Capítulo 24

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Logró meterse en los pantalones de cuero que se le ajustaban como una segunda piel, aunque Ulrik dudaba si no sería una primera. Se acomodó la fina tira que pasaba entre sus nalgas, el pantalón las dejaba al descubierto y las alzaba un poco. Con cierta duda probó si podía arrodillarse y se sorprendió de que la prenda se lo permitiera sin muchos problemas. Sacó las botas del armario y se las puso. Se detuvo unos segundos mirándose al espejo antes de ir a esperar a que Ilia saliera del cuarto de baño en el salón.

Los dedos de una mano daban en el reposabrazos del sofá rítmicamente, estaba impaciente y nervioso por ir al Club BDSM del que Ilia llevaba hablándole toda la semana desde que ésta le había propuesto ir y él había aceptado. Podía lidiar con un cúmulo de nervios a la vez y el problema con su hermano había pasado, a éste sólo le quedaba portarse bien y cumplir la condena, cosa que estaba haciendo sin protestar demasiado según le habían contado sus padres.

Escuchó los tacones de las altas botas de Ilia acercarse y se levantó al instante del sofá. La mujer vestía un corsé de cuero negro anudado al frente, que se encargaba de elevar sus pechos, un pantalón corto del mismo color y tejido que el corsé. Se había arreglado el pelo en una coleta alta, con algunos mechones que escapaban a ambos lados de su rostro, y había maquillado concienzudamente sus ojos de un tono negro y sus labios de un rojo intenso.

Ella miró a Ulrik con una sonrisa tranquilizadora y se acercó a él para acariciar su mejilla.

—Todo irá bien, no te preocupes. Estás muy apetecible así —dijo guiñándole un ojo.

El hombre sonrió.

—Tú también —contestó y dejó beso en sus labios.

—Aún tienes que ponerte algo más —comentó sacando del bolsillo trasero de sus pantalones un collar ancho de cuero negro con una argolla al frente—. No queremos que te rapten.

Ulrik sonrió.

—No, sólo soy tuyo —dijo inclinando la cabeza para que fuera ella quien se lo pusiera, deseando que fuera el definitivo y no uno provisional para la fiesta.

Deseaba dar ese paso, se sentía listo para ese compromiso, preparado para dejar constancia de que era de Ilia, que le pertenecía todo su ser, pero no se había atrevido a suplicarle que le impusiera el collar, temía que ella no quisiera llegar a ese punto, ese compromiso de una importancia mayor que contraer nupcias, y para eso último él tampoco creía que fuera el momento, pero también era cierto que no era muy de bodas. Por ello seguía esperando a que fuera ella la que se lo ofreciera, y se hacía pequeñas ilusiones en ese momento que sentía cómo ella abrochaba el collar a su cuello. Era irónico el rechazo que tenía por los collares en general y que ansiara tanto ese, pero ese era distinto, era un símbolo, lo que realmente anhelaba era lo que representaba, poco le importaba que dicho símbolo fuera un collar, una pulsera, un anillo, un tatuaje... lo que Ilia decidiera si llegaba el día lo atesoraría.

—Sólo mío —concordó la mujer mientras se lo ajustaba al cuello. Lo había hecho bastantes veces con otros, sin embargo, esa vez no pudo evitar detenerse a apreciar ese objeto en el cuello de Ulrik, haciendo que ese pensamiento que rondaba su cabeza desde hacía un tiempo regresara a ella: quería comprometerse con él. Sonrió dulcemente y besó de nuevo los labios del hombre alejando de nuevo ese hecho de su mente, necesitaba tiempo para pensarlo y ese no era el momento—. ¿Recuerdas todo lo que tienes que hacer?

—Caminar por detrás de ti, a tu izquierda, no mirar a los Amos a la cara a no ser que digas lo contrario y cuando te sientes me arrodillo a tus pies... como siempre —contestó Ulrik—. ¿Me dejo algo?

—Sólo no hablar sin mi permiso, incluso con los sumisos, necesitas permiso de tu amo para eso —añadió Ilia sonriendo orgullosa—. No estoy segura de qué vamos a hacer, pero no tengo planeada ninguna escena. Vamos para que conozcas cómo es.

Mi rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora