UN AMOR UNA AMISTAD Y MI RIVAL 15

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CAPÍTULO 15.

Intentó respirar, consciente de que en cuanto tocase tierra estaría en peligro, pues habían recibido disparos por el enemigo, pero confiaba en poder llegar antes. Terry miró de un lado a otro intentando reconocer a alguno de sus compañeros, pero la oscuridad era tal que era incapaz de distinguirse unos a otros, aunque estuviesen muy próximos. Jamás había imaginado algo así, podía apostar a que podía cruzar varios kilómetros saltando de un paracaídas a otro.

Fueron descendiendo. El grito de uno de ellos que había saltado antes que él, alertó a Terry. Se soltó las manos de las cuerdas y cogió el rifle de asalto que llevaba colgado al cuello, apuntando directamente hacia...

No había tierra. No podía ser cierto, Malditos alemanes. Los desalmados lo habían inundado todo.

¡Dios bendito!

Cada uno de ellos estaba soportando unos cuarenta kilos de cargamento, los paracaídas estaban cubriendo las aguas impidiéndo salir a la superficie. Se estaban yendo directamente al fondo por el peso. Terry se movió rápidamente soltando su rifle y llevando su mano hacia el arnés. Si no conseguía soltarse se ahogaría también. El peso lo llevaría hasta el fondo. Miró hacia el lateral y comenzó a gritar desesperado.

—¡Soltaos! del arnés. ¡Soltaos! —gritaba ya sin importarle que los alemanes pudiesen escucharles, de todas formas si no los prevenía acabarían muriendo ahogados—. Está todo inundado. Soltaos de los arneses u os ahogareis —gritó. Al momento escuchó un revuelto y cómo el cielo se llenaba de gritos desesperados, todos luchando por salvar su vida, por deshacerse de aquellos paracaídas y enormes mochilas pesadas que cargaban a sus espaldas.

Ahora eran las dos de la madrugada. Ni Candy, o Zusi podían conciliar el sueño. Habían permanecido juntas desde la partida de los soldados de la división 101. El Doctor James, novio de Zusi, tambien había partido, pues era médico cirujano del ejército estadounidenses de la misma división en la que estaban Albert, Terry, Charlie. Así pues Candy y Zusi trataban de mantenerse ocupadas todo el tiempo, algo imposible. Desde que habían bombardeado el centro hospitalario. No era seguro estar en lugares de servicio médico. El Real Cuerpo de Enfermería del Ejército Británico, instauró un sistema de Puestos Sanitarios por Regimientos (RAP), Puestos de Atención Médicos Avanzados (ADS), que favorecieron la evacuación de heridos en vehículos motorizados con malla de hospitales de campaña.

El Ejército Estadounidense en Europa le ocurría igual que a sus correligionarios británicos. Cuando se tienen veinte años y la sangre se altera, pues se altera de verdad y había que procurar aliviar tales ardores juveniles, aunque fuese en medio del mayor conflicto que hayan vivido los hombres a lo largo de su prolongada historia. Por ello, el general Eisenhower intentó aplicar una política de “no confraternización” con las lugareñas. Pero el hombre propone y la naturaleza dispone… El Ejército de los EEUU llevó a cabo un fuerte control, en la medida de lo posible, de la prostitución y de la profilaxis de enfermedades venéreas: vamos, facilitar condones a diestro y siniestro a sus muchachos y todas esas cosas. Doctores y enfermeras habían sido capacitadas, también para esto.

Después de varios intentos, Terry logró deshacerse del arnés en la primera pierna y fue por el segundo. Los arneses se ajustaban perfectamente y eran cómodos, Sin embargo se podía tardar un minuto y medio en quitárselos. Si hubiese llevado los arneses como los que llevaban los británicos habría quedado liberado en cuestión de cinco segundos. Aquello lo desesperaba sabía que no tenía mucho tiempo, observó cómo un par de compañeros suyos se precipitaban al agua tras conseguir soltarse. Hasta él llegó el gritó de un soldado al golpear su cuerpo en ell agua, a varios metros de altura. El golpe sería duro, pero podría subir a la superficie, y vivo. Alzó la otra pierna y con un esfuerzo logró liberarla dejando que los arneses volasen sin sujeción. Ahora solo estaba agarrado por los ganchos que le rodeaban sus hombros y su cintura. Logró soltar el primero y fue a por el segundo cuando observó cómo el soldado que llevaba el paracaídas a tres metros debajo de él se hundía tras un grito bajo el agua.

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