Capitulo 7: Arrancando malezas

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A las 7:45 a.m., salgo del hotel Wink y me dirijo a casa de Seungkwan. Después de una noche de sueño y consumo frívolo, me siento como yo mismo otra vez. Como el loco Chwe Hansol , el mejor maldito coleccionista en el planeta Tierra.

Voy a coleccionar el alma de Seungkwan. No voy a sentirme mal por hacerlo. Es mi trabajo. No es nada personal.

Esta mañana, estoy disfrutando de las ventajas de trabajar en el mundo terrenal. Presiono mi pie en el acelerador y mi Escalade4 roja manzana acaramelada gruñe. Mi nueva niña tiene cuero negro, un potente equipo de sonido y llantas de gran tamaño. Match.com5 no podría haber creado una pareja más feliz.

Fuera de la casa de Seungkwan, toco bocina una vez y espero. Quiero ver su cara cuando salga por la puerta. Le va a gustar este viaje tanto como a mí.Sólo los amantes del rojo pueden apreciar realmente esta belleza.

Mientras estoy mirando la puerta, siento algo fuera de mi ventana. Echo un vistazo a mi izquierda, pero no hay nada. Al menos eso es lo que dicen mis ojos. Peropuedo sentir al coleccionista mirándome a través de su sombra. Observando y esperando que meta la pata con esta asignación. 

Un sonido de toqueteo a mi derecha envía un escalofrío por mi columna vertebral. Seungkwan está sonriendo a través de la ventanilla del copiloto. Su mochila cuelga sobre sus hombros y está vestido con vaqueros oscuros y una camiseta teñida. ¿Hippie? ¿En serio?

Abre la puerta y su mirada lanza dardos alrededor, inspeccionando todo.

—Tienes que estar bromeando.

—Te lo digo, no lo estoy.

—¡Es tan impresionante! —dice a través de la mano sobre su boca—. ¿De dónde la sacaste?

—Es mía. Mamá dijo que la compraría para mí sí me mudaba a Seúl pacíficamente. —Muevo mi mano por el interior—. Elegí la paz.

—Yo también me quedaría con la paz. —Se mete en el asiento del copiloto, y lanza su bolso en la parte posterior—. Pongámosle un nombre.

—¿Un nombre a mi auto? No.

—¡Sí! Oh, déjame hacerlo a mí. ¿Qué hay de Elizabeth Taylor? Era llamativa y se veía bien en rojo.

—¿Quieres llamar a mi auto Elizabeth Taylor?

—No quiero. Lo hice. Ya está hecho.

Tomo una larga respiración. 

—¿Puedes decirme a dónde tiene que ir Liz?

Aplaude y me dice hacia dónde nos dirigimos. Coloco la dirección en el sistema de navegación y veinticinco minutos más tarde estamos estacionados en un lugar desconocido. Estaba seguro que una ciudad con el nombre de Seúl no podía tener una parte peligrosa, pero estaba equivocado.

Casas decrépitas se alinean en las calles, con apenas un pie de distancia entre ellas. Cercas con cadenas encierran metros de tierra infestadas de maleza y barras de hierro protegen las ventanas. Miro a Seungkwan por el rabillo del ojo.

—¿Tienes deseos de morir?

—Confía en mí, ¿de acuerdo? —Emite un sonido, aunque es demasiado pronto para cantar.

Sale del auto y le hace señas a un autobús escolar amarillo aparcado cerca de una acera desmoronada. La gente comienza a salir del autobús y se dirigen hacia él. Llevan cubos de pintura, macetas, césped, y un montón de herramientas que usan los asesinos.

—Seungkwan, ¿puedes por favor darme una pista? —pregunto, saliendo y estirando las piernas.

Abre la puerta de atrás, agarra su mochila y saca dos camisetas de manga larga. Atrapo la que vuela hacia mí y leo el brillante y odioso logotipo: “Manos que dan una Mano”.

El Coleccionista - Verkwan (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora