Capítulo 5

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—¡Corten! Empezamos de nuevo desde...

—¡Yo no voy a trabajar de esta manera! ¿Es que nadie se da cuenta de que esta maldita niñata no puede ni mantenerse en pie? —gritó Ilia exasperada. Era la primera escena de ese día, tenían que grabar otras tres, y no habían conseguido avanzar ni un poco por culpa de Berit y de todo el alcohol que llevaba encima.

—Eh... ¿a quién llamas niñata? Tengo un Bodil y estoy perfectamente, yo controlo —replicó Berit levantando un dedo cuando informó de su premio de la academia de cine danesa y se tambaleó un poco.

—Por mí como si tienes un maldito Oscar. Eres una puta niñata que no tiene respeto ni por su trabajo ni por el de sus compañeros. O si no te habrías quedado en casita como una buena niña como hemos hecho todos los demás —contestó Ilia avanzando unos pasos hacia la chica.

La actriz de apenas diecinueve años bufó.

—Eres una bruja huraña y amargada como tus personajes, ni actúas, claro que no tienes otra cosa que hacer. —Soltó una carcajada que la desestabilizó teniendo que apoyarse en una pared del decorado que simulaba el interior de un castillo.

La rubia rechinó los dientes.

—¿Qué cojones sabrás tú lo que hago o dejo de hacer? —replicó. Pero decidió pasar de contestarle nada más a su ataque y se quitó la peluca que llevaba de un tirón—. Berit, vete a dormir la mona y la próxima vez prueba con los zumos, van más con tu edad.

—¿Como haces tú, abuela? Te falta marcha, con esos humos... ¿hace cuántos siglos no echas un polvo? —cuestionó Berit socarrona. Sus ojos dieron con Ulrik que acababa de llegar, le silbó y se acercó con lo que pretendía fueran pasos seductores.

Ilia la siguió con la mirada y se sorprendió por un momento de ver allí a Ulrik, no había pensado que realmente hubieran perdido tanto tiempo en nada, eso sólo hizo cabrearla más. Se apuró a cortarle el paso y clavó un dedo en su pecho.

—Estoy hasta los mismísimos ovarios de tus gilipolleces de cría. He perdido un día de rodaje y no pienso perder otro más, pero te aseguro que no seré yo la que deje la producción —la amenazó—. Y céntrate en los de tu edad —añadió separándose al ver cómo el director empezaba a impacientarse y a temer que ocurriera algo más que una discusión.

—¡Es todo por hoy! Podéis iros a casa —anunció Berit como si todos estuvieran a su servicio en lugar de trabajar para el director. Sin darse por aludida por las palabras de Ilia, avanzó con su vestido medieval más rápido de lo que se esperaba empujando un poco a su compañera cuando pasó junto a ella—. Tengo un trabajo importante con un traje de saliva.

Ulrik miró entre incrédulo y con desagrado a la joven y cuando llegó hasta él y fue a poner las manos en su pecho cogió una muñeca, hizo a la mujer girar y aprovechando que se desestabilizó acercó una silla cercana y la hizo caer sobre ella. Berit siguió haciendo insinuaciones a cuál más obscena, pero él la ignoró, no merecía la pena el esfuerzo, y dio un par de pasos hacia Ilia para encontrarse con ella cuando llegara al límite del plató.

Ella se acercó con una expresión entre avergonzada y de disculpa.

—Tengo que arreglar un par de cosas y cambiarme —susurró abrazándolo por la cintura unos segundos.

Él la rodeó con los brazos por los hombros y dejó un beso en su mejilla, cerca de la comisura de sus labios sin saber si estaría de acuerdo con otras muestras de afecto en su trabajo.

—Sin prisas —la tranquilizó con una de sus sonrisas—. Podemos llegar de sobra a la sesión golfa, que es más entretenida —agregó riendo un poco ante lo último. Llevó una mano a su rostro para poner un mechón de pelo tras su oreja que en realidad no necesitaba ser recogido—. Si aún quieres ir al cine, como prefieras.

Mi rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora