldados, un bisturí y una espada contra un montón de monstruos salvajes que nos superaban en fuerza y velocidad a todos.

Los magos menores de Orihime empezaban a resignarse, se frustraron al creer que ese sería el final de su viaje. Anderson era presionado y Simón se fracturó el brazo izquierdo.

        — ¿Por qué nadie me explica cómo llegamos aquí? — Ángel insistió con su pregunta.

       — ¿Acaso no lo estás viendo? — Dijo Beckan — Nos atrapó el enemigo.

       — Esas cosas tan feas ¿De dónde salieron? — Se colocó delante de su hermana — No tengas miedo, los mataré ahora mismo... Magia de ondas: Expansión psíquica.

Les estalló la cabeza a los mutantes salvajes, sin embargo, los demás soldados se aproximaban hacia ellos. Angie se apegó a otra celda y alguien la cogió del cuello.

       — Ayuda. Por favor sáquenme de aquí — Había un hombre encerrado.

Todos reaccionamos sorprendidos, mientras que Angie gritaba atemorizada.

       — Hey, suéltala — Ordenó Marlín.

       — Lamento haberlos asustado — La liberó — Sáquenme de aquí y los ayudaré a escapar de la instalación.

       — ¿Por qué deberíamos confiar en alguien como tú?

Aquel hombre estaba sucio, ensangrentado y no parecía estar en sus cabales.

       — Yo fui un guardia de este lugar, pero me inyectaron y empezaron a llamarme el guardia zombiSe arrodilló — Por favor llevadme con ustedes.

Los enemigos cruzaron la puerta principal de la prisión, era nuestro fin. Akemi y yo seguíamos dentro de la celda, ya no sabía qué hacer para invocarlo, en la desesperación ella gritó el nombre del Rey de los ogros y entre un estruendo, un rugido se oía venir de algún lado.

        — Lo logré — Dijo y cayó inconsciente.

ORIHIME: La ciudad de los inmunes © (Completa) Sin editarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora