UN AMOR UNA AMISTAD Y MI RIVAL

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CAPÍTULO 1.

La  urbanización era bonita y tranquila. Las viviendas eran unifamiliares, la mayoría construidas en madera que posteriormente habían sido pintadas en algún color llamativo, amarillo, azul, verde. Todas con un precioso porche donde tenían una pequeña mesa con unas sillas que usaban para pasar las tardes de verano al aire libre, como era el caso de los padres de Terry; o bien tenían algún banco de madera finamente pulida, con mesa de cristal redonda mente cortado como era en casa de Albert, o balancín, como era el caso de la vivienda de Candy.


La mayoría de los jardines delanteros estaban bien cuidados, aunque alguno qué otro necesitaba un buen corte de césped o quitar las malas hierbas. Aunque los tiempos de la economía no eran buenos. Terry pedaleo más fuerte y subió la bicicleta a la acera. Se giró y observó A Albert él cual subía los escalones de su porche.


—Hasta mañana, Albert —pronunció Terry y Albert le devolvió el saludo mientras subía también los escalones del porche para entrar en su casa. Terry se dirigió a su habitación el cual era acogedor. Tenía la cama situada al lado de la ventana, desde donde podía divisar la casa vecina en la que vivía Albert y ambas ventanas podían notar la casa de Candy. En su habitación tenía unas cuantas estanterías distribuidas donde había colocado maquetas de aviones que él y su padre había construido. Al final de la habitación había un enorme armario de madera donde guardaba su ropa tanto de invierno como de verano. Se desvistió y se puso el pijama mientras observaba el vaso de agua que había colocado su madre sobre la mesita de noche. Dio un sorbo y apartó la sábana azulada para meterse en la cama justo cuando escuchó los pasos de su padre subir por las escaleras.


Su padre abrió lentamente la puerta, asomando su cabello canoso y sus ojos azulados bajo aquellas cejas pobladas.

—Ya te has acostado -comentó Richard entrando en la habitación.

—Sí -pronunció Terry incorporándose para observar mejor a su padre. Richard fue hasta él y se sentó en la cama, a su lado. Acarició su cabello castaño y le sonrió.


—Ya te quedan pocos días de colegio.

—Dos semanas y después vacaciones -contestó alegre-. ¿Iremos a algún sitio? Richard comenzó a reír.


-No creo, campeon. Me toca trabajar. -Al ver la cara de disgusto de su hijo usó un tono más alegre-. Pero podrás disfrutar de muchas horas libres y podemos hacer muchas cosas juntos. Terry acabó afirmando con una sonrisa. Richard se arrimó a él y le besó la frente antes de levantarse.

-Que descanses. Buenas noches -pronunció su padre mientras iba hacia la puerta.

-Buenas noches, papá -comentó Terry incorporándose de nuevo en su cama y observando cómo su padre cerraba la puerta con cuidado. Se quedó quieto en la cama. Cuando escuchó cómo la puerta del comedor se cerraba se incorporó colocándose de cuclillas y se apoyó contra el alfeizar de la ventana. Observó la casa de alado. La habitación de Albert estaba totalmente a oscuras. Estiró el brazo hasta su mesita de noche y abrió el cajón cogiendo la linterna que le había regalado su padre en su cumpleaños. Abrió la ventana y apuntó hacia la habitación de Albert. Comenzó a emitir suaves destellos intermitentes hacia aquel cristal hasta que una lacia y rubia melena se asomó. Albert sonrió cuando descubrió de dónde provenía aquella luz. Abrió la ventana con una mueca en su rostro ya que la luz de la linterna le molestaba directamente a su visión.

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