12.

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CHAPTER TWELVE: WE CAN'T HAVE FAITH FOR EVERYBODY

❝ᵉʳᵃ ᶠᵘᵉʳᵗᵉ
ᵖᵉʳᵒ ᵉˢᵒ ᵉˡˡᵃ
ⁿᵒ ˡᵒ ˢᵃᵇᶤᵃ

ˢᵒˡᵒ ᵖᵉⁿˢᵃᵇᵃ
ᵠᵘᵉ
ˢᵉ ˡᵉᵛᵃⁿᵗᵃᵇᵃ
ᵈᵉ ᶜᵃᵈᵃ ᶜᵃᶤᵈᵃ

ᵈᵉ ᶜᵃˢᵘᵃˡᶤᵈᵃᵈ

Clementine asintió, observando atentamente el pentagrama.

—Luego es: fa, sol, mi, dos silencios, la, re, mi —dijo el de rastras—. Una secuencia de corcheas con la escala y se repite.

Por muy complejo que resultara a primera vista, Louis se lo había explicado miles de veces, y en esos momentos ya era sencillo leer sus notas. Recordaba el sonido de la mayoría, y cuándo tenían tiempo, ambos quedaban en la casa del de rastras para retocar sus trabajos.

A Clementine no le apasionaba la música, pero ver la emoción en los ojos del chico cada vez que tocaba el piano era una obra arte.

Sentía la mirada de la rubia en su nuca, un cuchillo ardiendo que atravesaba su cuello por completo. La sensación era molesta, exasperante, pero ella quería ignorarlo por completo. No tenía fuerza para hablar de lo ocurrido. No tenía fuerzas de hablar con ella. Las cosas se arreglarían si le dejaban tiempo para arreglarlas. Y lo que necesitaba era tiempo.

Mucho tiempo.

—¿Y eso? —cuestionó señalándolo.

—Oh. Eso es un puntillo —explicó con calma—. Es para alargar las notas. Si una negra dura un tiempo, con el puntillo dura un tiempo y medio. Con la blanca, en vez de dos tiempos, dura tres.

—Se le suma la mitad de la nota —razonó la morena.

—Chica lista. Una amiga mía —le echó un vistazo rápido a Violet—, también tiene un buen gusto con la música. Cuando vuelva, te la presentaré.

Si la finalidad de la información era hacerla sentir mejor, entonces había fallado estrepitosamente.

—Uh, vale-

—Creo que nos deberíamos ir ya —interrumpió a propósito la rubia—. Mañana nos vemos, Lou.

El nombrado tragó saliva, y asintió vigorizadamente.

—Oh. Bueno, uh, si. Mañana... Mañana nos vemos.

Louis recogió su pequeña libreta de las manos de la morena, en la que apuntaba con esmero las melodías. Casi todos los acordes estaban dibujados en la página del final, totalmente claros y bonitos, mientras que los arpegios estaban desperdigados por el cuaderno de forma desastrosa. Le dió un último vistazo antes de que la cerrara, y  Clementine se percató de que era así como se esperaba que fuera algo tan importante para Louis.

Esperó a que el chico cerrara la puerta y se despidiera de ellas para girarse muy lentamente. Violet seguía mirándola con la misma intensidad con la que lo había hecho antes y esa desaprobación en su rostro, o esa manera en la que fruncía el ceño, solo conseguían desesperarla.

No dijo nada. Se acercó a ella sin dudar en ningún momento, y cuando estuvo a su lado, empezó a andar como si nada. Escuchó el impacto de sus propios dientes al chocar con fuerza cuando pensó en decir algo, pero ni de coña era ella la que empezaba la conversación. No. No ahora.

「ʙ ᴇ ʜ ᴀ ᴠ ɪ ᴏ ʀ」  -H I A T U S-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora