CAPÍTULO 22

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EN MURCIA

Juanes - Tambor, ¿estás ya lista?

Inés - Oye, solo me llamas así cuando llevo el pijama de él.

Juanes - Pero llevas su camiseta.

Inés - Joe Juanes, aún así no tiene sentido.

Juanes - ¿Pues cómo te llamo ahora? ¿Osito Amoroso?

Inés - El oso amoroso, aquí, eres tú.

Juanes - ¿Por los abrazos? Es posible que te lo compre...

Inés - Mira, si me das uno, puede que vaya con los ojos vendados.

Juanes - ¿Ahora me vas a chantajear como Bella?

Inés - Of course, ¿de quién cree que aprendí?

Juanes - Eres una causa perdida... Monta en el coche, por favor.

Inés - Adiós, voy a llamar a Bella.

Juanes - ¿Y esa frialdad? Eres muy orgullosa cuando quieres.

Inés - No me abrazas, no me voy contigo.

Juanes - ¿Contenta?

Inés - ¿A dónde vamos?

Juanes - Te dejo elegir música, pero tienes que ir sin ver.

Inés - Vale, pero no voy a poner Marte.

Juanes - ¿Tienes fiebre?

Inés - Prepárate. No voy a parar de enlazar datos sobre las canciones de los 40.

EN MURCIA

Los dos jóvenes habían vuelto de Inglaterra. Sus vacaciones terminaban al día siguiente y solo tenían ganas de estar tumbados en el sofá para ver películas en la televisión. Un plan completamente perfecto después de unos días activos, y disfrutar antes de Agosto con su agenda ajetreada.

EN LA CARRETERA

Inés - Llevamos rato en el coche, ¿puedo saber a dónde vamos?

Juanes - Si te lo digo ya no es sorpresa, además, no has parado de hablar.

Inés - Bueno, algo quitará la ansiedad de tener los ojos vendados en un coche.

Juanes - Por lo menos sabes que no te estoy secuestrando.

Inés - No seas como el novio de Kasey Cooper, por favor.

Juanes - Algún día veré todas esas series para saber de que me hablas.

Inés - Esta te va a gustar, por lo menos es dramática y engancha.

EN UN TERRENO

Juanes - Llegamos, pero no se puede quitar la venda aún.

Inés - A ver que nos trae el chico sorpresas.

Juanes - ¿Por qué habla en plural? No estará...

Inés - Estúpido, estoy narrando como si fuera una peli.

Juanes - Me diste un susto...

Inés - Maldigo la venda por haberme perdido semejante regalo.

Juanes - Bueno, dejemos la cháchara para otro momento.

Inés - Cháchara.

Juanes - ¿Quieres verlo?

Inés - Cháchara.

Juanes - ¿Estás bien?

Inés - Cháchara, cháchara, cháchara [risas].

Juanes - Ay por dios, que te da algo.

Inés - Ahora sí, ay, que risa. ¿Cuándo me quito esto?

Juanes no sabía que le gustaba más, cuando se pone así de infantil o con los ojos vendados toda intrigada por saber que le ha preparado. Estacionó el coche en la puerta de una finca que tenía corazones de papel esparcidos por su jardín. Aún no le había quitado la venda, y quería filmar todo para tenerlo de recuerdo. Colocó las diferentes cámaras en los mejores ángulos, y ahora sí, ya estaba todo listo para que viera su propuesta. Era todo sumamente precioso, la puerta con estampado de rosas color dorado, el bello jardín con todos esos corazones en el suelo, unas telas haciendo efecto tienda de campaña y un maniquí con una gran bata encima. No tenía ni idea de que había tras esas "cortinas" pero que haya hecho todo esto por ella era una verdadera locura. No sabía como reaccionar, ni qué decir, estaba arropada entre sus brazos y ya está.

Juanes - ¿Qué te parecen mis vacaciones?

Inés - Te la rifaste... Me vas a hacer llorar, cabrón.

Juanes - Y eso que no has visto lo que hay ahí.

Inés - No sé si estoy preparada... Pusiste el listón demasiado alto en el crucero.

Juanes - Soy compositor, espero que no llegue el día que me quede sin ideas.

Inés - Si llega, pero dicen que la musa correcta, tiene el don de ayudarte.

Juanes - ¿Qué pasa si esa musa ya ha llegado?

Inés - No lo sé, Juanes, pero me estás matando con la intriga.

Juanes - ¿Cuándo no estás tú intrigada por algo?

Inés - Esa es una gran pregunta a la cual no tengo respuesta.

Juanes - Deja, estoy muy cómodo abrazándote pero voy a tener que destapar tu regalo más único en su especie.

Tenía más ganas de llorar que cuando le regalaron aquellas entradas que sabía que estaban agotadas. Eso era totalmente surrealista, maravilloso, precioso... No tenía palabras exactas para definir aquella muñeca de madera. Era ella, en su esencia más pura. Mejor dicho, era ella leyendo un libro. Empezó a llorar, no se aguantó, no tenía capacidad para tanto. Lo abrazó como nunca, se había pasado tres mil pueblos. En ese libro que leía su versión Pinocho, ponía la frase más romántica que había leído en sus veinticinco años de vida. "Yo solo quiero poder amarte sin miedo al resto, y sabiendo que tú me dejas hacerlo." Una bala perdida en el pecho habría dolido menos, la verdad.

Juanes - Sé que a veces te da miedo el qué dirá el resto, pero sobre todo, tú misma.

Inés - Juanes, yo...

Juanes - Sh, ahora hablo yo, si me dejas. Me gustaría poder decirte que te amo todo el tiempo sin tener esa duda de si lo recibirás bien o mal. Simplemente, quiero saber que aceptas que te ame, y que tú lo quieras así. Ni que te sientas obligada, forzada, ni que luego te puedas arrepentir de ello. Eso es lo que menos desearía, perjudicarte ahora, mañana o en unos años cuando mires hacía atrás.

Inés - Carajo, si sabes que soy sensible no me digas estas cosas...

Juanes - Puedes ser sensible, pero seguirás siendo tú, y eso es lo que me importa.

Inés - ¿Quieres que sea yo? Quiero que sepas que no me siento obligada a besarte.

Y sin dejarle decir nada, le agarró de sus mejillas para darle un gran beso. Grande por todo el sentimiento que contenía.

BALAS PERDIDAS #BBPP1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora