Capítulo 23

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Ilia se apoyó en la pared del ascensor sin creer que al fin fuera a llegar a casa, había sido un largo día de rodaje y después la habían entretenido para que soplara las velas y tomara unas copas con el equipo porque era su cumpleaños. Agradecía el detalle, pero hubiese estado mejor no acabar de rodar una hora más tarde por culpa de esos adolescentes imbéciles que parecían proliferar en cada proyecto.

Abrió la puerta de su ático y observó sorprendida el salón sólo iluminado por cientos de velas.

—Bienvenida a casa. Feliz cumpleaños. —Ulrik la felicitó caminando hasta ella sin que casi se percatara y le dio un largo y dulce beso. Cuando se detuvo le quitó el bolso y ayudó a deshacerse del abrigo y los zapatos y ella pudo apreciar que llevaba una pajarita en el cuello, los puños de una camisa blanca en las muñecas, un tanga negro y nada más.

Ilia abrió y cerró la boca sorprendida, no había esperado eso, había supuesto que Ulrik haría algo, pero nada de eso.

—Gracias —logró decir finalmente y sonrió—. Me gusta ese traje, ¿vas a ser mi camarero esta noche?

—Algo así —contestó con una sonrisa enigmática—. ¿Me acompañas? —preguntó ofreciéndole el brazo.

Ella rio, asintió y enlazó su brazo con el de él dejando que la condujera al baño. Inspiró el aroma de las sales y sonrió ya relajándose. Ulrik sonrió ante su reacción y la desnudó sin prisa con suaves caricias y castos besos. Cogió su mano, la besó con una sonrisa y un guiño cuando ella lo miró y la instó a caminar hasta la bañera que tanto le había costado mantener a la temperatura idónea por su tardanza. Había dudado si hacer el baño en primer lugar, al ver lo cansada que se veía había concluido que había tomado la decisión adecuada.

Un gemido de placer escapó de los labios de Ilia cuando estuvo sumergida en el agua cálida y calmante.

—Eres el mejor —dijo con un ronroneo.

—Lo sé —contestó divertido al tiempo que cogía un cuenco y echaba agua en su pelo con cuidado de que no cayera en su cara.

Se inclinó hacia ella y dio besos en sus labios. Se quitó un puño, cogió la esponja natural y comenzó a pasarla lentamente por el cuerpo de Ilia mientras su otra mano acariciaba su rostro y hombros. Con cada caricia ella iba eliminando el estrés acumulado, estaba tentada de pedirle que se bañara con ella, pero parecía tener muy claro lo que quería hacer así que le dejó seguir, de vez en cuando reclamando sus labios.

Ulrik echó champú en sus manos y masajeó el cuero cabelludo de Ilia mientras enjabonada su pelo. Cuando la sintió totalmente relajada y antes de que acabara como una pasa, enjuagó su cabello con el cuenco, besó sus labios y rostro, cuando ella abrió los ojos le tendió las manos, volvía a tener ambos puños, y la instó a cogerlas para ayudarla a salir. La envolvió con una toalla y la abrazó contra sí. Movió sus manos para ir secando su espalda, pero no la soltó por unos minutos. Cuando lo hizo, movió la toalla por el cuerpo de Ilia con delicadeza y detalle. Después secó su cabello en un nuevo masaje sonriendo y besándola.

La ayudó a ponerse unas bragas de encaje rojo y una bata ligera gris perla con un bordado de estilo oriental, ambas prendas un regalo. La sentó en una silla frente al espejo del baño y terminó de secar su pelo así como peinarla.

—Voy a tomar buena nota de esto para un futuro —bromeó Ilia levantándose de la silla cuando él terminó y lo besó dulcemente—. Me encantan estos regalos —susurró sobre sus labios y volvió a besarlo—. ¿Qué más has preparado? —preguntó sonriendo encantadoramente.

Ulrik sonrió contento por haber acertado.

—¿Tienes hambre o te han empachado a tarta? —preguntó a su vez.

Mi rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora