Capítulo 20

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—Buenas tardes, Ilia. Ya hacía tiempo. —Joakin la saludó cuando Ilia abrió la puerta esa tarde, acunó su mejilla y besó la contraria.

—Joakin —contestó ella con sorpresa. En un primer momento había pensado que se trataba de Ulrik que se había dejado las llaves, en ningún momento había esperado una visita de su ex, ahora su amigo—. Pasa, ¿cómo va todo?

—Bien, regresé la semana pasada de Malawi. Tranquila, no me he traído filariasis de recuerdo —bromeó el hombre de metro noventa, rostro anguloso, pelo castaño claro y ojos azul claro.

Ilia rio negando con la cabeza.

—Es bueno saberlo. ¿Te apetece tomar algo? ¿Té, café...? Espero que esta no sea una visita de hola y adiós.

—Siento decirte que no vas a librarte de mí, voy a quedarme por tiempo indefinido, me he traído mucho trabajo —contestó Joakin—. Creo que será un café, voy a tardar un tiempo en ver el té con buenos ojos de nuevo —comentó un poco molesto por eso.

—Pobrecito —dijo con sarcasmo Ilia. Caminó a la cocina para servirle un café con las cucharadas de azúcar que sabía que a él le gustaban y se sirvió otro para sí—. Ha sido interesante el viaje por lo que veo.

—Ciertamente —concordó. Dio un sorbo al café y sonrió complacido—. Pero creo que tu vida está más interesante. El domingo fui al Club y estaban todos preocupados por ti, dicen que lo has abandonado todo por amor —dijo el hombre, aunque se notaba que sus últimas palabras le divertían.

Ilia suspiró teatralmente.

—Eso me pasa por no ponerme en contacto con ellos —comentó negando con la cabeza y dio un sorbo a su café—. Efectivamente, estoy con alguien, pero no he abandonado nada. También es mi sumiso, aún está aprendiendo por eso no hemos ido al Club —explicó sonriente.

—Lo que yo les dije, que antes de irme estabas tanteando iniciar un sumiso y seguramente había aceptado, y eres tan celosa que no quieres ni presentarlo —reinterpretó lo dicho Joakin, sonriendo tras su taza.

—No soy celosa —replicó Ilia cruzándose de brazos—. Cuando acordamos los términos dijimos que nada de fiestas hasta que él estuviera seguro —añadió.

—Por supuesto —dijo con ironía—. Tenéis una relación, por lo que me atrevo a suponer que no hacéis escenas esporádicas, sino que ha sido algo prácticamente diario, durante tres meses; no va a estar listo hasta que tú no quieras. Aunque si es cierto, ya que no lo has desmentido, y te has enamorado, eres muy afortunada, Ilia, y puedo comprender tu recelo.

Ella bajó un segundo la mirada avergonzada y asintió.

—Lo quiero, mucho. Y últimamente ya ha sido todo bastante complicado con la prensa y esas cosas, no quiero agobiarlo —explicó y sonrió un poco—. Debería habértelo dicho, pero no pensé que allí no leerías ni la prensa.

—Sólo revisaba el correo cuando me acordaba del mundo —contestó sonriendo—. Pero ahora puedes redimirte, espero no haber perdido mi título de confidente.

—Nunca. Al menos hasta que encuentre a alguien, con estos amigos que tengo... —comentó divertida. Se sentó a su lado dándole un corto abrazo y empezó a contarle un poco sobre Ulrik, poniéndolo al día de las novedades—. Y por tu ausencia prolongada la madre de él se dio cuenta de que lo quería antes que yo misma, me debes una compensación por eso.

—Eres un desastre, pequeña, no se te puede dejar sola —dijo el hombre negando con la cabeza, utilizando el apelativo cariñoso que siempre había usado—. ¿Y cómo quieres que te compense? ¿Una ayuda en una escena? —tanteó divertido.

Mi rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora